Cuando toca hablar de Laura Marling, el público suele posicionarse en dos pensamientos totalmente contrapuestos. Está por un lado el típico purista que se desmarca de esta corriente neo folk que ha surgido en los últimos años en las islas británicas, aludiendo directamente a los clásicos nombres del género, véanse Neil Young o Nick Drake, con los que pretenden dar por zanjado el crédito que se merece un artista de este tipo. Sin embargo, y afortunadamente, la gran mayoría de seguidores aceptan o terminan reconociendo la validez de una propuesta cuando los visos de talento son tan evidentes como los que presenta esta insultantemente joven mujer proveniente de un pequeño condado del sur de Inglaterra. Cierto y justo es también reconocer que a la señorita Marling siempre le han venido bien dadas… Ya desde su debut en 2008 con el juvenil “Alas, I Cannot Swim” (Virgin, 2008) se le nominó para un Mercury Prize que muchos consideraron prematuro, para volver a recibir tal nominación dos años después gracias a “I Speak Because I Can” (Astralwerks, 2010), un trabajo de corte más introspectivo y melancólico con el que la artista comenzaba un proceso de madurez que parece haber completado ahora con “A Creature I Don´t Know” (Ribbon, 2011), una tercera entrega que llega con unos cuantos meses de retraso en relación a la fecha prevista de finales de 2010.
No hay, sin embargo, grandes diferencias entre estos dos últimos trabajos más allá de que, en esta ocasión, la veinteañera despliega un abanico más extenso de registros y, pese a que la mayor parte de los cortes siguen teniendo un trasfondo continuo de aflicción y añoranza como ya ocurría en “I Speak Because I Can”, aquí se abre una ventana hacia evoluciones melódicas más alegres y positivas, como evidencían la final “All My Rage”, “Sophia” o “I Was Just a Card”. La trascendencia lírica que muchos ya criticaron fingida en su día sigue, guste o no, aquí presente; y encuentra un perfecto aliado en el dominio que Marling revela de una guitarra acústica que es capaz de tocar potenciando esa voz privilegiada de la que goza. Una voz que le permite llenar composiciones aparentemente tan desnudas como “Night After Night” o “Rest in the Bed”, imponer en la central “The Beast” (una de las composiciones más destacadas) o juguetear con las melodías de “Sophia” o “Salinas”, una combinación que no está al alcance de muchos, y menos a estas edades todavía tan tempranas.
Algo así como una confirmación de que lo de esta chica va totalmente en serio, “A Creature I Don’t Know” vuelve a moverse en los parámetros de los que ya hacía gala su predecesor pero estirando un poco más la cuerda en el sentido positivo de la expresión, pues es apreciable una cierta evolución hacia una paleta sonora más variada con la que se coloca otra vez, y de manera totalmente merecida (con el permiso de Mumford and Sons), en la cumbre del folk británico, esa corona por la que también pelean Emmy The Great, Noah & The Whale o Slow Club. Obviamente, la Marling tiene sus detractores y sus fans, pero analizando su trayectoria objetivamente parece de justicia empezar a tomar en serio a esta joven con alma madura, pasión por la música añeja y versos dramáticos que ha respondido con rotundidad a la prueba del algodón del tercer disco.
[Javier Serrano]