¿Ha sido el Sinsal 2024 la edición más internacional y sostenible del festival? Así lo explicamos en nuestra completa crónica.
Declara el oráculo:
«QUE al borde del crepúsculo es mar de muertos,
incierta, última luz, no tendrás miedo.
QUE ramos de laurel alzan muchachas.
QUE color malva se decide el racimo.
QUE obtengas de esas patrias la vendimia.
QUE amaine el viento, beberás el vino.
QUE sirenas sin voz la vela embaten.
QUE un breviario de espumas por las rocas»
Así habló Penélope:
«Existe la magia y puede ser de todos.
¿A qué tanto ovillo y tanta historia?
YO TAMBIÉN NAVEGAR»
Estos versos pueden leerse en “Tempo de Ría”, una de las obras más célebres de la poeta gallega Xohana Torres, la trovadora del mar y del feminismo lírico. Sobre sus páginas, hace más de treinta años, se escribió: “En la recuperación del tiempo ido, a través de la memoria, surge el símbolo positivo de las Islas -con mayúscula-, que se atisban desde casa y que son ensoñación… Al final, después de ser patria, sueño y poesía, las Islas se singularizan por expresar los íntimos afectos”.
Una de esas Islas -con mayúscula- es San Simón, a la que podría llegar la Penélope de Xohana Torres en busca de una tierra libre en la que no tejer y destejer ni esperar eternamente por nadie. En el archipiélago redondelano, su poética pero también dramática historia hace que todo los hilos se rompan para, una vez puestos los pies en su piedras, losas y sendas, se investigue y se respete su pasado para observar el presente desde perspectivas particulares. Como la que brinda el Sinsal, que celebró desde el 25 al 28 de julio su edición más internacional y sostenible.
En realidad, estos dos aspectos siempre han formado parte de la identidad del festival insular, aunque esta vez se multiplicaron en diversas direcciones. Si, en capítulos anteriores, el Sinsal SON Estrella Galicia había destacado por ser un evento local, circular, sin plástico y sin malos humos, en 2024 se convirtió en el #sinsalsinrastro, etiqueta bajo la que apostaba por el consumo responsable, la reducción, la reutilización y la correcta gestión de residuos elevando su preocupación por la protección medioambiental en el interior de San Simón y San Antón. Y, dentro del apartado artístico, por ambas islas (unidas por su singular puente) pasaron grupos y solistas de 16 países de cuatro continentes.
Otra de las características del Sinsal SON Estrella Galicia -probablemente, la más llamativa- se conservó con escrupuloso cuidado: el secretismo de su cartel, que solo se destapa cuando el público desembarca en el muelle de San Simón tras realizar la correspondiente travesía que pasa bajo el puente de Rande y entre las bateas de la Ría de Vigo. Una vez revelada la programación diaria, apareció otro de los puntos definitorios del festival redondelano: su empeño por conformar un crisol de estilos y sonoridades ofrecido por un elenco de artistas en muchos casos desconocidos pero, por esa misma razón, sorprendentes. Si este factor no se hiciese realidad, el Sinsal no tendría sentido.
De ahí que, aunque resulte tópico afirmarlo, cada Sinsal sea especial. Un pensamiento con el que seguro coincidirían los casi 2400 asistentes (se agotaron otra vez todas las entradas) que vibraron, bailaron, disfrutaron con las actividades paralelas, pasearon o se relajaron durante cada jornada por mucho que hubieran vivido una, dos, tres o todas las ediciones previamente.
Aunque el Sinsal 2024 iba a ser muy diferente a los demás, al menos para fantasticmag. Nos pusimos en la piel de la Penélope de Xohana Torres como si, una vez cumplido allí su deseo de libertad, hubiese abandonado la isla sin saber cuándo volvería a pisar el rocoso suelo de San Simón…
SÁBADO 27 DE JULIO. NEW WAY, NEW LIFE
Con el mar siempre a la vista, el festival dejó por un momento la isla durante la víspera para trasladar (en alianza con Kaleido Logistics) a uno de los muelles del puerto de Vigo el escenario Oceáno, donde intervino el dúo madrileño Ombligo. Este fue un aperitivo idóneo de lo que 24 horas después se vería en San Simón y San Antón a partir del viernes, día en que actuaron el brasileño Sessa, el colectivo suizo Orchestre Tout Puissant Marcel Duchamp, la danesa Clarissa Connelly, los locales y revividos Fantasmage y Glockenwise, banda que anticiparía el relevante papel de la música alternativa portuguesa en el Sinsal SON Estrella Galicia 2024.
Las personas que todavía esperaban su desembarque iniciado el fin de semana ya podían hacerse una idea de lo que se encontrarían en los cuatro espacios del certamen… o no.
De hecho, el arranque sabatino podría calificarse como convencional en comparación con el poliédrico planteamiento del Sinsal, no estrictamente por las formas del primer grupo del día: Isius. Eso sí, sus esquemas son de sobra conocidos, al insertarse en el indie-rock (con gotas sunshine pop) anglosajón. En cierto modo, la banda viguesa hizo honor al eslogan que se leía en cada escenario, como el Buxos Fest Galicia: “Que el rock ‘n’ roll ilumine tu corazón”, efecto que consiguió a base melodías y coros que resplandecían en los tramos más enérgicos y en aquellos en los que las canciones avanzaban con suavidad.
Se notó que los componentes de Isius van sobrados de experiencia y que son unos devotos de su oficio, hechos que se apreciaron en su manera de elaborar el sonido (prístino y eléctrico a partes iguales), de ejecutarlo (sobre todo cuando enseñaron su cara más power en las breves píldoras de su último EP, “Studio 2”) y de regurgitar sus referencias (de Big Star a The Beatles, por algo han grabado en Abbey Road…). Isius demostraron que solidez y brillantez son adjetivos absolutamente compatibles.
¿En vuestras casas escucharíais música instrumental basada en percusión procedente de Oriente Medio mientras os relajáis en el sofá o hacéis las tareas domésticas? Quizá no, aunque en el Sinsal se haría con naturalidad y máximo interés. Algo similar ocurrió con Mohammad Reza Mortazavi, el llamado ‘hombre con los dedos más rápidos del mundo’. Esta habilidad (en algunas fases, extenuante) le permite tocar el tombak y el daf -instrumentos tradicionales persas- con la asombrosa agilidad con la que cautivó a la audiencia del escenario San Antón Rock And Roll (a pesar de que el ambiente de fondo no era tan silencioso como exigía el momento…).
La velocidad a la que el iraní realizaba sus impresionantes movimientos digitales no impedía observar los matices de su arte: contenido e íntimo con el tombak, amplificado e incluso amenazante con el daf. El artista era capaz de extraer múltiples armonías mediante las que inducir estados de trance propiciados por frenéticos ritmos sobre los que se soportaban piezas extensas, sinuosas y más complejas de lo que aparentaban. Mohammad Reza Mortazavi creó todo un vendaval sensorial que llegó hasta la otra punta de la isla.
Otra clase de torbellino generaron Unsafe Space Garden cuando les correspondió su turno de regreso al paseo de los Buxos, a cuyo escenario se subieron a grito pelado. De esa manera se presentó esta especie de comuna multicolor a medio camino entre The Polyphonic Spree, Ariel Pink, King Gizzard & The Lizard Wizard y Superorganism. De esta estrambótica mezcolanza el combo portugués extrajo un mejunje de rock psicodélico de dibujos animados, pop de confeti y stoner rock de alto voltaje pasado por el colador del acento luso que le daba un toque muy peculiar.
Gracias a ello, Unsafe Space Garden ofrecieron un directo divertido compuesto de temas dislocados, fragmentados, repletos de teclados ácidos y adornados con coros esquizofrénicos. Quedaba claro que su concepto de canción deformaba cualquier idea de linealidad por sus constantes mutaciones y sus giros melódicos. Un buen ejemplo fue la (en principio) versión de “I Will Survive” de Gloria Gaynor, que se transformó por arte de magia en un estallido de free rock. A la hora de la sobremesa, Unsafe Space Garden realizaron un viaje triposo y cósmico que, al contrario de los que nos decían nuestras madres en la playa cuando queríamos meternos en el agua, no cortó la digestión.
El salto al escenario San Simón SON Estrella Galicia abrió una fase en la que la música originaria de Japón lució en todo su esplendor. Con Goat (JP) se podría aplicar una teoría similar a la sugerida con Mohammad Reza Mortazavi: es probable que su post-rock minimalista no acompañe situaciones cotidianas dentro y fuera de casa, pero en un evento como el Sinsal se transformó en el centro de toda la atención. Especialmente para comprobar cómo el proyecto comandado por Koshiro Hino retorcía la percusión (que marcaba cada compás milimétricamente) y experimentaba con la instrumentación: el saxo aparecía como elemento protagónico y discordante, el bajo percutía cual martillo pilón y la flauta se desfiguraba.
El combo llevó al máximo nivel la experimentación sónica jugando con los cambios de tonalidades, las disonancias y el ruido hasta rozar la abstracción. De hecho, hubo momentos en los que daba la sensación de escuchar cantos de ballenas agonizando en medio de las tinieblas… Sí, de la tensión sonora también es posible extraer (una particular y no para todos los oídos) belleza.
En San Antón, su compatriota Ichiko Aoba permaneció estática en unas coordenadas absolutamente opuestas. Si alguien se hubiese sentado frente a ella con los ojos cerrados, creería que se trataba de una cantautora francesa interpretando con voz aterciopelada un folk acústico que parecía que se iba a romper con un pequeño golpe de viento… si no fuera por las palabras expresadas en japonés que salían de su boca. Con lo cual, diremos que el estilo de Aoba era una especie de chanson nipona que encandiló al público por su conmovedora sensibilidad.
Los contrastes radicales se prolongaron al espacio Buxos Fest Galicia con Prison Affair, que se autoproclamaron “el grupo más impresentable del festival”. A tanto no llegaron los barceloneses, aunque su punk desenfrenado, vitaminado y conectado con la esencia primigenia del género sí que los elevaron a banda más gamberra y, seguramente, provocadora del fin de semana.
Del Sinsal siempre se ha resaltado su capacidad para dar lustre a la etiqueta ‘mestizaje’ sin caer en el cliché ni recurrir a propuestas ramplonas. Y quien mejor para confirmarlo que el colectivo anglocolombiano Mestizo, que hizo honor a su nombre en el arranque de su concierto con dos flautas kuisi, de los pocos instrumentos indígenas de Colombia que sobrevivieron a la colonización española.
Esta simbólica introducción definió las intenciones del grupo: contar historias reales y emitir mensajes comprometidos (sobre la saturación desinformativa o la emigración) combinando estilos arraigados en Gran Bretaña como el jazz, el reggae, el hip hop, el funk y el r&b (engalanados mediante elegantes y dinámicos vientos) con sonidos tradicionales como la cumbia o el currulao. Gracias a esta explosiva unión, la atmósfera se calentó como esperaba el respetable, por fin, bien avanzada la tarde.
Así que Aunty Rayzor, alias de la rapera nigeriana Bisola Olugbenga, ya tenía el terreno abonado para detonar el final de la jornada del sábado. De entrada, resultaba fácil compararla con Azealia Banks, aunque en clave africana, por sus ademanes, gestos y fraseos y las bases que lanzaba su dj. Impulsada por beats poderosísimos, Aunty Rayzor afiló su lengua -tan lasciva como ardiente- mientras el suelo retumbaba con el público jadeando de júbilo. Por eso ella misma decidió bajarse de las tablas para hacer que las sexy ladies bailasen a su alrededor en varios momentos fogosos. La llama del Sinsal 2024 se había encendido con pasión y vigor.
DOMINGO 28 DE JULIO. THE LAST DANCE
La creencia que a veces viene a la cabeza de que el Sinsal es una romería moderna quedó patente cuando, al entrar en San Simón el último día del festival, desde el nuevo espacio Malmequeres -inaugurado este año para rescatar archivos y catálogos sonoros de gran valor simbólico- se escuchaban piezas de bandas de música y tonadas tradicionales gallegas que ambientaban la isla cual sesión vermú de verbena popular. Sin embargo, las dos opciones simultáneas que abrían la programación dominical se alejaban radicalmente de esa imagen…
En el escenario San Antón Rock And Roll, Brìghde Chaimbeul aprovechó que no había ninguna molesta interferencia acústica ni incómodos murmullos para darle una vuelta vanguardista a los sonidos atávicos escoceses. De alguna manera, conectó con sus ancestros siguiendo una vía audaz a través de la cual trasladó la gaita del pasado analógico al presente digital en un proceso renovador y, al mismo tiempo, suave y manso como el mar que la circundaba durante su actuación.
Haya Zaatry, en el Buxos Fest Galicia, también apeló al hipnotismo, pero con su tierna voz y los prístinos acordes de su guitarra eléctrica. Hasta que introdujo un drone sostenido como colchón sintético y desplegó un surtido de ritmos programados mediante los que pasó de parecer una PJ Harvey oriental a exhibir la personalidad artística con la que habla de amor, de lazos familiares, de cuestiones de género y, claro, de la calamitosa situación que sufre Gaza en particular y su pueblo, Palestina, en general.
Ella misma es una de las figuras más relevantes de su tierra que se sirve de la música como medio de denuncia y protesta, aunque en el Sinsal reservó las arengas para el final, pese a que la audiencia la alentaba al grito de “free Palestine” una y otra vez. Precisamente, ese fue el lema que Haya Zaatry compartió en el tema de cierre antes de decir adiós pidiendo libertad para su gente y los países que también son atacados por Israel. Pues, lo dicho, que no se olvide: Palestina libre.
Unos de los candidatos a gran revelación de 2024 dentro del panorama alternativo patrio son Maestro Espada. Su homónimo estreno en largo llegará en septiembre, pero en San Simón ofrecieron contundentes pinceladas de su contenido y de un estilo que, con solo cinco singles, han hecho inconfundible al hacer colisionar folklore con rock multiforme. Para lograrlo, no tuvieron que irse muy lejos, ya que encontraron la inspiración en el patrimonio musical de Murcia, un tesoro por (re)descubrir y divulgar debido a su amplia riqueza.
Su arriesgada fórmula podía haberles conducido al desastre si no la manejaran con pericia, pero en el escenario San Simón SON Estrella Galicia certificaron que su valentía está justificada. Sin ese arrojo, no serían capaces de introducir melodías, cantos y sentimientos tradicionales en angulosas y pesadas estructuras post-rock, math-rock y post-hardcore elaboradas con desarrollos perfectamente calculados. Maestro Espada dieron un sentido diferente a la música popular murciana con las mismas dosis de respeto que de originalidad. La ola neotradicional española sigue creciendo imparable.
A Maria Reis no le resultaba extraña la isla de San Simón… Ocho años atrás, ya había estado allí durante el Sinsal junto a su hermana Júlia con Pega Monstro. En esta ocasión, lo hacía con la banda que encabeza y que formalmente tiene muy poco que ver con su otro proyecto.
Así, Maria cambiaba el rock crudo por el pop-rock tocado a la portuguesa, lo que le confería una peculiar singularidad, como es habitual en los grupos del país vecino. Eso sí, también supo defenderse más que correctamente en el terreno del indie-pop (con arrebatos noise) burbujeante más propio de California que de Lisboa llevando, durante unos soleados y refrescantes minutos, al respetable de la playa de la Punta de Cesantes a Redondo Beach.
Y con Lapili, San Simón se puso del revés. Acompañada de sus Piligrossas, no se conformó con dar un golpe sobre las tablas para reivindicar el empoderamiento y la sororidad femenina conectando su imbatible discurso con su propia historia de superación, sino que lo hizo derrochando carisma y desparpajo.
Mientras ella se situaba en el centro cual diosa griega vestida de azul, sus coreografías y las de su grupo de baile chulas y chulescas y sus meneos lúbricos cogieron con el pie cambiado a quienes no se esperaban recibir un arrollador estallido de frases memorables, perreo tórrido y twerking abrasador. Sí, Lapili fue una tremenda mujerona saliendo de un volcán en erupción o, si le daba la gana, una guerrera entregada a la sensualidad y a la sexualidad más libres.
Fuese de una manera o de otra, voló cabezas e hizo hervir entrepiernas con la excitación aumentando a medida que pasaban las canciones. Con la diversión como excusa, rompió esquemas, estereotipos y prejuicios. Por algo cerró su fiesta con “Gorda”, un himno de autoafirmación que devino en una bomba ravera. Mejor que fuese Lapili al Sinsal antes que fuese la poli.
Una vez subidas las escaleras hacia el paseo de los Buxos, los cuerpos pedían descanso. Y Afrorack cumplió el deseo. Quizá no era su intención, pero el productor ugandés despachó un sesión de electrónica deconstruida, afrobeats cubistas y techno futurista con un tono de ambient galáctico que invitaba a la escucha contemplativa. De hecho, esa fue la postura que adoptó buena parte del gentío, tumbado relajadamente con los ojos cerrados o buscando el cielo con la vista a través de las copas de los árboles.
El gran momento indie-pop del Sinsal SON Estrella Galicia 2024 se produciría con Will Butler & Sister Squares. Al principio, el hermanísimo de Win tuvo que lidiar en cierto modo con sus vínculos familiares porque sus gestos y sus inflexiones vocales recordaban más de la cuenta a las del colíder de Arcade Fire. Sin embargo, le bastó un par de temas para soltarse completamente rodeado de Sisters Squares, la banda con la que publicó en 2023 un álbum homónimo que constató que Will hace mucho tiempo que no añora a su antiguo grupo.
Es más, la presencia de Sara Dobbs, Jenny Shore (su esposa) y Julie Shore a los teclados y a los coros y de Miles Francis a la batería le dio una fuerza inusitada a juzgar por la energía con la que vigorizó su sonido en directo y con la que atacó un repertorio que, eso sí, se desvió en determinadas ocasiones hacia un pop épico cercano al de los canadienses (sobre todo en “Willows”, de idéntico ritmo vibrante y desarrollo progresivo). Pero Will & Sister Squares sabían cuando poner el límite para lucir su gusto por las armonías clásicas de los girl-groups sesenteros o el funk a lo Talking Heads (“Arrow Of Time”). La mejor señal de que las cosas estaban saliendo bien la ofrecía la camiseta sudada del propio Will, que se desató en “Long Grass”, durante la que se vació entre gritos y saltos eufóricos.
El refrán dice que las apariencias engañan… Una desgarbada y fina silueta se había subido al escenario Buxos Fest Galicia silenciosa, casi encogida por la timidez y tapada por un extravagante abrigo de pelo. Pero, en cuanto se lo quitó y dejó su pecho al descubierto, empezó a crecer el volumen de su voz. A partir de ese punto, Kabeaushé ya no bajaría el nivel de un set inflamado por un flow aguerrido y potentes bases groovy.
Al igual que había sucedido el sábado con Aunty Rayzor, su colega provocó el delirio ante sí, aunque el keniano lo elevó varios peldaños. La conexión con el público fue total; incluso, en ciertas fases, descontrolada. Por ejemplo, cuando actuó cual Moisés al borde del océano Atlántico y abrió la marea de gente apelotonada para cruzarla como un cuchillo haría con la mantequilla. Desde allí guio una locura de botes y saltos sin dejar de soltar frases a una velocidad vertiginosa.
Kabeaushé incendió la clausura del Sinsal SON Estrella Galicia 2024 y, tras doce ediciones de música, mar y amor, nuestro último baile en San Simón. [FOTOS Introducción + Sábado: Pedro Galbán] [FOTOS Portada + Domingo: Stephanie Whybrow] [Más información en la web del Festival Sinsal]