En su “Sacrificio”, puede parecer que Román Piña practica la novela negra… pero lo que está haciendo más bien es retratar un mundo en descomposición.
En su novela más reciente, el poeta y narrador Román Piña Valls (Palma, 1966) desarrolla un género que ha sido considerado menor durante mucho tiempo y lo eleva a la categoría de literatura. En “Sacrificio” (publicado por Salto de Página dentro de su colección Púrpura), el autor mallorquín se mueve dentro de las tradiciones de la novela negra, pero añade su toque distintivo: “Muchos habían optado por ser fieles al cónyuge por pura supervivencia, de modo que las sospechas de cuernos, los celos y los detectives de la entrepierna estábamos replegados. El desempleo y las deudas habían puesto firme a más de un vivalavirgen” (p. 22).
Una rara poesía surge de la crisis de valores que la novela denuncia. Se alternan el ingenio y el comentario social. La ironía es cínica pero nunca mordaz. El detective Pablo Noguera, su protagonista, sigue un código no declarado pero firme de honor y carácter incorruptibles en un mundo moralmente ambiguo donde la conducta caballeresca no importa: “Los peces más gordos de la charca política estaban ya entre rejas o a punto de darse de bruces contra ellas (…). Matas, el presidente de la comunidad que subvencionó el chiringuito de Undargarin, el yerno del Rey Juan Carlos, estaba pendiente de ingresar o ser indultado” (p. 23).
Piña sabe esbozar una escena con humor y con la cantidad justa de detalles. Sus personajes cobran vida. Piña ha creado un protagonista convincente, con su propia marca de dureza distante y amargo romanticismo. Las tramas aparentemente dispares finalmente convergen, muertes distintas a la esperada tienen lugar, y Noguera se encuentra con algunas sorpresas indeseables. Todo esto suena a una típica novela de misterio. Lo que la diferencia son sus certeros comentarios acerca de la sociedad, el crimen y los criminales, la riqueza y el poder; la interacción entre personajes bien definidos; sus escenas fuertemente visuales; sus alusiones al orgullo, la honra, el abuso del poder oficial o privado; las mentiras que nos contamos. Uno de los personajes afirma: “Los límites que soñaba violar en mi infancia desaparecieron del horizonte. Si hiciera lo que me pide el cuerpo, me convertiría en un terrorista del arte, por ejemplo. Me haría delincuente en nombre del humor” (p. 17).
En “Sacrificio“, el autor mallorquín logra trascender los límites y las convenciones del género mezclándolos con elementos de la novela existencial. La búsqueda del detective es ofrenda a una deidad inexistente. La solución al enigma es el enigma en sí. La expiación jamás tiene lugar: “Escribí un mensaje anónimo al autor de El Deber de la Amargura, elogiando su visión pesimista del mundo, declarándome afín a ella. Nos cruzamos durante una semana emails alimentando nuestro rechazo al universo. Resultó divertido el día en que competimos en tremendismo y buscamos lemas para un Apocalipsis: yo propuse “Enmienda a la totalidad” y el contraatacó con “El mundo está mal hecho”” (p. 55).
El lector que se acerque a esta novela esperando un festival de golpes y disparos se sentirá decepcionado. Hay muertes, qué duda cabe, pero no en la forma y cantidad en que se encuentran en una novela policíaca. El tema principal es el destino y sus caprichos: un hombre que resulta ser un detective se ve abocado a una desaparición que resulta ser un crimen. “Sacrificio” es la historia de alguien que trata de hacer lo correcto desde una lealtad y convicción profundamente sentidas, alguien que es castigado y traicionado por sus esfuerzos.
Más que una obra de ficción (aunque es eso también), es un lamento en la oscuridad por la condición humana. La desaparición de Horacio y su búsqueda desembocan en una red de decadencia, corrupción y asesinato: “Me dejarán en una caja en el paseo del Borne, de madrugada. Coserán mis ojos y mis labios. Quieren hacer de mí un sobre sorpresa. Quieren provocar estupor por entregas: mis ojos descosidos luego estarán ciegos, mis oídos sordos, mi boca reabierta será muda, y mi corazón latirá, pero muerto (…). Si alguien salva este escrito, que lo muestre al mundo” (p. 106).
“Sacrificio“, como su título indica, es una novela elegíaca, un largo adiós a un mundo de policías, gánsteres y detectives. Los trabajos a los que se ve sometido Noguera son infructuosos. Hacia el final, sentimos la repugnancia con la que se mueve el protagonista, su desesperación profunda. Más allá de la dureza, más allá de la ironía, Noguera desemboca en el reino de la furia existencial. Lo que Piña parece decirnos es que la sociedad en que vivimos está totalmente degradada y corrompida en los cimientos sobre los que se construyó. Y tiene razón. [José de María Romero Barea]