Lo cierto es que podríamos decir que “Blue Moon” suena puramente a Beck o que no suena para nada a Beck o que suena al Beck de aquella época o al Beck que colaboró en aquella otra película… Y, en todos los casos, nos equivocaríamos a la vez que estaríamos totalmente en lo cierto. Es lo que pasa cuando intentas abordar a un personaje como el que nos toca, empeñado continuamente en borrar los rastros de su propia identidad para que nadie pueda seguirle el paso: han existido muchos Becks y, por suerte o por desgracia, existirán muchos otros Becks. Así que aceptémoslo, mordámonos la lengua a la hora de decir “aquel disco era el que verdaderamente me gustaba” y dispongámonos a disfrutar de un acontecimiento por todo lo alto: que el próximo 25 de febrero, el artista lanzará el que es su primer disco desde el lejano año 2008, que se titulará “Morning Phase” (Capitol, 2014) y que tiene una portada que hace pensar que Beck se ha pasado al folk más pastoral y luminoso.
No andamos desencaminados al juzgar este libro por su portada. Aunque hay que decir (de nuevo) que no es la primera vez que Beck aborda este género, estas formas musicales, también hay que reconocer que congratula que el primer single de “Morning Phase“, bajo el título de “Blue Moon“, sea una pieza delicada, minúscula pero brutalmente desnuda y optimista. Como si, llegado a la madurez, el artista decidiera que eso de convertirse en un alma en pena no va con el tipo de leyenda en la que siempre ha querido convertirse y, por el contrario, opte por revelarse como ese colega que desearías tener en el porche de tu casa (si tuvieras porche e incluso si tuvieras casa) para que te cantara cada día cuando cayera el sol. Placeres simples. Que son los mejores.