El show de Olof Dreijer y Diva Cruz fue tan tremendo que el Sónar 2024 bien podría haberse acabado después de su actuación… Por suerte, no fue así y también lo gozamos con Sevdaliza, yunè pinku y Folamour.
Hacia las 18:30 de ayer jueves 13 de junio (es decir: justo cuando el festival estaba arrancando), había una broma que flotaba por encima del ambiente del SonarVillage. La broma debería haber consistido en abrir una lista de difusión en WhatsApp, añadir a tus colegas que estaban en el recinto y enviar un mensaje masivo que dijera lo siguiente: «Lo siento, pero después de lo de Olof Dreijer y Diva Cruz, este año ya se ha acabado el Sónar 2024. Me voy a casa«. Y chau.
Porque es que hay que reconocer que el festival ponía el listón muy pero que muy alto abriendo con una actuación como esta. «Esto no se hace… Un set como este quiero bailarlo yo a las 9 de la noche cuando se esté poniendo el sol«, decíamos unos. «Tiene sentido que se haya programado para abrir el festival, porque es súper refrescante y te pone a tono«, decían otros. Lo que está claro es que incluso los que llegaron a la actuación con las bromas de Safri Duo preparadas (por eso de que se había anunciado como un «dj set + set de percusión«) acabaron practicando el baile latino por encima de sus posibilidades.
Y es que Olof Dreijer y Diva Cruz no dejaron otra opción a todo aquel que cayera en el SonarVillage a las cinco de la tarde. La actuación se abrió con Olof luciendo una fascinante falda larga de tablillas con detalles dorados y una camisa rosa brillante y haciendo algo muy poco habitual en él: cogiendo el micro para, vocoder mediante, preguntarle al público qué tal estaba y dar paso a una Diva que entró arrolladora en el escenario moviendo las lentejuelas rosas de su mini-vestido y haciendo honor a su nombre. Porque es posible que llegaras a esta actuación porque eres fan de Dreijer y The Knife, pero te fuiste siendo fan también de Diva Cruz.
El set tardó cero coma en despegar y, mientras todos estábamos todavía repasando mentalmente todos los pasos de baile que conocíamos con los que pudiéramos mover el cucu (como nos animaba a hacer nuestra gurú de la velada), Diva ya había cantado y tocado la percusión y las sleigh bells mientras Olof enlazaba temas propios, temas de su próximo EP junto a Cruz (¿nos lo estamos imaginando o «Brujas» ya es un clásico instantáneo?) o incluso una concesión a otra Cruz célebre, Celia Cruz y su «Azúcar Negro«, que puso al público literalmente del revés.
Hacia la mitad del set ya era innegable que la química de Olof Dreijer y Diva Cruz es algo que debería darnos grandes alegrías en un futuro próximo. Tanto hemos hablado de cómo los hermanos Dreijer exploraban la oscuridad en The Knife que, aquí, en el SonarVillage, bajo el sol de verano, bailando sobre la hierba, es imposible no alegrarse por lo bien que le sienta a Olof esta nueva exploración de la luz. De la luz latina, para ser más concretos.
Aunque quedarse en la coartada del latineo es, simple y llanamente, injusto. Porque, como suele ocurrir en todos los proyectos de Olof, en su concierto junto a Diva en este Sónar 2024 se mezclaron mil y una referencias diferentes, géneros diversos, moods distintos. Para empezar, es inevitable pensar en aquella imagen de los dos hermanos Dreijer haciendo percusión con todo lo que pillaban por casa durante la grabación de «Shaking The Habitual«. El interés por la percusión siempre fue una de las constantes de The Knife, y en esta nueva aventura de Olof florece con colores cálidos y aromas tropicales.
Juntos, Dreijer y Cruz practican una versatilidad que no se queda en la teoría, sino que se baja a la práctica del baile como celebración hedonista. Nada tienen en común las formas en las que baila Diva (con esa naturalidad ardiente que una colombiana como ella lleva trenzada en su ADN), Olof (con una fluidez dulcemente amanerada, y uso aquí el término «amanerada» de una forma incontestablemente positiva y celebrativa) o un público en el que convergían especialistas del twerk, habituales del baile sabrosón y todos aquellos que intentaban como podían adaptar sus pasos habituales de la música electrónica a estos ritmos más calenturientos.
¿El resultado? Esta diversidad de bailes demostró que, gracias a la propuesta de Olof Dreijer y Diva Cruz, todos fuimos capaces de llegar al mismo punto desde lugares muy pero que muy diferentes. Uno de esos momentos mágicos y únicos que solo pueden ocurrir en un lugar como el Sónar 2024 y que acabó de confirmar su trascendencia cuando el dúo decidió cerrar el show con el remix de Olof del «Oral» de Björk y Rosalía. Pues eso: histórico.
Por suerte, lo de «el Sónar 2024 se acabó después de la actuación de Olof Dreijer y Diva Cruz» fue tan solo una broma… Y ni veinte minutos después de esta actuación ya estábamos todos vibrando con Sevdaliza en el SonarHall, el que probablemente sea el escenario con mejor sonido de todos los festivales del mundo. Algo que la iraní jugó a su favor para marcarse una actuación que supo desplegar un racimo de detalles diminutos que llegaban al público de forma cristalina y subyugante.
Y es que Sevdaliza es un ser etéreo y féerico, una especie de llama blanca que va mutando en mil y una formas diferentes sin detenerse demasiado tiempo en ninguna de esas siluetas. Puede que el r&b sea su estado natural, un estado acuoso y libidinoso desde el que salta a muchas otras divas posibles. Tan pronto es Sade como rompe la baraja con fugas de techno practicadas como herramienta de desfogue de una energía que ella siempre contiene a su antojo y libera sabiendo que te está haciendo un favor. Como una buena ama sadomaso.
Hay muchas Sevdalizas posibles, y todas ellas triunfaron en un Sónar 2024 en el que incluso se permitió el lujazo de pinchar las voces de sus múltiples colaboradoras (desde Grimes a Pabllo Vittar) y dedicarse a hipnotizarnos con ese pelazo, ese modelazo y, sobre todo, con unas danzas dignas del club nocturno de «Abierto Hasta El Amanecer«.
Y, a partir de aquí, ¿qué? Porque realmente la broma empezaba a ser profética y el nivel del festival no podía estar más alto. Es necesario admitir que, a partir de ese punto de la tarde, tocaba aceptar que era el momento de dejar el crítico en casa y ponerse en modo puramente hedonista. Algo que facilitaron dos cosas… Primero, la actuación de una yunè pinku de la que muchos esperaban una revisión del hyper-pop pero que acabó entregando algo mucho más complejo, dulce y nostálgico.
Y, segundo, un Folamour plenamente consciente de que el cierre del Sónar es una carrera de fondo de dos horas en la que debes calcular tus mezclas para mantener al público arribísima, que es donde le han llevado sus diferentes trayectorias del día. Así lo hizo Folamour. Así lo hizo, y así triunfó con un set en el que el disco, el house, el afro y funk formaron una fascinante trenza bañada por los colores de unos visuales a medida del artista… y de su rain hat. [Más información en la web del Sónar 2024] [TEXTOS: Raül De Tena y José M. Collado]