Incomunicación, entretenimiento generador de monstruosidad… “Lobo en la Camioneta Blanca” de John Darnielle habla de esto pero como nunca lo has leído.
Si esto fuera un examen y se me pidiera acotar algunas de las principales temáticas de la literatura contemporánea, lo tendría bien claro… Para empezar, la gran temática sería la construcción de la identidad en un entorno en el que existe una gran tensión entre la era de la sobre-información y la supuesta hiper-comunicación y una realidad en la que los seres humanos están más desconectados que nunca los unos de los otros. Seguimos: otra gran temática podría ser perfectamente la creciente confusión entre realidad y ficción en la vida de toda una sociedad apabullada por el avasallamiento de la industria de un entretenimiento cada vez más sofisticado, cada vez más inmersivo, cada vez más tendente a la existencia paralela.
Siguiente pregunta del examen: “extrapola los ejemplos más comunes con los que suelen representarse las grandes temáticas de la pregunta anterior”. Aquí la cosa se complica, pero tampoco demasiado: basta con hablar de adolescentes pegados a las pantallas de sus dispositivos electrónicos, a sus videojuegos de ultimísima generación cada vez más absorbentes… Y ahí es precisamente donde está lo sublime de “Lobo en la Camioneta Blanca” de John Darnielle: que consigue hablar de las mencionadas grandes temáticas pero situándolas en un marco totalmente nuevo y fascinante. Hipnótico por lo que tiene de anacrónico pero, a la vez, fascinante por lo que tiene de retrato profético del huevo de la serpiente.
“Lobo en la Camioneta Blanca“, publicado en nuestro país de la mano de la editorial CONTRA, toma su nombre de una anécdota que es explicada en el epicentro del libro de Darnielle: la eterna leyenda urbana de que determinados discos de vinilo, al ser reproducidos del revés, generan nuevos mensajes ocultos y satánicos. Una forma sutil pero magistral de poner sobre la mesa que el uso de un entretenimiento fuera de contexto y subvirtiendo las reglas con las que se crearon suele arrojar resultados monstruosos. Pasó con las canciones que se reproducían al revés… y sigue pasando cuando, de repente, se le echa la culpa a los videojuegos de esas matanzas en colegios contra las que los yankis parecen cada vez más insesibilizados.
“Lobo en la Camioneta Blanca” se goza es en el cuarto oscuro de tu mente, en compañía de otros monstruos sin ojos y sin boca, todo zarpas y dientes.
Pero repito: la maestría de Darnielle está en huir del cliché. En “Lobo en la Camioneta Blanca“, el protagonista es el creador de un juego de rol en el que, mucho antes del advenimiento de la world wide web, los turnos van y vienen a través del correo. El protagonista crea una cosmogonía fascinante que, sin embargo, acaba llevando a la muerte a una chica cuando esta y su novio llevan el juego más allá de sus intenciones iniciales: “Ciudadela Italiana no se corresponde con ninguna ubicación del mundo real y jamás se me habría ocurrido que alguien pudiera pensar que sí. Yo apenas sé nada del mundo real. Lo poco que sé lo he sacado de los libros y las películas. Yo no mandé deliberadamente a nadie a su muerte. No lo haría nunca. No sería capaz. Entiéndanlo, por favor. Me resulta un poco extraño estar defendiendo algo que se suponía que tenía que ser un lugar donde la gente pudiera sentirse segura y divertirse, donde jamás pasa nada salvo dentro de nuestras cabezas. Pero entiendan también que tengo que defenderme a mí y a mi creación, que ha dado placer a unas cuantas personas a lo largo de los años. La Ciudadela es un buen lugar. Es un lugar al que la gente puede ir con la imaginación. Es algo bueno, y aunque lamento que fuera malo para su hija, no es malo en sí mismo“.
Ahora bien, el protagonista de “Lobo en la Camioneta Blanca” también es un hombre al que la cara le quedó desfigurada después de sobrevivir a un intento de suicidio pegándose un tiro en la boca. Es un personaje que, consciente de su monstruosidad, rara vez tiene contacto con otras personas. Vive inmerso en una liturgia de rutinas que le alejan irremisiblemente del resto de seres humanos y que, de hecho, quiere vivir precisamente dentro de esa estricta liturgia. Darnielle nunca ofrece al lector explicación alguna, ni por qué ni por quién: la atrocidad no suele tener explicaciones, ni qués, ni quiénes. La atrocidad simplemente es el aceite que engrasa la maquinaria de una sociedad inhumana en la que las personas sólo parecen encontrar la paz lejos del resto de personas, encerradas en sus propios mundos de fantasía.
De hecho, el protagonista de “Lobo en la Camioneta Blanca” tiene muy claro que, en toda su dureza, la vida no deja de ser un juego en el que es casi imposible perder: “Todo acaba reduciéndose a un cálculo simple. Solamente hay dos historias: o sigue adelante o te mueres. Pero morirse cuesta mucho, porque todos los recodos que señalan hacia esa meta desembocan en otros nuevos, y hay que tomar la decisión equivocada las veces suficientes como para que vaya en serio. Hay que mantenerse concentrado. Muy pocos jugadores ponen en su punto de mira la muerte“.
Y es así, utilizando tácticas completamente laterales y esquivas, como Darnielle consigue medrar en el espíritu del lector: contra otros autores que practican el “on your face” continuo y que sienten una necesidad absoluta de ir dejando pistas para resolver sus propias metáforas, lo de “Lobo en la Camioneta Blanca” es una historia que se disfruta inicialmente en su epidermis de relato de horror cotidiano subcultural… Pero que donde más se goza es en el cuarto oscuro de tu mente. Sólo allá, en compañía de otros monstruos sin ojos y sin boca, todo zarpas y dientes, es donde Darnielle permite que su libro libere su verdadero potencial. ¿Tendrás los cojones suficientes para abrir las puertas hacia ese cuarto oscuro de tu cabecita?