Me consta que hay quien está muy de acuerdo conmigo siempre que digo que Stars son los Pimpinela canadienses, los Camela del frío. Son pimpinelescos y camelitas en cuanto que les gusta más un drama que a un tonto un lápiz; y su forma favorita de representarlo es por la vía teatral y las estrofas dialogadas. Los parecidos, obviamente, terminan aquí. Por suerte para Stars, ellos son de Toronto… y todo lo que ello conlleva. Ya saben: Michael Moore descubrió que dormían con las puertas abiertas, sus gentes son amigables e increíblemente civilizadas y sus ciudades son avanzadas sin ser inhóspitamente cosmopolitas. Sí, en FPM somos muy fans de Canadá, de sus gentes, de sus puertas abiertas y de sus músicas. Y será que ya vislumbramos la luz de los Fuegos Arcádicos en la lejanía, que esta semana estamos más canadienses que nunca. Tanto, que estoy por proponer que esta sea la Semana Fantástica de Canadá en Fantastic Plastic Mag.
Stars son una banda fascinantemente atemporal. Mientras unos y otros van dando bandazos de un género a otro, ellos se aferran a su peculiar visión glossy del pop-rock lo mismo que se aferran a esas emociones que tan buenos momentos nos dan y tan mal parecen hacérselo pasar a ellos. Sin ser enciclopédicos, sí han sabido conformar a lo largo de más de diez años y cinco discos, un entramado de arquitectura pop muy particular y propia. Lo suyo es el melodrama enérgico, la banda sonora cinematográfica y las emociones a flor de piel. Si no te gusta el pop en su esencia más emo (y cuando digo emo quiero decir emo de verdad, de llorera, de mirar por la ventana y ver la lluvia caer y lamentarse de lo triste que puede llegar a ser la vida y tal) ni te acerques. Ya sabes, para disfrutar de Stars como se merecen debes de ser de esos que se plantean lo de si se ponen canciones pop porque están tristes o si se ponen tristes porque escuchan canciones pop. Y lo mejor de todo es que, detrás de este escenario naïve y emocional, se esconde una banda que compone canciones de una forma muy adulta, que se articulan a través del emo pero sin caer en la excentricidad o la sobreactuación, y que confirman su categoría de banda vital a través de unas letras inteligentes y muy literarias. Y estas letras no tendrían el efecto que tienen en el oyente (y en sus fans, que somos legión), si no fuera por la maravillosa manera que tienen de interpretarlas Amy Millan y Torquil Campbell, que saben ponerse en la piel de los personajes que habitan y se pasean por sus canciones: de la gélida novia despechada al amante sufridor, del enamorado homesick a la triste abandonada, en muchos casos con la estructura clásica del Qué vienes a buscar/ a ti/ ya es tarde /por qué… etc.
Después de dedicar su último álbum al concepto de las guerras de alcoba (“In Our Bedroom After the War“; Arts & Crafts, 2007 )-, los canadienses nos regalan un quinto álbum que, curiosamente, se llama “The Five Ghosts” (Vagrant, 2010). Y aunque el fantasma que más les debe rondar pasada la medianoche se llama “Set Yourself on Fire” (Arts & Crafts / Sinnamon 2004) , disco con el que rozaron la perfección del pop emocional, en “The Five Ghosts” los que se pasean son menos tangibles, no terroríficos, pero sí acechantes. No son nuevos sin embargo, sino son los fantasmas que nos acompañan a lo largo de las relaciones: el miedo, la inseguridad, el abandono, el despecho… y nos observan, nos invaden desde los títulos, desde las letras, desde la portada del disco (que si la ve Iker Jiménez se le hace el culo Pepsicola) y desde sus vídeos y todo el artwork. ¿Se han puesto tétricos Stars? No tanto. El fondo sigue siendo el mismo. La forma sigue en permanente evolución, rescatando la querencia por las guitarras puntiagudas que ya acentuaran en su anterior entrega.
Como siempre, han conseguido firmar algunos hits que destacan en las primeras escuchas por encima del resto, más enérgicos y vitalistas, no tan derrotistas como otras canciones. Por ejemplo, “Fixed“, en el que Amy decide abandonarse en los brazos de otro fantasma también canadiense, llamado Emily Hanes. Es una canción extraordinariamente pegadiza que se aleja de los derroteros de pop ensimismado y se adentra en las llanuras del rock expansivo con mucha presencia de los teclados marca Metric -algo que se repite de nuevo en otros cortes-. Siguiendo en la línea de canciones redondas, pegadizas, llamativas, estarían “I Died so I Could Haunt You” (de nuevo el leit motiv espiritista) y la que abre el disco, “Dead Hearts“, una nana que sí que tiene un rollete fantasmagórico malrollero de cuento de acampada pero que, como siempre, viene envuelta en papel de seda con lazo de satén. “We don´t Want Your Body” pasa por ser la más llamativa, que deja claro que en este disco Stars tienen más intereses en los temas uptempo que en las baladas. No hay ninguna “Ageless Beauty“, ni nada parecido a la energía vigorizante de aquélla “What I´m Trying to Say” (de nuevo, la sombra de “Set Yourself on Fire“) pero, en general, estos cinco fantasmas resultan mucho más efectivos que aquellas canciones de calma después de la guerra.
Hay quien ha acusado a Stars de dormirse en los laureles, de abandonarse o de no ser capaces de sacar adelante su propia fórmula. Es fácil pedir hits y discos épicos como el que pide media docena de churros, pero en este caso me uno a aquellos que piensan que sacar un disco digno es muchísimo mejor que un disco malo. Y que hay bandas que muy difícilmente podrían hacer esto último. En “The Five Ghosts” hay fantasmas de los que nos acordaremos más que de otros. Pero no hay ni abandono ni aburrimiento. Algunos ya opinan que deberían hacer lo que pregonaban en el inicio de su tercer álbum: “When there´s nothing left to burn, you must set yourself on fire“. Personalmente, pienso que lo único muerto que hay en este disco son los fantasmas del título. El resto, es pura vida pop. Y el pop, como las relaciones, tiene sus altos y sus bajos. No se me ocurre ninguna banda que hable de ellos tan bien como Stars.
Ni siquiera Camela.