Lo que hace la pela. Auténticas maravillas, vaya. En el mundo de la música quizá no tanto, pero en los últimos años ha creado un nuevo género: el dinosaurismo. Allí un tonel de arrugas se vuelven a reunir después de haberse tirado los hi-hat a la cabeza y haberse intentado ahorcar uno al otro con una cuarta cuerda de bajo para pasar por caja, sumarse al show business del que, dicen, nunca debían haberse retirado y, hasta en algunos casos, básicamente por cuestiones de tiempo libre, dan a luz a niños algo deformes, intentando emular lo hecho antaño pero con bastante menos frescura y sentido. Algunos ejemplos de este género dinosaurista nos han logrado tapar la boca, pero el grueso de ellos mantiene una línea descendente bastante decadente. Van Halen se reúnen con formación original (a excepción de Michael Anthony al bajo), aquella que lideraba Eddie Van Halen a las seis cuerdas y David Lee Roth a la garganta y que desde aquel mítico 1984 no publicaba nuevo material, aunque se habían dejado ver en giras esporádicas y ejercicios estrictamente revivalistas y, claro, monetarios. “A Different Kind of Truth” (The Three Twins / Interscope, 2012), el regreso de los Van Halen originales a la palestra del heavy clásico, alegrará a los puretas que se quedaron en la década de los 80 y que aún no se han quitado la cazadora de cuero y añoran el “Master of Puppets” (Elektra / Music for Nations / Vertigo, 1986) de Metallica; pero generará muecas incrédulas, obviamente, en el oyente medio o el musicólogo más avezado. No todo es tan trágico, amigos. Lo de Guns and Roses fue peor. Pero sí.
Hay quien dice que lo trágico es magnético. No es que “A Different Kind of Truth” sea especialmente magnético ni genere ningún tipo de esbozo de una felicidad desmedida, pero tampoco hiere. Partiendo de la base de que, principalmente, absolutamente nadie echaba en falta un nuevo disco de Van Halen ni la enésima re-unión entre Eddie y David, el nuevo disco de estudio de uno de los mitos más totémicos de la historia del heavy metal deja algunas buenas impresiones. Probablemente el tiempo que han dejado crecer, cocer y freír este nuevo material (mínimo tres años de trabajo conjunto y casi quince desde la última propuesta discográfica de la banda con Sammy Hagar en la voz) sumado a la experiencia religiosa de lograr trasladarnos a 1984 y querer hacernos la permanente y usar pantalones vaqueros-sobaqueros-medio-rotos para menear melenas al viento valen, ya de por sí, la pena. El principal problema no sólo de esta reunión sino del disco en sí es, por un lado, la inevitable comparación con aquellos tiempos pasados (que, obviamente, fueron mejores) y, por otro, la demostración de que hay cosas que, a día de hoy ya no son necesarias. Y, perdonadme, pero Eddie Van Halen ya no tiene tantas ideas ni riffs poderosos como antes (para eso prefiero a Mastodon, la verdad) ni la voz de Lee Roth era aquella epopeya gástrica que te elevaba las cicatrices hacia nuevos estados y estadios. Aún con todo ello, se intuyen bonitas recreaciones del hair rock y del hard rock ochentero en canciones eminentemente glam (parece más bien de Mötley Crüe) como el single “Tattoo”, medios tiempos poderosos y melódicos como “Blood and Fire” (cuando Roth canta parece que dijese “muy bien”: ¿españolizaciones anónimas?), “You and Your Blues” (probablemente la que mejor recree aquel sonido y logre colarse con más soltura en el repertorio añejo), la torrencial y épica “Beats Workin’” (otra de las mejores cosas que ha hecho Van Halen desde aquella primera etapa), “Stay Frosty” (y todo ese emblema pureta que lo enraiza con una vertiente americanista más adulta y madura) o el aceleramiento casi speed metal de “China Town”.
Una pena que un tercio del álbum hondee sobre una planicie horizontal en donde no sólo no hay nada nuevo (aunque canciones como “Honeybabysweetiedoll” intenten hacernos creer que a Eddie y David les va el rollo ñu metal o que “The Trouble With Never” intente simular que a David le va el rollito hip-hopero), sino que se intuye cierta caducidad, relleno y egomanía bastante innecesaria a estas alturas del partido. No sabemos si es una buena noticia o no que Van Halen hayan intentado emular sus días de gloria, pero al menos cuando pasen por tu ciudad podrás cantar tres o cuatro canciones nuevas bastante molonas. Y eso ya es bastante más de lo que podrías decir de New Order o The Stone Roses si se decidieran a grabar un nuevo álbum. Casi notable.
[Alan Queipo]