Comparamos la temporada 12 de “RuPaul’s Drag Race” contra las temporadas 1 y 6… ¿Nos encontramos ante otro punto de inflexión del programa?
“Rupaul’s Drag Race” ha cambiado la forma de hacer televisión. Así lo digo, sin paliativos, no me escondo. De igual manera, ha cambiado cómo un sector de la sociedad habla de lo queer y ha catapultado a la palestra lo que antes solo se hablaba en los círculos activistas. Ese imperio mediático que posee nuestra Mama Ru estrenó hace poco su temporada número 12, dividida en dos premieres. Once años, que se dicen pronto, y más de un centenar de drag queens que han pasado por ese plató. ¿Cómo ha cambiado todo desde 2009?
Tres temporadas clave
La primera temporada se llama a veces “la temporada perdida” porque, hasta que Netflix la subió hace un par de años, no había forma humana de verla (ni legal ni ilegalmente). Era una especie de temporada piloto, hecha con los retazos de otras grabaciones y con un presupuesto total de 5 euros y un paquete de gomina que usaban para embadurnar las cámaras y darle a la imagen un brillo particular (la propia RuPaul admitió esto, diciendo que era para “suavizar el drag de las concursantes“) .
Cinco años después, en 2014, todo había cambiado… Pero, aun así, todavía le quedaba mucho más por cambiar. En aquel entonces, el premio eran 100.000 dólares en vez de los 20.000 de la primera temporada. Aún se emitía en LogoTv, pero iba a ser cambiada a VH1 al año siguiente, una cadena mucho más generalista. También fue la primera temporada en la en la que su final fue grabada delante de una audiencia real (y la que inauguró la tradición de grabar un final por cada posible ganadora para evitar filtraciones).
Ahora estamos en 2020, es la temporada número 12, el estreno es mundial, los concursantes son internacionales y estamos en la era de Instagram. Las reinas son conscientes de que lo que digan está siendo visto y ya no es tan importante llegar a la final: con tener una web serie se conforman (como decía sin ninguna vergüenza una de las concursantes de la temporada 11). Tres temporadas claves que pueden definir la serie entera y sus cambios a lo largo del tiempo.
Las entradas y los looks
El momento en el que vemos a las reinas por primera vez es mágico. En la temporada 1, es mágico por razones distintas de las habituales. Van entrando en drag, se van presentando, pero no dicen sus frases célebres ni nada. Una entra en vaqueros con una peluca, para demostrar que es la más passing de todas (la que más parece una mujer cis, vamos) y a mí casi me da un aneurisma, la verdad. El passing es un tema recurrente en estas primeras temporadas que se hace cada vez menos obvio con el paso del tiempo. Las ganadoras de las últimas ediciones juegan con el género, la androginia y lo no binario. Pero, en 2009, aún quedaban diez años para esto.
En la temporada 6, es otro rollo. Las reinas ya entran con looks que las definen y ya entran a la cámara, además de entrar a un taller completamente distinto. Ya vemos el desarrollo de “Rupaul’s Drag Race” como universo cinematográfico a lo Marvel: una de ellas hace referencia a una de las concursantes anteriores. Otra se queja de que no ha traído suficientes vestidos. ¿Diría eso una reina que se ha visto todas las temporadas del show? No.
Las reinas de la temporada 12, sin embargo, vienen listas para conquistar y listas para ganar, pero no necesariamente el juego. Sus presentaciones ya no están dirigidas a intimidar a la competencia y ganar los 100.000 dólares, sino a cautivar a los espectadores. Una de ellas hace el chiste de “All Stars” (el programa en la que compiten exconcursantes), y todas buscan su momento Miss Vanjie. Desde luego, por la pinta que tienen, ninguna se ha olvidado de meter pelucas de más.
Del imperio del fish al arte
En la primera temporada, solo hubo nueve reinas, muchas racializadas y solo dos de ellas consideradas “raras”: Ongina, que va sin peluca y a la que le dicen que tiene que dejar de parecer un niño, y Nina Flowers, que tiene un estilo más alternativo. La ilusión de la feminidad sigue estando presente, siendo el mayor exponente de arte el ser fish: parecer una mujer cis.
Si hubiera que hacer un gráfico con la diversidad en “Rupaul’s Drag Race“, tendría forma de curva invertida. Al principio hay muchas reinas negras, racializadas, extranjeras, migrantes. Según aumenta la popularidad del formato, las reinas con más oportunidades han ido copando no la selección sino los puestos de más visibilidad. Ahora, después de críticas de algunos sectores de su fandom han intentado volver a darle diversidad, pero esta vez es la diversidad “cool”: migrantes, pero francesas y canadienses, de tradiciones exóticas, etc. No es necesariamente malo, pero desde luego es un contraste. La temporada 6 está en la parte baja de la curva, a pesar de que la gane una latina.
Los looks también son distintos. Si antes se apreciaba lo femenino, la ilusión, ahora se premian otras cosas, sobre todo el arte, tener una personalidad interesante y algo que decir.
El aumento de la exigencia
Durante mucho tiempo, fue tradición que las reinas se estrenaran con una sesión de fotos con Mike Ruiz, el fotógrafo extraoficial del programa. No fue distinto en la primera temporada. Los looks son, de nuevo, de 2009 (terribles) y low cost. El primer challenge reta su creatividad para crear un modelazo a partir de prácticamente basura. La temporada 6 empieza igual, con un photoshoot y una ganadora y un reto en el que tienen que crear su propia ropa.
La temporada 12 es otro rollo. Para empezar, Mike Ruiz no existe (he intentado buscarlo, pero no lo encuentro… por favor que alguien me diga si está bien). Y el primer mini reto de las queens es hacer una pasarela con tema de primavera y otoño, o sea, dos looks que traen de casa y sirven para presentarse. Por otro lado, el primer gran challenge es escribir y rapear unos versos sobre sí mismas en una canción original además de coreografiar y bailar. Todo esto en un tercer look, claro. ¿Y quién es la invitada especial para juzgar sus habilidades? Niki Minaj, la reina del rap (perdón a los fans de Cardi B por no saber soportar la verdad). Por supuesto, todo esto y el look de la pasarela final.
El cambio de exigencia es claro, pero al final es necesario. Solo las mejores llegan a “RuPaul’s Drag Race“, así que, ¿por qué no aumentar la exigencia? Sobre todo, con retos que no pueden solucionare fácilmente con dinero, como sucedió en otras temporadas.
El cambio de era
Al final, la mejor manera de ver el cambio de era es observar a los jueces de las premieres. La primera temporada tenía a Bob Mackie, un reputadísimo diseñador y estilista pero poco conocido en el mundo. La sexta, a Adam Lambert. Y la última temporada, Niki Minaj, una celebrity en toda regla. RuPaul ha creado un imperio mediático, ha ganado premios Emmy… Y eso se nota.
Sin embargo, ¿es todo esto positivo? La primera temporada, como todas, tiene el encanto de todas las producciones low cost y las pelis de serie B. También parece ser más libre: los chistes son más transgresores, menos “políticamente correctos”, como por ejemplo asumir que parte de la vida de las drag queens incluye el trabajo sexual. También hay meteduras de pata como aquel SheMail con el que Ru anunciaba los retos: un juego de palabras que alude a SheMale, una manera muy poco correcta de referirse a las mujeres trans. Ahora, sin embargo, se tienen otras sensibilidades. Ya existen categorías fuera de lo binario y se diferencia mucho la transexualidad del drag cuando antes estaba más difuminada.
El mayor peligro para “RuPaul’s Drag Race“, sin embargo, es que la inocencia que hace real a los programas de telerrealidad se está desvaneciendo. Los concursantes son cada vez más conscientes de que están siendo observados, y ya no se dejan llevar tanto. Para muchas, esta es su única oportunidad de saltar al mainstream, y no pueden arruinarlo por un mal día.
Sin embargo, ¿nos habría gustado tanto “La Isla de las Tentaciones” si los concursantes no hubiesen sido honestos? Habrá que ver la temporada 13 de “RuPaul’s Drag Race” para averiguarlo. [TEXTO: Cristina Allende] [Más información en el Instagram de “RuPaul’s Drag Race”]