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En música, como en la bolsa, siempre hay valores de alto riesgo (el hype) y valores seguros (los clásico, los dinosaurios o artistas que tiene más de cinco discos y a la que la gente aún les hace caso). Los primeros nos dan momentos de euforia transitoria y puede que algún rédito a corto plazo. Son pelotazos. Adrenalina. Lo que mola. Y eso está bien. Los segundos son esa cosa más reposada, tranquila y a la que empiezas a prestar atención cuando el tiempo pasa rápido para que te ayude a clavar la mecedora en el suelo. Lo ideal sería invertir el mismo esfuerzo en unos y en otros, pero los tiempos que vivimos no siempre lo permiten. Damien Jurado es un valor seguro. Jamás fue un hype, pues el estilo de música que practica está a años luz de poder serlo, sus discos no quieren entrar muy fuerte en las listas de lo mejor año (aunque normalmente lo consiguen sin esfuerzo) y su evolución musical sigue una correcta proporción geométrica. Jurado tiene once discos, el primero se editó en 1995, el último este año y se llama “Brothers and Sisters of the Eternal Son” (Secretly Canadian, 2014). Como diría aquél, “toda una vida“.
Cuando un artista tiene una carrera tan extensa y más discos de los que puedes contar con los dedos de las dos manos, es difícil seguirle la pista desde el principio. Yo conocí al Damien Jurado de “Caught in the Trees” (Secretly Canadian 2008), al hombre despechado que le dedicaba a su ex mujer una de las canciones más duras que he se han escrito nunca (“Sheets“, que es muy rollo “hola, qué tal, te he pillado con el carrito de los helados“) y que se desahogó con un disco tan áspero como emotivo. Cantautores con el corazón roto: un clásico que siempre funciona. O lo que es lo mismo: un valor seguro.
Luego vino la redención con “Saint Bartlet” (Secretly Canadian, 2010), el primer disco en el que trabajaría con Richard Swift, su aliado en la producción hasta hoy, con el mismo espíritu folk pero menos amargura y una apuesta más potente por la psicodelia y el rock de inspiración setentera. Más tarde “Maraqopa” (Secretly Canadian, 2012) fue la prueba de que es mejor componer mirando atrás sin ira y la confirmación de un sonido firme y paisajístico que se apoyaba en la sensibilidad de las letras y en una producción maximalista, un disco de una belleza casi insuperable donde el concepto (ese niño que se escapa de su casa para no volver jamás… Damien, ¿tienes algo que decirnos?) era solo el lápiz para dibujar el mapa sonoro de un lugar imaginario con más valles que montañas pero que resultaba muy fácil desear visitar de vez en cuando. “Brothers and Sisters…” no es otro pliegue en la figura musical de Jurado, es la continuación lógica de su disco predecesor, otra colección de canciones donde el escapismo no es sólo un concepto ni una idea: es un hecho irreversible, el regreso inevitable a ese estado emocional que es “Maraqopa“. Houston, Houston, hemos perdido a Damien. Pero, oye: si es a costa de discos como este, genial.
Lo primero que llama la atención de esta nueva entrega es la cantidad de canciones que la pueblan y lo poco que dura el conjunto, como si la idea fuera que esto sea un viaje breve y dos veces bueno y no un mal colocón, empalagoso y de resaca larga. Lo segundo que llama la atención es lo abiertamente que modela el de Seattle el folk y la poca discreción con la que se sitúa al lado de Fleet Foxes recogiendo el testigo de su revisitación del rock psicodélico de la costa Oeste, trabajando la sensación espacial de las canciones añadiendo ecos y reverbs (“Magic Number“, “Silver Timothy“, “Silver Donna“). Lo tercero es la cantidad de “Silvers” que hay en el disco (hasta cinco), así como algunas referencias bíbilicas bastante obvias (como en “Jericho Road“). Todo ello combinado con trayectos más intimistas que nos recuerdan que Jurado sigue siendo un autor de folk en el sentido estricto del término (“Metallic Cloud“, “Silver Malcom“, “Silver Katherine” y la emotivísima “Silver Joy” ), donde la canción se construye sobre una estructura básica de voz y guitarra, algo en apariencia simple pero que, si es interpretado como debe ser, tumba sin esfuerzo cualquier amago de megalomanía… Y Damien knows his shit, de la misma manera que sabe cómo moldear ese universo musical que ha ido creciendo y mutando a medida que él crecía como artista y nosotros como personas y que le ha servido para crear ese lugar al que deberíamos recurrir de vez en cuando en momentos de ajetreo o desesperación. Si en algún momento necesitáis encontrar un disco que os ayude a romper con el trajín diario, os recomiendo muy fervientemente invertir en éste. Es un valor seguro. Palabrita.