GRABACIÓN DE “PACÍFICA”, PRIMER DISCO DE BUENA ESPERANZA.
Lunes 20 de agosto. Faltan 2 días para empezar la grabación. Siempre que empiezo un diario de grabación lo hago con miedo al momento en que se acabe, porque entonces significará dos cosas importantes: 1. El tiempo en el estudio habrá terminado y, con él, la diversión; y 2. Ya será inamovible y quedará registrado para siempre lo que hayamos sido capaces o no de hacer.
Sin embargo, este vez tiene algo que lo hace todavía más especial. No sólo vamos a grabar el primer disco de Buena Esperanza después un EP que grabamos en otoño de 2009 y que se editó en formato vinilo de 10” en julio de 2010 en Gran Derby Records, con lo emocionante que ya es eso de por sí, sino que esta vez las condiciones de la grabación me hacen creer que estamos ante un momento irrepetible: vamos a grabar con Jay Robbins, uno de los productores más reconocidos dentro del estilo de música que practicamos Buena Esperanza y que ha trabajado con (no sé si ponerme de pie o hacerme el muerto) bandas como The Promise Ring, Jawbreaker, Jets To Brazil, Texas Is The Reason, Maritime, Aina, Engine Down o The Dismemberment Plan. Sin embargo, no es por su trabajo como productor por lo que Robbins es considerado una leyenda dentro de la escena independiente de punk / hardcore / emo mundial, sino por haber sido el cantante y compositor principal de Jawbox, Burning Airlines, Channels y ahora Office Of Future Plans, además de haber tocado en uno de los grupos de hardcore-punk más influyentes y venerados de Estados Unidos: Government Issue. Se podría decir, sin temor a equivocarnos, que Robbins estaba en la habitación donde se inventó el hardcore junto a sus amigos Ian MacKaye (Fugazi) y Henry Rollins (Black Flag).
Jay viene específicamente a hacer este trabajo desde Barltimore (EEUU), donde vive con su familia y trabaja en su propio estudio de grabación llamado Magpie Cage. Por si eso no fuera suficiente, grabamos en nuestro estudio de cabecera en Madrid, Estudio Brazil, y con Javier Ortiz y Marcos Bandera de técnicos asistentes. Por explicarlo mejor: si me dieran un cheque en blanco para grabar el disco que quisiera, donde quisiera y con quien quisiera, la situación sería exactamente la que he descrito. ¿Cuántas veces he estado ante esta perspectiva en el pasado? Ninguna. ¿Cuántas más veces voy a poder estar en una situación parecida? Diría que va a ser difícil que se repita.
Debo avisar, aún a riesgo de quedar en un lugar peligroso, y por si no había quedado suficientemente claro, que Robbins es una especie de héroe para mí. Un ejemplo a seguir como músico, un referente, un ídolo. Mi trabajo a partir de ahora será doble: tocar bien la batería y aplacar cualquier comportamiento que se acerque al terreno del fanatismo. Lo digo en serio y lo digo con pudor. Llevo escuchando el trabajo de Jay (ya se trate de sus bandas o las bandas que ha producido) al menos desde 1995: matemáticamente eso supone la mitad de mi vida. No es gracioso ser tan fan de alguien a mi edad. Hacer el ridículo más espantoso es sólo cuestión de minutos.
Por todos estos motivos y porque los que formamos Buena Esperanza –Jerónimo Martín, Miguel Cerezo y yo- somos amigos íntimos desde el primer año de la universidad (los tres estudiamos Ciencias Políticas con diferente éxito), es imposible no empezar esta grabación con el ánimo disparado.
Para contextualizar todo lo que está a punto de suceder, tenemos que ir al origen del proyecto. Prometo ser muy breve.
Hace un año exactamente, Jero, Miguel y yo compartíamos cena y cervezas en un quiosco al aire libre que está muy cerca de Sonic Boom, el complejo de locales de ensayo donde todos los grupos de Gran Derby Records que residimos en Madrid tenemos nuestro centro de operaciones. Esa fue la primera conversación que tuvimos sobre grabar un disco. Ese invierno y parte de la primavera la habíamos pasado girando por la península y Canarias junto a nuestro grupo hermano, Muerte Y Destrucción. Teníamos canciones nuevas que habíamos ido probando en directo y teníamos la intención de escribir más, así que tenía sentido empezar a plantearnos grabar un disco. Un dato: ni Jero ni Miguel han grabado nunca un disco. Todavía más: la primera vez que Miguel entró en un estudio fue para grabar nuestro primer y único EP. Buena Esperanza lleva su propia velocidad y, si tardamos 13 años en formar el grupo, estamos capacitados para esperar el tiempo que haga falta a lo que sea que vayamos a hacer.
En esa conversación se habló de dónde podíamos grabar y con quién, dentro de nuestras posibilidades, de cuándo hacerlo y de cómo hacerlo. Buena Esperanza pertenece a Gran Derby (sello del que soy cofundador) y, por tanto, nos ajustamos a una forma de hacer las cosas, a unos presupuestos y a un calendario. Todo parecía transcurrir de forma normal hasta que, deliberadamente, puse sobre la mesa el nombre de Jay Robbins: si íbamos a hacer un disco, ¿por qué no grabarlo con el individuo que ha dado el sonido a la mayoría de nuestras bandas favoritas? No recuerdo la reacción exacta de cada uno, pero me imagino que Jero soltaría una carcajada y que Miguel se quedaría mirando extrañado. Aquella propuesta no pertenecía a nuestro pequeño universo, nos quedaba grande, se nos escapaba. Era, sencillamente, una locura.
Lo malo de creer que todo es posible es que lleva mucho trabajo demostrarlo. Sin embargo, esta vez estaba empeñado en hacer todo lo que estuviera en mi mano para, al menos, convertir esa propuesta que sonaba a estupidez en una posibilidad real. Quería hacerlo para demostrar a Jero y a Miguel que Buena Esperanza puede enfrentarse a cualquier cosa y también por puro egoísmo: quería trabajar con Jay Robbins como fuera, donde fuera y cuando fuera.
Los siguientes meses fueron tan emocionantes que sé que no voy a ser capaz de trasladar al papel lo que sentimos todos cuando Jay contestó al primer email o cuando nos dijo que había escuchado las canciones que le habíamos mandado y que le parecían maravillosas, o cuando tratábamos de que fuese factible la idea de irnos incluso a Baltimore a grabar; no voy tan siquiera a tratar de concentrar en dos frases mal construidas la sensación de estar literalmente flotando en el aire, sin gravedad, el día que leímos un mensaje suyo que decía: “Será un placer trabajar con vosotros”. Eso ya forma parte de la colección de calambres que la vida reserva a los que tienen -¿tenemos?- la suerte o la desgracia de vivir siempre a punto de sobrepasar el límite permitido de intensidad.
El caso es que mañana martes 21 de agosto Jay Robbins aterriza en la Terminal 4 del aeropuerto de Madrid-Barajas y tres amigos que tienen un grupo y que llevan media vida escuchando discos en los que este señor ha participado de una u otra manera, estarán esperándole al otro lado de la puerta de la sala de llegadas. Nerviosos, inseguros y expectantes, como si en lugar de 34 años tuvieran 18 y no supieran cómo han llegado hasta ahí. Como si hubieran retrocedido en el tiempo.
[Pepo M.]