En los últimos tiempos nos han llovido ciertos comentarios en redes sociales un pelín fuertes… Y por eso esta editorial reflexiona sobre que la gente puede que no sea mala, pero sí es un poco fuerta.
Vaya por delante que, no, realmente no opino que la gente sea mala. Quiero pensar que basta conocerme un poco para saber que suelo tener una visión optimista de todas las cosas, incluyendo un campo a veces tan poco dado al optimismo come puede ser internet… Pero sí que opino, y cada vez lo opino con más fuerza, que la gente es un poco fuerta. Que, tal y como ya he comentado en algunas editos anteriores a esta, opinar en el mundo online es muy fácil y te otorga una extraña sensación de seguridad amparada, si no en el anonimato, sí en la distancia entre tú y lo que opinas (o entre tú y la persona de la que opinas). También creo que la peña se está viniendo muy arriba a este respecto. Pero vamos a matizar todo lo que opino.
Hace poco leía un artículo sobre emprendedores en el campo de la restauración gastronómica en el que se abordaba «el empoderamiento de la opinión del comensal» como algo negativo. Hablaba de cómo, durante bastante tiempo, una crítica negativa en ciertas webs tipo El Tenedor podía impactar negativamente en tu negocio… Y eso, teniendo en cuenta que esas críticas de usuarios no se supervisan de ninguna manera para certificar si han sido realizadas desde la constructividad o desde la destructividad, es algo muy peligroso. De hecho, varios restauradores hablaban en este artículo de cómo habían sufrido el chantaje (#real) de ciertos comensales usando estas críticas online como principal factor de presión.
Y esto me hizo pensar en el caso en concreto de Fantastic Mag… Y sobre cómo, en los últimos meses, han ocurrido un par de cosas que me han sorprendido a la vez que han reforzado lo que ya pensaba. Repito: la gente no es mala, pero sí que es un poco fuerta. Empecemos, eso sí, por el principio. ¿Recordáis la debacle desatada cuando Facebook decidió cambiar su algoritmo para priorizar que los usuarios vieran más cosas de sus colegas y menos de páginas como, por ejemplo, la nuestra? De ello ya os hablaba en esta otra edito, pero resulta que la consecuencia de todos aquellos cambios internos de Facebook fue, cuando menos, imprevista e inesperada.
Dicen por ahí que hay muchas webs que se han visto gravemente afectadas por el nuevo algoritmo de Facebook. Pero, en el caso concreto de Fantastic, os puedo asegurar que tampoco ha sido para tanto: la cantidad de visitas ha perdido estabilidad y va fluctuando en vaivenes incomprensibles, pero esto hay que debérselo no solo a Facebook, sino también a Google y otros factores. Lo que sí que hemos notado ha sido que, contra todo pronóstico, el «engagement» (es decir: la interacción de los fans de la página de Facebook con nuestros contenidos) ha crecido de forma exponencial. De repente, tenemos muchos más mensajes y likes que antes.
Y eso es algo bueno, claro, pero también algo malo. Porque no todos los mensajes son positivos, evidentemente. De hecho, antes de centrarnos en este aspecto, permitidme otra explicación totalmente necesaria… La cuestión es que, hace unos meses, en Fantastic Mag inauguramos una nueva sección titulada Viral con la intención de capturar todos esos fenómenos que, de alguna forma u otra, lo petan en redes sociales. La prerrogativa a este respecto estaba muy clara: hablar de virales, sí, pero no a cualquier precio, sino que debían ser virales afines a las temáticas y personajes que solemos tratar en nuestra web.
Cualquiera podría pensar que la decisión de crear esta nueva sección se debía, principalmente, a captar más visitas. Y, sí, claro, no voy a negar que eso es así: hace tiempo que llegué a la conclusión de que un medio de comunicación online tiene que ser totalmente permeable y mutante, siempre pendiente de cuál es el interés del público para dirigirse hacia allá dentro de la línea editorial establecida, realizando las concesiones necesarias pero sin comprometer la identidad marcada. Emperrarte en que los contenidos con los que lo petabas hace tres años deberían seguir petándolo y que la culpa de que no lo hagan es de los lectores y no tuya es, fundamentalmente, de ser muy corto de miras.
A ese respecto, la identidad de Fantastic siempre ha sido ofrecer una visión de la actualidad desde un punto divertido… ¿y hay algo más divertido a día de hoy que los virales? Pues eso. Nuestra sección Viral nació porque, de repente, yo mismo me dí cuenta de que me apetecía más sentarme a escribir sobre Simón Pérez y Sílvia Charro que sobre las novedades discográficas internacionales. Y eso es así. Pero resulta que dos y dos suman cuatro, y que el aumento de «engagement» en redes sociales sumado a la adición de un nuevo horizonte temático dentro de Fantastic solo podía tener como resultado que, de repente, nos llovieran cierto tipo de comentarios realmente jodidos.
Permitidme que recurra a dos casos reales para ilustrar este ejemplo. Por un lado, tenemos este artículo sobre diez películas y series en torno al tema del sida que todo el mundo debería ver antes de ponerse con la maravillosa «120 Pulsaciones por Minuto«: es un artículo curradísimo, que ha requerido su tiempo y trabajo. Por otro lado, tenemos a La Pelopony liándola parda en Instagram Stories después de pillar a su novio en la cama con otra mujer: es un texto que se ventila en nada y que no necesita recurso alguno. ¿Cuál de los dos artículos crees que recibió un mayor número de visitas? Te saco de dudas rápidamente: las visitas de La Pelopony triplican a las del especial de cine.
Y, sin embargo, en muchas de las ocasiones en las que publicamos contenido como el de La Pelopony, aparecen comentarios del tipo «¿no tenéis nada más interesante de lo que hablar?«, «dejad de buscar visitas a toda costa«, «parad ya de alimentar este tipo de mierdas» o «se os ve el plumero y sois lo peor«. Lo que conduce a que yo, personalmente, tenga que morderme la lengua y las ganas de contestar: ¿no crees que si, en vez de criticar destructivamente esta noticia, nos dieras visitas en el resto de artículos más sibaritas, pues a lo mejor nos centrábamos en ese otro tipo de contenido?
Pero no: el contenido más visto y comentado siempre es, a la vez, el más criticado. Y lo aterrador es que muchas veces esas críticas hacen pura sinécdoque hater (ya sabes: la parte por el todo) y parecen decirnos que estamos haciendo un trabajo de mierda con unos contenidos de mierda. Vamos, que no tenemos ni idea y que no generamos otro tipo de contenido porque lo único que buscamos son las visitas de forma desalmada. Y va a ser que no: basta echar un vistazo a nuestra home para ver que nuestro contenido es otro y que lo viral es la excepción.
Este nuevo tipo de comentarios, por cierto, vienen a substituir otra locura (que no es que haya desaparecido, pero sí que ha remitido en favor de ese otro haterismo del que os estoy hablando en esta edito): la gente que cree que en Fantastic nos pagan por absolutamente todo de lo que escribimos. ¿Que se estrena «Deadpool» y hacemos un especial? Seguro que nos han pagado por publicarlo. (Cuando en verdad no ha sido así.) ¿Que hablamos de la nueva colección de esta marca? Fijo que nos han dado un pastizal para escribir sobre ello. (Oye, que no.) ¿Que le dedicamos un especial a esta banda que nos chifla? Es que está clarísimo que les hemos obligado a pasar por caja. (Ojalá.)
Vuelvo entonces al artículo sobre gastronomía del que hablaba al principio… Allá se decía que la restauración había encontrado la solución para pasar por encima de la dictadura de la opinión (chunga) del comensal. Lo que ocurre es que no se explicaba cómo habían conseguido tal cosa… Y, sinceramente, me encantaría saberlo. Porque lo único que se me ocurre a mi es escribir este texto para pedir lo que siempre he pedido a este respecto: que, antes de dejar un comentario en nuestra web o en cualquier otro lugar, te lo pienses dos veces. Que no escribas de forma online lo que nunca le dirías a una persona en voz alta. Que intentes reflexionar antes de dar una opinión. Y si, después de todo eso, Fantastic Mag sigue mereciendo tu crítica, pues bienvenida sea. La constructividad siempre es positiva.