A Tribe Called Quest regresan al ruedo después de 18 años de silencio para demostrar lo que ya sabíamos: que la cosa (del hip-hop) está fatal de lo suyo y necesita salvadores.
WE GOT IT FROM HERE… THANK YOU 4 YOUR SERVICE, de A Tribe Called Quest. Debo reconocer que A Tribe Called Quest han conseguido hacer sentirme viejuno, musicalmente hablando. Me considero enemigo acérrimo del “ya no lo hacen como antes”, de que cualquier cosa pasada sea mejor. Ni mejor ni peor, oye, sino distinta. Eso es lo que os hubiera dicho siempre. Hasta ahora. Porque ATCQ han vuelto, después de 18 años, ni más ni menos, y acaban de demostrar que no: el hip-hop ya no es lo que era. Y lo demuestran con una obra gloriosa, una jugada maestra, más propia de la “golden era” de esta escena que a algunos nos mantiene un poco alejados, un poco desilusionados, faltos de un gran referente en los últimos años que nos vuelva a enganchar.
“We Got It From Here….” (Epic, 2016) tiene todos los elementos que hicieron a ATCQ unos de los más grandes: una producción maravillosa, una elección de samples originalísima, rebosante de gusto y musicalidad, un flow absolutamente insuperable, unas rimas que rozan la literatura de muchos quilates… Como siempre, también muestran su cara más política (porque a ellos siempre les llamó más el compromiso social que los excesos de corte penitenciario) y nos hacen creer que en la América de Trump todavía queda esperanza. Todo esto no significa que el disco suene a ron añejo, al contrario: sorprende su frescura, su chispa juvenil. Cuentan, además, con una impresionante gama de invitados: habituales de la crew como Busta Rhymes y Consequence, jóvenes estrellas como Kendrick Lamarr y Anderson .Paak, y los inesperados Jack White y Elton John.
“We Got It From Here…” parecía un álbum destinado a decepcionar, la vuelta apresurada de un señor mayor que, en vez de patinar y acabar descalabrado con el culo en el suelo, nos muestra su última pirueta magistral. A esta demostración de fuerza creativa añádele la trágica desaparición de Phife, enfermo de diabetes (“Hacer este disco lo mató”, ha dicho Q-Tip), y que éste sea el último aliento de una banda que, en estos tiempos oscuros que se avecinan, se nos hace más necesaria que nunca. Junta todos estos factores y atrévete a decirme que esto no es jodidamente emocionante. Que A Tribe Called Quest no son el mejor grupo de hip-hop de la historia. Porque este viejuno te dirá que sí. Que sí lo son.
Más información en el Facebook de A Tribe Called Quest. Escucha «We Got It From Here… Thank You 4 Your Service» en Apple Music y en Spotify.
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¿Tú también buscas un sucesor para el «Flesh Tone» de Kelis? Pues «Redemption» de Dawn Richard puede ser lo que buscas… O no. Quién sabe. Decide tú.
REDEMPTION, de Dawn Richard. Vaya por delante que lo de Dawn Richard me tiene un poco loquer, porque ya no sé si pensar que la tiparraca está jodidamente esquizofrénica o soy yo el que tiene el problema. Al fin y al cabo, di por supuesto que, ahora que lo estaba petando bajo el nombre de D∆WN (un nombre, por cierto, que jode lo más grande porque siempre tienes que recurrir a Google y al copiar y pegar por culpa de esa ∆ raruna), iba a conservarlo. Pero no, ahora resulta que lanza su nuevo disco, «Redemption» (Local Action, 2016), y que vuelve a firmar con Dawn Richard. Pues yo que sé. Lo que tú digas, chiqui.
Al fin y al cabo, es escuchar las tres primeras canciones de «Redemtpion» y llegar a una conclusión: puedes llamarte como te dé la puta gana, porque esto es canelita fina. Voy a hacer una confesión: la primera vez que escuché el disco sentí poderosamente que me encontraba definitivamente ante el sucesor natural del incomparable «Flesh Tone» (Interscope, 2010)… Y quien me conoce sabe que soy una persona totalmente obsesionada con encontrarle un heredero al discarral de Kelis. Pero no. Nunca llega. Ahora bien: a partir de la tercera escucha no me queda demasiado claro por qué me dio por pensar aquello.
A ver, que las evidencias están ahí: «Redemption» se abre muy arriba: «Love Under Lights«, «Black Crimes» y «Voices» juegan con el bombo choni-troni que da gustito mientras la voz de Dawn Richard suena tan negra y cálida pero a la vez tan futurista y perdida en un mar de humo de ese de discoteca de extrarradio como sonó Kelis en su momento. Pero al Papa lo que es del Papa, y resulta que las vías de exploración de «Redemption» van más allá de la desacertada comparacion con «Flesh Tone«: aquí tenemos a una tipa facturando un disco de nu-r&b trenzado con future beats como no veíamos desde sus buenos tiempos, desde el advenimiento de FKA Twigs y compañía. Pero, a la vez, la gran magia de Richard es que consigue todas sus canciones suenen perfectamente radiables, con una potencia para la masividad que asusta.
Puede que «Redemption» no sea el heredero del «Flesh Tone» de Kelis que hace años que busco… Pero ni falta que le hace, porque es una jodida maravilla que brilla con su propia luz, sin necesidad de referencias que lo lacren. Brilla tanto que hay que perdonarle a Dawn que no se aclare con su carajo de nombre.
Más información en el Facebook de Dawn Richard. Escucha «Redemption» en Apple Music y en Spotify.
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Justice siempre han ido un poco a rebufo de Daft Punk… Y es inevitable abordar su nuevo disco, «Woman», precisamente a partir de ciertas comparaciones odiosas y un puñadito de nostalgia.
WOMAN, de Justice. Ah, el 2007, qué gran año para el resurgimiento fiestero catalizado por los cachorros del nu-rave y la electrificada nueva generación del French Touch… Seguro que a Justice, en pleno 2016, les encantaría viajar atrás en el tiempo y convertir aquella temporada en su particular año de la marmota, cuando su debut, “†” (Ed Banger / Because, 2007), los puso en la cresta de la ola en un momento en que sus grandes maestros y fundamental influencia saqueada, Daft Punk, ya estaban cómodamente instalados en el Olimpo de las leyendas. En realidad, es probable que tal deseo ya hubiese pasado por las cabezas de Gaspard Augé y Xavier de Rosnay tras editar “Audio, Video, Disco” (Ed Banger / Because / Elektra, 2011), LP que evidenciaba que su suflé electro-dance-rock empezaba a desinflarse y que se les presentaba todo un desafío de cara al futuro: escapar no sólo de la sombra daftpunkiana, sino también de la suya propia.
A lo largo del posterior lustro, a ese reto se añadió el peligro de caer en el olvido (evitado por sus colosales sesiones: el abajo firmante aún guarda un recuerdo vívido de su apoteósica aparición en el festival Paredes de Coura 2013) y en la intrascendencia discográfica si no eran capaces de entregar un nuevo álbum que estuviese a la altura para frenar su descenso artístico. Con una dificultad adicional: la inesperada resurrección de Daft Punk. Vamos, que el panorama para Justice en su travesía hacia este “Woman” (Ed Banger / Because, 2016) no era precisamente alentador. ¿Y, al otro lado de la barricada, qué expectativas tenían sus seguidores habituales? Quizá las justas y necesarias para no perder el interés en torno a su tercer trabajo.
Pero, seamos realistas: en “Woman” no hallaremos pistas esperanzadoras sobre la recuperación creativa de Justice… De hecho, sus temas de adelanto ya no habían aportado suficientes motivos para gritar de alborozo: “Safe And Sound” no era más que un híbrido descolorido de “D.A.N.C.E.” y edulcorado de “Civilization”; “Randy” abusaba del electro-prog-rock de pátina setentera para, eso sí, adherirse al cerebro con cada escucha; y “Alakazam !” se quedaba a medias en su intento de quemar la pista de baile a golpe de filter-disco.
El resto del tracklist confirma que el dúo aplicó una estrategia sospechosamente similar a la seguida por Daft Punk en “Random Access Memories” (Columbia, 2013) con el fin de exhibir un sonido más orgánico y natural. Aunque, en su caso, en vez de inspirarse en el funk primigenio a lo Chic / Nile Rodgers, volvieron a repasar (como en “Audio, Video, Disco”) los capítulos de los libros de historia musical dedicados al pop-rock progresivo / sinfónico de la Electric Light Orchestra. No debería extrañar, pues, que a medida que avanza “Woman” a través de la blandurria “Pleasure”, la discotequera “Fire”, la veloz (sin más) “Chorus” o la casi auto-paródica “Heavy Metal” surja la convicción de que la fórmula justiciera está a punto de agotarse. Para evitarlo, sólo habría una solución: que Augé y de Rosnay regresasen a 2007. Y eso, aparte de que no puede ser, es imposible…
Más información en la web de Justice. Escucha «Woman» en Apple Music y en Spotify.
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Ahora que Bon Iver ha puesto sobre la mesa su «22, A Million» y seguimos hablando de folk como si nada, llegan Lamchop y amplían el campo de batalla con su genial «FLOTUS».
FLOTUS, de Lambchop. En los días posteriores al lanzamiento de «22, A Million«, hubo un colega que escribió en Facebook algo como «Si alguno de vosotros vuelve a decir que lo nuevo de Bon Iver es folk, os asesino a todos«. Y tenía parte de razón. «22, A Million» es tan folk como lo fue en su momento «The Age of Adz» de Sufjan Stevens o como lo es este nuevo «FLOTUS» (Merge, 2016) de Lambchop. Pero, qué queréis que os diga, si viene del folk, si va hacia el folk, si suena a folk, si huele a folk… Pues será folk, ¿no?
De hecho, hay que reconocer que, de entre todas las aproximaciones a la (más o menos) electrónica aquí mencionadas, la de Lambchop sería la que conserva la esencia folk en mayor medida. Un caso magistral de cambiarlo todo para no cambiar nada, vamos. Pero también un caso más del modus operandi al que nos tienen acostumbrados los de Kurt Wagner: es esta una banda adicta al cambio, una de esas formaciones que parece tener muy interiorizado que, para decir dos veces lo mismo, mejor no decirlo la segunda vez y pensar algo totalmente nuevo y sorprendente.
Eso sí: las sorpresas de Lambchop siempre son como las de este «FLOTUS«. Sutiles. Elegantes. Cualquier alma despistada podría escuchar este álbum por vez primera y pensar que aquí no ha cambiado nada: la voz de Wagner sigue siendo cálida y envolvente, las canciones siguen apostando por las progresiones largas, los ritmos siguen estando aletargados y como suspendidos en un ámbar pretérito. Pero, a poco que se le preste atención, «FLOTUS» libera todas sus novedades de forma exuberante: el uso del vocoder, la introducción de texturas electrónicas que se trenzan a la perfección con la instrumentación folkie, las cajas de ritmos digitales…
Si Sufjan apostó por el baile y Justin Vernon por la fragmentación mental post-Kanye West, lo de Lambchop es más bien una aplicación de las enseñanzas de Kendrick Lamar (esa figura que es tan ambivalente que ahore puede rastrearse su impronta en casi cualquier disco lanzado en los últimos meses) a un entorno folk controlado. Repito: si viene del folk, si va hacia el folk, si suena a folk, si huele a folk… Es folk. Pero un folk que se ha deconstruido y reconstruido para que suene y brille en su máximo fulgor.
Más información en la web de Lambchop. Escucha «FLOTUS» en Apple Music y en Spotify.
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