Mourn han volcado mucha rabia acumulada en su nuevo disco “The Avoider”… Y de eso (y mucho más) hablamos en esta entrevista.
Con diez años de carrera y sin haber llegado todavía a los treinta, Mourn han vivido una vida entera. O dos. O incluso tres, si hablamos en términos de grupos musicales. Cinco discos publicados (más una mixtape), varios de esos álbumes editados por la discográfica de Brooklyn Captured Tracks, conciertos por Norteamérica, Japón y diversos puntos de Europa… Pocas bandas en España pueden presumir del currículum que han acumulado Jazz (voz y guitarra) y Leia (bajo y coros) Rodríguez y Carla Pérez (voz y guitarra), quienes se reforzaron con la incorporación de Oriol Font (batería).
Casi siempre se ha pensado, quizá de forma inconsciente, que una trayectoria tan fulgurante era propia de una banda anglosajona y que no representaría más que un sueño para cualquiera de aquí. Sin embargo, Mourn rompieron moldes y prejuicios cuando su segundo LP, “Ha, Ha, He” (Captured Tracks, 2016), vio la luz directamente desde el otro lado del charco. A partir de ahí, su historia empezó a acelerarse y ni siquiera la pandemia del coronavirus la frenó… Aunque, claro, le afectó de diferentes maneras.
De entrada, las barcelonesas empezaron a elaborar una lírica más profunda y punzante. Y, en cuanto a funcionamiento como proyecto, su brújula viró totalmente hacia nuestro país. Esta evolución se esbozó en “Self Worth” (Subterfuge, 2020) y se consolidó en el reciente “The Avoider” (Montgrí / Cielos Estrellados, 2024), en el que no varía un ápice la solidez del sonido de Mourn, todavía deudor del indie-rock de los 90.
En esas coordenadas se inserta su nuevo disco, coeditado por el sello de Cala Vento (Montgrí) y el de Ramón Rodríguez (Cielos Estrellados), padre de Jazz y Leia. Por tanto, todo queda en casa. Al igual que “The Avoider”, que expone de una forma más abierta que nunca las reflexiones y emociones de Mourn, sin trampa ni cartón, pero con el ímpetu de siempre.
Eso sí, esta vez Jazz, Carla, Leia y Oriol ampliaron su registro e hicieron ciertas probaturas instrumentales: el sintetizador marca el paso rítmico y aporta un aire galáctico a “The Avoider” y refuerza la línea melódica de “Wasted Day”, quizá el corte más puramente pop del lote; una trompeta se cuela en “At Midnight” y encaja a la perfección con el estilo del grupo; y la electricidad desparece sorprendentemente en “Heal Hill”, un tema acústico que altera de una manera radical la tónica dominante del disco. Porque “The Avoider” es un trabajo que derrocha energía, de principio a fin: desde “Endless Looping” y “Could Be Friends” a “Scepter”, pasando por el arrebato hardcore de “Headache”, Mourn van a degüello.
Aunque esa fuerza no se concentra solo en “The Avoider”, sino que se expande a su directo, naturalmente. En este sentido, el álbum está suponiendo para Mourn una suerte de transición a una etapa diferente en la que, como explica Carla en esta conversación, están experimentando nuevas sensaciones.
“The Avoider” es tercer disco que editáis en España tras vuestro paso por Captured Tracks. Después de publicar “Mixtape” y “Self Worth” con Subterfuge, esta vez habéis recurrido a Montgrí y a Cielos Estrellados. Parece que habéis apostado por volver al negocio español definitivamente... La situación mundial nos ha llevado a volver a casa. Siempre hemos estado aquí, nunca nos hemos mudado fuera, pero los cambios que ha habido en la industria de la música a raíz de la pandemia nos hicieron regresar. Así lo sentimos mientras estábamos grabando el disco. Ya sabíamos cómo era el proyecto de Montgrí porque conocemos a Cala Vento desde que empezamos con el grupo y en el estudio comentamos que estaría bien que ellos sacaran el disco, aunque incluso en algún momento también nos planteamos editarlo nosotras mismas. Después de diez años con la banda teníamos más claro qué y cómo lo queríamos hacer. No es que antes no pudiéramos hacer lo que quisiéramos, pero tener un sello como Montgrí con nosotras resulta mucho más cercano en cuanto a ideales, nos entendemos muchísimo y es más fácil trabajar con gente con la que compartes casi todo.
Echando la vista atrás, ¿cómo fue la experiencia de haber publicado con Captured Tracks, una de las discográficas más reputadas de Estados Unidos dentro del sector alternativo? Fue muy guay, creamos una familia muy chula, en Captured Tracks siempre nos han hecho sentir muy cómodas. Lo malo fue la distancia, que lo hizo todo un poco más difícil… En nuestro caso, el sello quería que giráramos a tope.
Al estilo de lo que haría un grupo local. Exacto. Gracias a eso hemos podido hacer cosas muy chulas y hemos tocado en muchos sitios, pero al final siempre volvíamos a Catalunya. Creo que, si hubiésemos sido una banda de allí, hubiésemos estado todo el año girando por Estados Unidos.
Probablemente, sin su apoyo no habríais logrado tocar en diversos países del mundo ni conseguido la repercusión que alcanzaron vuestros discos en aquella época… No sé cómo hubiese ido sin su ayuda, pero obviamente su trabajo fue fundamental. De todas formas, Captured Tracks no es un sello enorme dentro del mercado estadounidense, aunque atrae a mucha gente joven hacia su música.
De su mano llegasteis a convertiros en una banda, por decirlo de algún modo, internacional. ¿Que os colgaran esa etiqueta supuso para vosotras una presión añadida? No lo llamaría presión, aunque a veces cuesta un poco, no creo que seamos el único grupo que lo diga… Es cierto que ahora no nos pasa tanto, pero la música desde hace unos años en España es tan variada y cada proyecto hace una movida tan particular que, cuando estábamos tocando fuera y, de golpe, hacíamos un bolo aquí, sentíamos como que nos faltaba encuadrarnos en una escena. Creo que también sucedía porque nuestro público antes era más mayor que ahora [risas]. Cuando tocábamos, la gente que nos escuchaba era la que, yo que sé, había vivido su juventud en los 90. Ahora vamos a Madrid a tocar y viene gente más joven que nosotras y flipamos.
Vuestro caso me recuerda al de grupos como Delorean, que cuando estuvieron más de moda actuaron mucho en el extranjero y, en ciertos momentos, daba la impresión de que eran más apreciados fuera que dentro de España. ¿Tuvisteis alguna vez esa misma sensación con respecto a vosotras? Viajábamos a Estados Unidos, por poner un caso, a Atlanta y nos preguntábamos: “¿Quién va a venir aquí?”. Pues quizá iba más gente que aquí, por decir un lugar, en Toledo… Entonces nos decíamos que allá sabían quiénes éramos, que habían aprovechado y que habían acudido al concierto. La cultura en general se aprecia de una forma distinta en Estados Unidos, no sé si porque se mueve una gran cantidad de dinero o porque la gente la tiene más presente. Los músicos que se dedican a ello viven de sus conciertos y de su trabajo artístico y nadie se lo cuestiona.
En Estados Unidos, un grupo puede salir adelante más o menos centrándose en la parte artística. Aquí, no, parece que siempre hay que tener una segunda ocupación para poder conseguirlo. Sí… Y más ahora, tal como están las cosas.
¿Cuál podría ser entonces la gran diferencia entre trabajar dentro del negocio musical allí y en España? Hace dos años fui a Los Ángeles a ver a un amigo que es músico y le pregunté: “¿Cuánto pagas por el local?”. Y me contestó: “Cada vez que voy, unos 17 o 18 dólares por tres horas”. Y yo respondí: “¿De qué hablas?” [risas]. Fui a su ensayo y tenía un Fender Deluxe… Y le dije: “Encima de que pagas nada, tienes todo el backline de puta madre y suena bien”. Y me decía a mí misma: “Pero, ¿qué es esto?” [risas].
Por lo que explicas, se trata de un nivel mucho mayor, en todos los sentidos. Sí, es fruto de todos los años que nos llevan de ventaja en aspectos no culturales y culturales. Eso sí, no quiero decir que su cultura sea mejor que la nuestra, simplemente que se valora de otra forma.
Todo esto que hemos comentado ha transcurrido a lo largo de una década y todavía no habéis llegado ni a los treinta años de edad cada una. ¿Cómo lo habéis gestionado? No ha sido un proceso continuo, sino que ha habido parones, así que lo hemos ido manejando como hemos podido. Sí que es verdad que, volviendo un poco a lo que decía antes, es un trabajo muy precario y provoca que te cuestiones muchas cosas. Por otra parte, la sociedad te dice que vas a cumplir treinta años y que ya debes tener esto, esto, esto y esto hecho. En los tiempos que corren, ya de por sí difíciles, es muy complicado lograrlo intentando vivir de la música. Pero hemos aprendido muchísimo como grupo y como personas, hemos crecido juntas. Nos encontramos en un momento mega-individualista y lo mejor es subir a la furgo y volver a tocar en el escenario con la gente con la que más te entiendes a nivel musical y personal.
Lo que os ha aportado vuestra trayectoria, seguramente sin daros cuenta, es una veteranía incluso impropia para vuestra edad. Ahora lo pienso y sé que a la Carla de 18 años, obviamente, le faltaban recursos como tener paciencia en los momentos difíciles o en los que había que tomar una decisión. En situaciones así me hubiese puesto a llorar y hubiese dicho “a la puta mierda todo” [risas]. Pero, con el paso del tiempo, lo veo todo de otra manera.
¿Todo lo vivido influye de alguna manera en la forma en que funcionáis como grupo? Como quien dice, trabajáis a la vieja usanza y os alejáis de las modas imperantes en cada momento. Hacemos lo que nos sale un poco… No sé cómo trabaja la gente ahora, yo lo hago a mi manera. Todo parte de la idea que tienes en tu cabeza mientras estás tocando o improvisando con tu grupo.
Hace un par de años hablaba de este asunto con vuestra compañera en Montgrí Elena Nieto, de Yawners, con quien compartís un estilo similar. A pesar de su juventud, ella comentaba que, quizás por las características de su sonido, trabajaba a nivel creativo como se ha hecho toda la vida. Y en vuestro caso puede suceder lo mismo. No sé utilizar el Pro Tools ni nada parecido, sino que cojo mi guitarra española, me pongo a tocar y, si me sale algo, lo grabo con el móvil y ya está. Eso es todo lo que hago cuando estoy componiendo música.
Da la impresión de que hay una idea preconcebida que afirma que los grupos que se basan en guitarras y, en concreto, en el rock van a funcionar todos igual… Porque se ha quedado ese esquema en la mente, pero quizás llegue un momento en el que esté componiendo y acabe usando el Pro Tools y otras movidas [risas].
También le preguntaba a Elena en aquella entrevista sobre la etiqueta ‘rock femenino’, tan en boga desde hace unos años por las numerosas bandas de chicas que han surgido en España. ¿Crees que aún se aplica para meter a grupos como Mourn en el mismo saco y no distinguirlos de los masculinos cuando, en realidad, deberían estar englobados de una forma conjunta? En general, las etiquetas no son necesarias, aunque a lo largo de la historia sí que lo han sido. Pienso en el feminismo de los 70, cuando probablemente era necesario categorizarlo porque había mucho facha… y también lo hay ahora. A la vez, la historia de la música nos ha enseñado que a veces está bien tener espacios definidos donde nacen bandas o artistas que se agrupan y crean comunidad. Eso sí, lo jodido de todo esto es que parece que estamos en una especie de zoológico en el que se genera esta movida de los grupos de chicas que lo están petando. Pero, ¿quiénes son? Pues ni puta idea, porque son grupos de chicas. En los festivales no se necesitan más mujeres simplemente, sino que hay que pensar que las mujeres también nos podemos dedicar a la música y vivir de ello. Merecemos estar en todos los carteles, pero no por ser algo distinto, también somos músicos. La diferencia está bien, pero cuando no se usa para separar entre lo que se considera bueno y lo que no.
Centrándonos en “The Avoider”, creo que abrís el abanico de vuestro sonido a estructuras más melódicas y a un registro más punk… Nos hemos liberado de mucha rabia acumulada en los últimos tres años. En este disco las letras son muy fuertes e introspectivas, pero el sonido es un poco más brillante… aunque no happy.
Me refería a que las canciones tienen una melodía más clara precisamente porque su sonido resulta más luminoso. Sí, y no tan contenido. Nos hemos quitado de encima pensamientos que en ocasiones nos decíamos sobre si algo sonaba a Mourn o no.
Relacionado con lo que cuentas, habéis introducido en algunos temas sintetizadores o trompeta, instrumentos que nadie pensaría que podríais utilizar dado el aspecto de vuestros anteriores discos. Es el primer disco en el que no nos hemos fijado tanto en qué tocaríamos luego en directo cada una. Por ejemplo, hay temas en los que hemos dejado el bajo de los sintetizadores y no hay bajo tradicional o solo en una parte. Detrás hay mucho curro de estudio y de pensar qué necesitaba cada canción sin centrarnos en cómo lo trasladaríamos a un concierto. Esa sería una decisión que vendría después de terminar el disco.
Volviendo a la parte lírica de “The Avoider”, tratáis asuntos relevantes como la salud mental, la ansiedad, la depresión, la amistad… Os habéis lanzado a hablar de cuestiones que hoy en día son importantes para muchas personas. Nuestra manera de hacer música se basa en el autoconocimiento, siempre lo hemos hecho así. Si escribimos algo es porque necesitamos sacarlo de dentro, un proceso que a veces nos sirve para entendernos a nosotras mismas o aprender de una situación. Lo guay es que podemos sacarlo sin filtro y luego adaptarlo en caso de que lo queramos cantar. Por eso hablamos de todo lo que has dicho; de la ansiedad social, que es un tema que le ha tocado vivir a mucha gente; o del duelo, que por desgracia ha sido un tema fuerte estos últimos cuatro años en nuestras vidas. Desde el momento lockdown de la pandemia -o la encerrona, como lo llamo yo- hemos experimentado mogollón de cosas y las hemos volcado en este disco.
De ahí que “The Avoider” parezca un trabajo muy personal e incluso privado. El título del álbum, como concepto, se refiere a una persona que da la espalda a los problemas o evita la confrontación. Nuestra idea era darle la vuelta a su significado, intentar no caer en ello y sacar un disco para enfrentarnos a los temas que hemos comentado antes.
¿Debido a esta razón sería posible denominar “The Avoider” como vuestro disco de madurez, cumpliendo con el cliché? Podría ser, aunque, pensándolo bien… ¡“Self Worth” ya lo fue! [risas]. Sería mejor responder a esa pregunta dentro de diez años.
En varias de las canciones del disco se produce una curiosa dualidad: por un lado, el sonido es directo, exultante y, tal como lo describías, brillante; pero, por otro, su fondo tiene que ver poco o nada con esa euforia. ¿Buscabais jugar con ese contraste? No, no ha sido buscado, porque en otras canciones que hemos hecho en el pasado ya usábamos ese recurso. Pasa sin quererlo intencionadamente, lo que escribes a veces encaja con la música dependiendo de lo que estás improvisando o componiendo en ese momento. Yo siento que si me pongo a tocar una guitarra mega-oscura y mega-triste y quiero hablar de algo bastante duro, lo hago, aunque podría suceder lo mismo si tocase de una manera totalmente diferente.
Por el desarrollo y los estribillos de algunas de las canciones, aunque tengan un pulso punk por vuestras ganas de exteriorizar ciertos pensamientos, ¿dirías también que “The Avoider” es vuestro disco más pop? Al 100%. Una vez grabado, llegamos a la conclusión de que se movía hacia el pop.
Y no os desgradaba que hubiera tomado esa dirección… En realidad, no lo habíamos comentado previamente y no lo estuvimos pensamos demasiado durante la grabación… Sí que en algún momento te das cuenta de cosas como que a una canción le falta una guitarra por encima u otros detalles, pero en este caso el ejercicio consistió en ver qué necesitaban las canciones, no lo que necesitábamos nosotras.
En medio del disco aparece una canción como “Heal Hill”, que es acústica y se diferencia totalmente del resto del conjunto. De hecho, justo antes se escucha un corte más punki, “Headache”, que me recuerda a The Clash…
Lo que hace que “Heal Hill” llame mucho más la atención. Me viene a la cabeza una canción de Red Hot Chili Peppers, de los cuales era muy fan con 15 o 16 años. Si tuviera que elegir un tema suyo, me quedaría con “Porcelain”, que está en la mitad de “Californication”. Es como una nana de cuna, te limpia el aura. Me fascina eso cuando pasan en los discos y “Heal Hill” tendría una función parecida.
¿Cuál sería para ti la canción que mejor representa la esencia o el espíritu de “The Avoider”? Creo que “Wasted Day”, me emocionó muchísimo desde el momento en que Jazz nos la enseñó. No solo al grabarla, también ahora: interpretarla sobre el escenario está siendo muy revelador para todo el grupo porque es una canción en la que no tocamos la guitarra, ni Jazz ni yo, sino que disparamos los sintes. Nos ha servido para descubrir algo nuevo, al igual que el disco, que para mí ha supuesto hacer algo distinto. Enfrentarnos a eso en el escenario está guay y también nos pone a prueba.
El final de “The Avoider” replica la energía y el punch de su inicio, como si quisieseis cerrar un círculo. De hecho, dais a entender que así completáis el desahogo, el exorcismo emocional que puede significar el álbum. Un amigo me dijo: “Felicidades por el disco, no lo puedo escribir con otras palabras, solo que es como un abrazo sincero”. Esta frase conecta con esa idea de liberación, de echarlo todo fuera y quedarse a gusto.
No solo tras haber finalizado el disco, sino que además está sucediendo en vivo. Totalmente, el directo está siendo un nuevo comienzo, como una nueva era para Mourn. [Más información en el Instagram de Mourn || Escucha “The Avoider” en Apple Music y en Spotify]