¿Por qué no visitamos más la sombra de las Torres Mapfre? Puede que la propuesta gastronómica de Touché nos obligue a recuperar este espacio.
Siempre me ha parecido que las Torres Mapfre y todo lo que las rodea delimitan una de las zonas más desaprovechadas de la ciudad de Barcelona. Bueno, a ver, «desaprovechadas» no. Más bien «aprovechadas» para un propósito que a mi personalmente me interesa cero. ¿Para qué tomarse la molestia de viajar hasta aquella zona cuando cualquier barcelonés de pro va a sentirse extranjero en su propia tierra? El despropósito del Port Olímpic, las aglomeraciones de la playa, las discotecas de chonis venidos a más que piensan que son pijas… Una pena.
En serio: una verdadera pena. Porque, al fin y al cabo, la zona contiene alguna de las mayores maravillas de nuestra ciudad: la playa, el paseo marítimo, las propias Torres Mapfre (que, por cierto, ¿por qué les seguimos llamando Torres Mapfre si Mapfre ya no está en una de ellas y la otra siempre ha sido el Hotel Arts?) como icono indiscutible y siempre impactante, los jardines que las rodean… Un plan ideal para cualquier día del año debería ser ir a pasear por la playa y detenerse justo ahí, a la sombra de las Torres Mapfre, para hacer una parada reconstituyente.
Pero aquí sumamos otro problema: la parte inferior del Hotel Arts es una maravilla que, sin embargo, no ha sabido ser aprovechada para atraer a la gente de la propia ciudad. Hasta ahora, claro, porque Touché acaba de abrir sus puertas justo en este lugar (específicamente en pleno Marina Village, en el número 19-21 de Calle Marina) y hay que reconocer que, ya sólo por el propio espacio, merece una visita. A saber: Touché se encuentra en esa especie de patio interior que queda entre el paseo marítimo y el Hotel Arts.
Un lugar mágico a la sombra del Peix de Frank Gehry donde el juego de niveles (se encuentra un nivel por debajo del paseo) facilita una intimidad apacible amplificada por la vegetación frondosa y una especie de lago artificial sobre el que se erige el salón terraza de Touché. Pero, claro, el emplazamiento no lo es todo, y aquí hay que reconocer que el trabajo de Lázaro Rosa-Violán Studio ha resultado vital a la hora de articular el espacio con una decoración en la que se aprecian continuas referencias a lo portuario (estamos donde estamos, claro) pero trayéndolas a la actualidad gracias a los colores amables y los materiales nobles puestos al servicio de lo confortable sin olvidar los preceptos de lo cool.
Eso sí, que nadie me malinterprete: ni el emplazamiento ni el espacio serían suficientes para atraernos hasta Touché si no fuera porque su propuesta gastronómica es más que relevante. Contra la dictadura del primer plato, segundo plato y postres, la carta de Touché propone todo un conjunto de preparaciones en pequeño formato que huyen de la ramplonería de la mayoría de tapas y convierten la cocina internacional y la fusión de gastronomías en un ejercicio de delicadeza en miniatura. Los platos son ideales para compartir entre varios comensales y así no irse del lugar sin probar especialidades tan sugerentes como los calamares crujientes con mayonesa de ajo frito, los tentáculos de pulpo con parmentier al pimentón, el massaman curry o el arroz thai con carabineros y espuma de coco.
Sin olvidar, claro, que una carta de estas hechuras hay que maridarla de la mejor forma posible. Para ello, Touché ofrece una selección muy sibarita de vinos, cavas y champagne. Aunque, si me preguntáis a mi, os diré que lo mejor aquí es comer con un cóctel en la mano. Pero no un cóctel cualquiera: los combinados ideados por Marc Pérez y su equipo huyen del golpe alcohólico y buscan más bien la textura y la sutilidad en recetas exóticas y siempre sorprendentes. Vamos, que entre el lugar, el local, la comida y la bebida, Touché puede llegar a convertirse en el epicentro de una recuperación de esta zona tan maltratada por el turismo. Ya era hora. [Más información en el Facebook de Touché]