“Pasolini” es una película en la que las intenciones de Abel Ferrara son más que claras… pero en la que los resultados acaban totalmente oscurecidos.
Algo hay que reconocerle al “Pasolini” de Abel Ferrara: su voluntad poética, su intento de trascender más allá del biopic tradicional. Las ganas de poetizar, reflexionar y también mostrar (por qué no) las últimas horas del poeta / cineasta / ideólogo / filósofo italiano. En este sentido, sí, el enfoque es el correcto: hacer de la película un espejo / retrato del alma del biografiado.
Pero más allá del planteamiento está el resultado y, en este caso, aunque Ferrara consigue desplegar los recursos de forma eficiente, falla en lo primordial: dotar a su película del (por llamarlo de alguna manera) hálito romántico, de cierta esencia perturbadora que consiga no sólo llegar a los ojos, sino al fondo, al interior del espectador. Algo que consiga una trascendencia, una maduración posterior.
Aquí lo de la cocción a fuego lento no funciona, es demasiado transparente, demasiado obvios los qués y los cómos. Es lo que hay y, por lo tanto, el terreno está vedado a posibles relecturas. Cierto que Willem Dafoe está inmenso en su recreación íntima, torturada, delicada, humanista del director italiano, pero su tour de force no viene acompañado por un guión ni por personajes que le acompañen en el esfuerzo. En el fondo, esperábamos quizás algo más que una one man movie, algo más crudo y arriesgado por parte de Ferrara.
Una expectativa frustrada, especialmente en un desenlace que se antoja demasiado oficialista. Esperábamos algo más de misterio, insinuaciones y polémica en lugar de un retrato más o menos despiadado de lo que nos han contado que pasó. Demasiado detalle para algo no esclarecido. Cierto es que, de esta manera, entramos en el terreno de la defunción absurda, devolviendo al Pasolini mito a una cierta terrenalidad humana, en el suelo de un polvoriento descampado.
Sí, Ferrara parece querer indicarnos que detrás del genio también está el humano. Polvo eres y en polvo te convertirás. Es por ello que resultan un tanto naïfs ciertas parábolas ascendentes paridisíacas. Puede que sí, que sea todo un circo irónico el ilustrar la muerte de un comunista con trompetas anunciando su ascenso a los cielos. En todo caso, si esa era su intención nunca acaba de funcionar, entre otras cosas, porque busca contrapuntos de dolor desgarrador, terrenal, absolutamente innecesarios, circundantes al porno-sentimentalismo más elemental.
Eso es de alguna manera el resumen perfecto para “Pasolini“. Un film de claras intencionalidades y oscuros resultados. Una película que por desgracia, a pesar de su arranque prometedor, nos sumerge en una suerte de duermevela, en un sopor distante al zen de un Apichatpong Weerasethakul, más cercano ala rocosidad de un Manoel de Oliveira, y que finalmente remonta un poco más por expectación ante la explicación del asesinato del protagonista que por los dislates metafóricos a los que nos somete Ferrara. Aún así, “Pasolini” merece la pena su visionado, ni que sea por contemplar a un Dafoe en estado de gracia. Colosal.
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