Hablemos de las tres grandes revoluciones que contiene la saga “Blackwater” de Michael McDowell: lo queer, la familia elegida y la normalización como hecho y no como aspiración.
Ayer 17 de abril, Blackie Books lanzaba el sexto y último tomo de la saga “Blackwater” de Michael McDowell. Durante casi dos meses, la editorial ha ido publicando una entrega de este folletín cada dos semanas, lo que ha creado un espacio y un tiempo necesarios para que el interés crezca de forma puramente orgánica (la viralización en redes, claro, pero también un boca / oreja de una magnitud que hacía tiempo que no se veía “en la vida real”, esa que está más allá de internet) hasta que el hype ha dado paso a la fiebre y la fiebre al fenómeno literario.
Es ahora, sin embargo, coincidiendo con la publicación del punto y final de esta serie, cuando toca echar la vista atrás y poner sobre la mesa dos grandes preguntas… La primera de ellas es, básicamente: ¿ha merecido la pena? Porque lo cierto es que, en total, estamos hablando de más de mil quinientas páginas divididas en seis tomos (“La Riada“, “El Dique“, “La Casa“, “La Guerra“, “La Fortuna” y “La Lluvia“). Y la respuesta es: hell yes!
Porque una cosa voy a dejar clara: siendo yo un lector habitual que no tiene problema alguno para mantener un hábito lector regular, hacía mucho pero mucho tiempo que no leía con tanta avidez como me ha ocurrido con el folletín de Malcom McDowell. Su escritura es concisa y sintética, rozando la severidad más adusta a la hora de centrarse en los hechos que le interesan exclusivamente para hacer avanzar la trama. Ni más, ni menos. Su estilo es ágil y huye de la retórica o del engalanamiento innecesario de la palabra.
Así que, respondiendo a esta primera pregunta, ¡claro que ha merecido la pena! Eso sí, aquí me voy totalmente obligado a añadir una advertencia: la saga “Blackwater” engancha de una forma inaudita. Y eso es mejor saberlo antes de meter el dedo gordo del pie en las turbias aguas del río Perdido. Sea como sea, esta primera cuestión conduce a una inevitable segunda pregunta: vale, entonces ha merecido la pena, pero ¿por qué ha merecido la pena exactamente? Y aquí es cuando todo se complica.
Así que empecemos por abordar lo básico: ¿de qué va exactamente la saga “Blackwater“? El primer tomo, “La Riada“, arranca con el pueblo de Perdido totalmente inundado bajo las aguas del río del mismo nombre y su confluencia con otro río llamado Blackwater. El heredero de una de las familias más influyentes y acaudaladas del lugar, Oscar Caskey, intenta determinar el alcance de los daños provocados por la riada mientras pasea por el pueblo anegado a bordo de una barquichuela de madera… Pero, en ese deambular, se encuentra con lo inesperado: en una habitación de la planta superior del hotel del pueblo está Elinor Dammert, una chica pelirroja que (según dice) lleva días esperando que alguien la rescate.
Así que Oscar rescata a Elinor… Y, a partir de aquí, los acontecimientos se precipitan. Desde el minuto cero, estalla una guerra abierta entre la recién llegada y Mary-Love Caskey (junto a su soldado más fiel: su hija Sister), la matriarca del clan que recela de Elinor y que duda sobre sus intenciones. Pero Oscar cae poderosamente enamorado de la pelirroja, lo que hará que la familia Caskey pase por un conflicto interno que irá desarrollándose a lo largo de los años y las décadas mientras, poco a poco, el lector irá descubriendo la misteriosa naturaleza de Elinor.
Hay que reconocer que el argumento de la saga “Blackwater“, que se extiende de forma expansiva durante varias décadas y generaciones del clan Caskey, es un ejemplo pluscuamperfecto de terror gótico sureño norteamericano. No es de extrañar que autores como Stephen King se hayan deshecho tradicionalmente en elogios a la hora de considerar la literatura de Michael McDowell como un verdadero faro guía del horror moderno.
Pero también es posible que alguien piense que, oye, clásicos de gótico sureño hay muchos y muy buenos, así que ¿por qué prestarle atención a la saga “Blackwater“? Y aquí viene cuando me pongo serio y arremango para explicar que esta saga fue y sigue siendo revolucionaria a la hora de tratar tres temas que fueron avanzados a su tiempo y que siguen siendo totalmente on point: lo queer, la familia elegida y la normalización como hecho y no como aspiración.
Lo queer en la saga “Blackwater”
Además de por su carrera como escritor y guionista (ojo, porque los libretos de películas como “Beetlejuice” y “Pesadilla Antes de Navidad“ están acreditados a su pluma junto a la de Tim Burton), Michael McDowell también era ampliamente conocido en su faceta de activista por los derechos civiles y LGTBIQ+. Y un poco (o, bueno, un mucho) de ambas luchas hay en la saga “Blackwater“.
Ya en el primer tomo, el lector se topa con un personaje como James Caskey, hermano de Mary-Love que no duda en definirse a sí mismo en los siguientes términos: “El matrimonio nunca ha sido para mí. Mi papá siempre decía que yo llevaba grabado «el sello de la feminidad» y que nunca le serviría de nada a nadie, fuera hombre, mujer o niño“. Y, aunque este “sello de la feminidad” nunca acaba formalizándose en nada concreto, en la siguiente generación de Caskeys habrá una relación lésbica entre dos mujeres que se exiliarán a una granja en las afueras de Perdido para criar al hijo de una de ellas.
Y lo más importante: no pasa absolutamente nada. No hay ningún juicio de valor. La presencia de lo queer nunca supone problema ni tensión alguna. De hecho, más allá de lo literal, lo queer impregna la saga “Blackwater” de una forma mucho más metáforica. Al fin y al cabo, este folletín puede leerse de la misma forma en la que, durante décadas, la comunidad queer ha entendido a los mutantes marvelianos como una perfecta metáfora de la alternidad y la disidencia, de ese acto atroz de ser señalado por la sociedad como “diferente” y empujado hacia el margen. Hacia la invisibilidad y la inexistencia.
No hago spoilers si revelo que, obviamente, Elinor no es un ser humano por mucho que pueda camuflarse entre ellos. El problema viene cuando una hija de la protagonista herede su condición, lo que hará que también herede un miedo atroz a una “diferencia” que la aparte de la familia en concreto y de la sociedad en general. La respuesta de la madre es impagable: “Pongamos que tienes un bebé que es como tú y como yo. Sería diferente, eso es todo. Zaddie también es diferente. Zaddie es negra. Y Grace es diferente. Grace nunca se casará ni tendrá hijos propios. Pero son felices. Y tú eres feliz. ¿Por qué crees que tu propio bebé no podría crecer igualmente feliz?“.
De esta forma, McDowell no solo entrelaza la diferencia metafórica de sus protagonistas con la literal de los personajes queer de “Blackwater” y de los personajes negros (que una y otra vez se revelan como parte de la familia Caskey de la forma más natural posible). Lo que hace el autor es ir más allá y entrelazar su novela con un momento, los años 80, en los que el movimiento LGTBIQ+ ponía en marcha una lucha que siempre tuvo por bandera estas palabras de Elinor: ser diferente no impide (o, por lo menos, no debería impedir) que fueras feliz.
La familia elegida de los Caskey
Una de las cosas que más sorprenden en la trama de la saga “Blackwater” es cómo los miembros de la familia Caskey se intercambian a los niños como si fueran peones en una partida de ajedrez o productos de consumo que pasan de unas manos a otras: “Perdido aseguraba que nunca había visto a una familia que igualara a los Caskey a la hora de entregar y acoger a su progenie, intercambiando hijos como si fueran bandejas de pavo extra u otros artículos domésticos que sobraban en una casa y faltaban en la casa contigua“.
Esta extraña tradición se iniciará cuando Elinor entregue a su primera hija a Mary-Love a cambio de que esta permita que Oscar se marche de la casa materna. Pero se convertirá precisamente en eso: una tradición que se repetirá de forma continua generación tras generación. También una tradición que conllevará resentimientos y sentimientos encontrados… Pero que también servirá para que los afectos de los miembros del clan se vean justamente repartidos y completamente equilibrados.
Por poner un ejemplo: cuando James Caskey se queda solo (porque la harpía de su mujer muere en “extrañas” circunstancia), no tiene problema alguno en adoptar a su sobrino Danjo, con quien además siente una armónica afinidad de carácter. Incluso cuando el intercambio provoca dolor sobre alguna de las partes implicadas, al final acaba revelándose como beneficioso para los miembros del clan y, por lo tanto, para el clan en sí mismo.
¿No estamos hablando entonces de un concepto tan LGTBIQ+ como el de familia elegida? Porque puede que los Caskey sean una familia literal, pero resultan ser una familia para nada tradicional a la hora de estructurar sus afectos y, sobre todo, de anteponer la prosperidad del clan por encima de todas las cosas. Al final de todo, todos y cada uno de los miembros de la familia prosperan y reciben su parte de fortuna.
Y puntualizo: la saga “Blackwater” se publicó originalmente en año 1982. Si esta forma de coger un concepto como el de familia elegida (posible exclusivamente en los márgenes de la sociedad y a espaldas de esta) y ponerlo en el centro de una saga literaria mainstream no fue avanzad a su tiempo, apaga y vámonos.
La honestidad sureña y brutal de Perdido
Ya he mencionado más arriba que el estilo de Michael McDowell es seco, cortante, severo y adusto. Su forma de exponer los hechos es realmente sorprendente y nunca se anda con rodeos. Para que nos entendamos: es un escritor que, en un mismo párrafo, es capaz de decirte que la enfermedad de un personaje ha empeorado, así que se mete en un quirófano con un 50% de posibilidades de quedarse ciego y que, mira, al final ciego sale del quirófano. La saga “Blackwater” no se anda con chiquitas.
Este estilo, además, casa a la perfección con la franquedad frontal y absoluta con la que los personajes de estos libros se tratan unos a otros. Sobre todo, las mujeres. Porque, el clan Caskey es un matriarcado puro y duro en el que los hombres juegan un papel secundario. Están ahí porque tienen que estar, pero las que mueven todo el cotarro son ellas. Otra revolución más a sumar a todas las de “Blackwater“.
Pero mejor no me voy por las ramas: Elinor y Mary-Love sobre todo, pero también todas las mujeres que les vendrán detrás, son asertivas en sus comunicaciones y decididas en sus intenciones. Y, sin saber yo mucho sobre el talante sureño yanki, no puedo evitar pensar que McDowell hace un trabajo excepcional a la hora de capturar esta forma de ser que tanto tiene que ver con lo rural y tan poco con la almibaradas corrección política urbana. Honestidad sureña y brutal.
¿No choca frontalmente entonces este ruralismo profundo americano con el aperturismo LGTBIQ+ mencionado más arriba? Para nada. El mismo Michael McDowell escribe sobre ello tal que así: “Los sureños son una gente tolerante en cuanto a las conductas anómalas. Reaccionan con ira si algo fuera de lo común se presenta como una posibilidad en el futuro, pero si descubren que una circunstancia poco habitual es un hecho establecido, por lo general lo aceptarán sin rencor ni prejuicio, como parte del orden natural de las cosas“.
Y aquí está la revolución final de la saga “Blackwater“: que, apoyándose en esta honestidad sureña, no se enreda en pedir permiso para la aceptación y normalización de lo “diferente”, sino que lo da por hecho. No hay nada más revolucionario que obviar la teoría para centrarse en la práctica, y eso es lo que hace un McDowell cuyo mensaje está más que claro: no pidas perdón por ser como eres y, sobre todo, no te arrepientas de las decisiones que te han conducido a ser quien eres.
Las palabras finales de Elinor son especialmente esclarecedoras a este respecto: “No importa lo que hayas tenido que pasar, no importa lo que hayas hecho o sufrido, ni tampoco los errores que hayas cometido, por terribles que fueran; no importa que te rindieras cuando debías perseverar o que perseveraras cuando deberías haberte rendido, ni tampoco que sucedieran cosas que te hicieran infeliz: no puedes desear que tu vida sucediera de otra forma“. Unas palabras que perfectamente podrían formar parte de un precioso discurso de activismo queer en la década de los 80, de los 90, ahora mismo o de aquí a diez años. Aquí está la verdadera revolución de “Blackwater“. [Más información en la web Blackie Books para la saga “Blackwater”]