¡Es oficial! El documental “Muchos Hijos, Un Mono y Un Castillo” tiene como protagonista a la que debería ser la mujer del año: Julia Salmerón, la madre del actor Gustavo Salmerón.
El actor (y ahora director) Gustavo Salmerón ha estado filmando a su familia, y especialmente a su madre, durante más de quince años. De todo ese metraje ha salido el feliz documental “Muchos Hijos, Un Mono y Un Castillo”, cuyo título obedece a los tres deseos de juventud de su madre, Julia Salmerón. Una vez que esta ya tuvo muchos hijos (seis) y un mono, la familia heredó una fortuna y tuvo la oportunidad de realizar su otro sueño: comprarse un castillo.
El documental se abre con la misión del director de encontrar las vértebras de la tía de Julita, con las que la familia se quedó cuando la mataron en la guerra y que han conservado hasta día de hoy, tal y como explica Julia con total normalidad. Con el empeño del director de enterrar a sus muertos y así devolverle el buen karma a la familia como hilo conductor, veremos cómo sus buenas intenciones se convierten en una misión mastodóntica y disparatada. Por el camino, Salmerón se irá encontrando con todo tipo de objetos y reliquias que constituyen el universo de esta señora que niega tener el Síndrome de Diógenes, pero que guarda con esmero (y mucho desorden) absolutamente todo. Ella asegura que cada uno de esos objetos y prendas, hasta el último botón, son parte de su vida, y que por eso no quiere desprenderse de ellos. Como si se le fuera a ir un trozo de vida con cada una de estas piezas.
Tras la crisis económica, y con una deuda millonaria que no puede cubrir, la familia Salmerón se ve obligada a abandonar el castillo. Es este el momento en el que se debe decidir qué se queda y qué se llevan, algo que Julita tiene muy claro: todo, se lo llevan absolutamente todo. Todos los hermanos reunidos ayudan a sus padres en esta mudanza en la que veremos desfilar armaduras, camas -ríete tú de la Reina de Inglaterra-, cuadros, estatuas, lámparas de 500 kg… Una casa en la que el barroquismo rige y el lema que reina es el del “más es más”. Y, entre bulto y bulto, Julita sigue con su discurrir anárquico y genial, divertidísima y excéntrica, lleno de anécdotas y reflexiones, rodeada de objetos con los que se ayuda para ir construyendo el relato de su vida.
Julita es, sin duda, la revelación del año: una señora singular, surrealista y única, protagonista absoluta del film, a la que los guiones se le quedan cortos y con tal energía vital y carisma que llena la pantalla, la rebosa, se sale de ella y te acompaña para recordarte que una vida genuina y lejos de estereotipos es posible. Una vida que no cabe en una película, fiel a esa máxima de “la realidad supera la ficción”, increíble en la acepción literal de la palabra, porque si de ficción se tratara, no nos la creeríamos. Y eso es lo mejor de este documental: la libertad que desprende esta señora de 82 años, que no pretende ser más que ella misma. ¿Hay acaso mayor libertad que esa?
Soy consciente de que esta parrafada suena a un blablablá en el que digo mucho pero no digo ná. Podría haberos contado un montón de las salidas geniales de Julita, su resolución para contar anécdotas, la maravilla de objetos de esa casa, detalles desternillantes (esos frescos, ese tenedor, las cintas de cassette…) los momentos más enternecedores y los más disparatados, pero de nada serviría, porque esto hay que verlo para creerlo.
En un momento de confidencias con la cámara, su hijo le pregunta qué es lo que le gustaría hacer en los años que le quedan de vida, a lo que ella, resuelta responde: “¡Yo quiero divertirme!”, algo que Julita ha sabido, y sabe, hacerlo muy bien. Algo que, ahora, gracias a esta película, nosotros podemos hacer junto a ella. No dejéis que os la cuenten, vale con creces el precio de una entrada. [Más información en el Facebook de “Muchos Hijos, Un Mono y Un Castillo”]