Hace unas semanas que en Barcelona todo el mundo habla de Casa Bonay… Empecemos a explicar por qué a través de la casa de bailes y comidas Libertine.
Permitidme ser un poco capullo: en la ciudad de Barcelona (y supongo que, por extrapolación, también en el resto de grandes ciudades de nuestra geografía) han abundado en los últimos años todos esos hoteles a los que se les ha llenado la boca con el discursito de “queremos abrir nuestras puertas a los habitantes de la ciudad, no sólo a los turistas“. Pero, al fin y al cabo, y a medida que ha ido pasando el tiempo, se ha ido revelando que nos encontrábamos ante un nuevo caso del mismo perro con diferente collar. Mucho ruido y pocas nueces. Bla bla bla.
Será por eso que a Casa Bonay le han bastado un buen puñadito de semanas que se pueden contar con los dedos de las manos para convertirse en moneda de cambio común en las conversaciones de los barceloneses. Al fin y al cabo, por fin nos encontramos con un perro distinto que llega con unas ganas tan salvajes de dinamizar la ciudad que no se molesta ni en vestir collar. La idea puede parecer sencilla: además de un hotel boutique en el que desearías quedarte a vivir (y hablo con conocimiento de causa después de haber visto sus habitaciones), toda la planta inferior de Casa Bonay está ocupada por un conjunto de espacios que trascienden el concepto de hall de hotel y realmente se abren hacia los habitantes de la ciudad con tres propuestas diferenciadas, cada una con su propia personalidad.
Está la zona de cafetería (donde Satan’s Coffee Corner comparte espacio con Mother), el restaurante Elephant, Crocodile, Monkey (que al mediodía se convierte en la taberna vietnamita Têt)… Y el espacio polivalente de Libertine, que es en el que pretendo centrar este texto. La primera pregunta es sencilla: ¿a qué viene un palabro tan absurdo como “polivalente”? Pues, básicamente, a que Libertine no está pensado para ser un lugar de desayunos, tampoco uno de comidas ni de cócteles, incluso huye del concepto de lugar de reunión o sitio tranquilo en el que currar con alguna bebida y algo de picar… Libertine no es nada de eso porque, al fin y al cabo, lo es todo a la vez.
También es cierto que parte del camino está ganado por el propio espacio: en el corazón de la planta baja de Casa Bonay (en el número 700 de Gran Via, justo al lado de Tetuán), y con acceso desde la propia calle, Libertine es un lugar amplio y excelso en el que priman los tonos verdes y en el que diferentes tipos de sillas y mesas ofrecen diversas experiencias (las grandes mesas de trabajo, las típicas mesas para grupos pequeños e incluso los magnánimos sofás con sus mesitas multiusos). Todo está diseñado y planificado con un mimo extremo en el que se pueden ver reflejadas algunas de las mejores creatividades locales. Y, por último, a ambos lados hay propuestas a tener en cuenta: a un lado, la barra de toda la vida, abierta todo el día; al otro, por las mañanas se abre una barra de desayunos regentada ni más ni menos que por Satan’s Coffee Corner.
Con esto llegamos al gran punto fuerte del Libertine: la propuesta de gastronomía y bebida. Los mencionados desayunos, que se sirven de 7 de la mañana a 12 del mediodía incluyen la mayor parte de las exquisiteces que ya se pueden disfrutar en Satan’s Coffee Corner, aunque prometen ir adaptando la carta poco a poco hasta tener algunos platos que casen mejor con el espacio de Casa Bonay. El resto del día, la cocina del Elephant, Crocodile, Monkey está abierta para servir todo un conjunto de platos exclusivos de Libertine y pensados para satisfacer necesidades muy diversas: desde el barcelonés que quiera zamparse una hamburguesa muy tremenda o unas bravas increíbles (en serio, lo de las bravas no tiene nombre) hasta el turista que esté cansado de la fritanga de la Ciudad Condal y quiera reposar el estómago con propuestas sibaritas como la lubina, la ensalada griega o el club sandwich, todo ello con el inconfundible (y loquísimo) sello de calidad del chef Estanis Carenzo y regado por la carta de vinos del propio restaurante (en la que te puedes perder a base de vinos naturales y cervezas crafties).
La cocina está abierta non-stop hasta las 12 de la noche, así que el horario también se ajusta a necesidades muy diferentes: reuniones a deshora, cenas íntimas, comidas tardías en días de resaca… Tú mismo buscas el momento, y en el Libertine ya se ocupan de ponerte la comida y el ambientazo. Porque, como colofón a todo lo dicho, resulta que en Casa Bonay ya está montando veladas muy locas como las Noches Finas (todos los jueves, con musicón a cargo de diferentes djs y con una comida de cuchara que te puedes servir directamente desde una gigantesca olla en el medio del lugar) o los sábados con sesiones de djs y cócteles. Al fin y al cabo, si Libertine se hace llamar “Casa de comidas y bailes” por algo es. [Más información en la web de Casa Bonay]