Este verano estuve en Londres y, como siempre, me sorprendió lo avanzados que están allá en términos de cerveza. Que tampoco es algo que me pille ahora de nuevas, la verdad: desde la primera vez que visitas cualquier ciudad de UK (y en mi caso esto fue hace muchos años), te das cuenta de que allá pedir una cerveza en la barra de un bar no es tan sencillo como conformarte con la marca que tengan en el local por contrato, pudiendo elegir solamente el tamaño de tu botellín o si prefieres la misma marca pero tirada desde un surtidor. Allá no sólo puedes (y debes) elegir entre diferentes marcas de cerveza, sino que existen diferentes tipos de esta bebida (cuando aquí hay blanca o negra, allá hay millones de puntos intermedios) e incluso diferentes formas de servirlas. Al aterrizar en cualquier pub inglés, lo primero es la fascinación y el desasosiego (¿¡qué coño me pido yo aquí!?), pero a poco que te guste el juego, acabarás enamorado de esa variedad… Y acabarás sintiendo el peso de la decepción al regresar a tu bar de toda la vida ya de vuelta a casa.
Pero a lo que iba: si siempre me había parecido que los ingleses van muy por delante de nosotros en lo que respecta a la cerveza, la última vez me lo pareció más todavía. Y es que, por mucho que aquí haya llegado tímidamente el gusto por las cervezas artesanales (aunque sigue siendo algo casi residual), allá llevan tiempo abrazándolo como si no hubiera un mañana. ¿Quién decía que a los ingleses les da igual lo que beban, que lo importante para ellos es emborracharse? ¡Ni hablar! En mi último viaje a Londres vi más sibaritismo que en el Bocuse d’Or. Y es precisamente por eso que me emocionó ver que, poco después de mi vuelta a Barcelona, en el número 55 de la calle Muntaner (a un tiro de piedra del centro, especialmente de Plaza Universidad), se abría BierCab, una iniciativa surgida de las mentes calenturientas (o mejor dicho: placenteramente frescas gracias al riego de la cerveza bien fría) del beer hunter Gabriel Bocanegra y los sumilleres Sven Bosch y Manolo Baltasar en conjunción a la fábrica de cerveza pamplonica Naparbier.
La experiencia de caer por vez primera en BierCab es bastante impactante: el local no es demasiado grande y suele estar bastante lleno, así que se aconseja paciencia (algo no demasiado difícil cuando tienes tantos surtidores de cerveza a tu servicio). El espacio es modernete, con un techo francamente espectacular; aunque lo que más confortable te hace sentir es precisamente la mezcla de esta post-modernidad decó con lo tradicional de las paredes de ladrillo visto y las maderas recias de las mesas. Y, sobre todo, lo que te hace sentir más cómodo de todo es la presencia de nada más y nada menos que treinta tiradores de cerveza en la barra. Aunque también puede que te preguntes: ¿y cómo voy a escoger yo aquí una cerveza? ¿Me las va a tener que explicar todas el camarero? No te embales: detrás de la barra hay unas grandes pantallas en las que aparece qué hay en cada uno de los treinta tiradores, especificando qué tipo de cerveza es, de dónde viene (hay de casi todos los rincones del mundo), cuál es su graduación alcohólica y, evidentemente, su precio. Son todas cervezas jóvenes, lo que significa que han sido producidas hace realmente poco tiempo… Y, por si te queda tiempo libre, en esas mismas pantallas también puedes ver qué está diciendo la gente en redes sociales al respecto de BierCab (de hecho, si subes una foto a Instagram o publicas en Facebook o en Twitter con el hashtag del lugar, verás tu publicación en esas mismas pantallas).
Venga, y una última pregunta: ¿y qué pasará si quieres probar las treinta cervezas de una sentada? Pues que olé tus huevos serranos, pero te recomiendo que tampoco pases por alto la carta de comida porque, además de hacerte «colchoncito» (cómo me gusta esta expresión), resulta que tiene un nivel medio muy superior a la de la mayoría de bares de tapeo barceloneses. El killer de la carta son, evidentemente, las patatas bravas, pero tampoco hay que pasar por alto otras exquisiteces como el ceviche, el tartar o los múltiples bocadillos (el de calamares y el de ternera son muy espectaculares) y hamburguesas. Una carta gastronómica que acaba de redondear la experiencia BierCab y convertirla en algo único en Barcelona. Eso sí, si alguien me pregunta directamente, el principal motivo por el que yo he empezado a adorar este local es, básicamente, porque por fin alguien ha traído la cerveza Kernel hasta nuestra ciudad. Probadla, y me entenderéis.