Los temas “Visiones” y “En el Sur” reflejan un cambio con respecto a los que formaban “La Magia Bruta” al mostrar una rítmica pop más briosa que recuerda a tu época en Charades. ¿Has querido rescatar de una manera consciente esos sonidos de tu pasado, como si los quisieras actualizar ‘a la manera de Aries’? Creo que puede remitir a Charades porque este disco me apetecía que fuese muy pop. Me apetecía hacer melodías más concisas y también hacer canciones de tempos más rápidos. Si bien, creo que sigue habiendo canciones que son más experimentales o menos inmediatas. No quería repetir “La Magia Bruta”, y el cuerpo me pedía más pop y un directo menos tranquilo.
En cuanto a la cuestión de las letras de tus canciones, ¿quién es esa segunda persona a la que va dirigida tus mensajes? ¿Se podría interpretar como una figura imaginaria a la que cada oyente debe ponerle cara? En algunas ocasiones soy yo, me las canto para darme ánimos y fuerzas. Otras son para personas que quiero. Y en la mayoría de los casos no es nadie en concreto, me dirijo a cualquiera que las esté escuchando.
“Mermelada Dorada” es un disco muy sensorial y estimulante, en el que parece que los sonidos toman el protagonismo sobre los textos para conseguir esos efectos. ¿Otorgaste mayor importancia a la forma que al fondo durante el proceso compositivo? No, no… Me interesa mucho el tema de la producción porque es lo que más me divierte: digamos que el pop tiene unas estructuras o parámetros más o menos claros, pero con la producción puedes experimentar infinitamente. Pero el fondo es lo más importante para mí: la melodía y lo que quiero transmitir es lo esencial y en torno a lo que se articula todo lo demás.
El tono hipnótico de muchas de las piezas puede ayudar a que el receptor se abstraiga de la realidad durante la escucha. ¿Dirías que es un disco escapista? En parte, sí. Desde pequeña siempre deseo escaparme por ahí: el rollo escapista va conmigo. Pero, al mismo tiempo, creo que es un disco que habla de superación, de luchar y sacar fuerzas. Vamos, de estar aquí y ahora.
Dada la gran riqueza sonora de “Mermelada Dorada” y, teniendo en cuenta que en el escenario te presentas a solas armada con tus instrumentos, ¿cuáles son tus planteamientos para trasladarlo al directo? ¿Intentas mantenerte fiel a las formas que las canciones muestran en el álbum? En directo simplifico el tema de los coros y cambio arreglos de guitarra que no puedo hacer. Voy con dos samplers, un secuenciador y un sinte; voy disparando y tocando. Creo que, en general, sí que me mantengo fiel a las formas de las canciones; hice el disco teniendo presente cómo lo iba a llevar al directo. Además, viene conmigo Natalia Umpiérrez [autora de la portada de «Mermelada Dorada»], que es una artista de Pontevedra que hace proyecciones in situ: son muy preciosas y me hace mucha ilusión compartir esto con ella.
Durante varias fases de “Mermelada Dorada” vienen a la cabeza referencias extranjeras actuales con las que compartes determinados aspectos de estilo, como Lilies On Mars. Sin embargo, me parece superior tu trabajo. Quizá ello sea un reflejo de que ya no hay que acudir con tanta frecuencia a nombres foráneos para disfrutar de una música que aquí se hace mejor. ¿Notas, desde tu posición, ese empuje de la nueva escena alternativa española y ese cambio en los gustos a favor del producto nacional? Puedo hablar desde mi punto de vista y mis gustos… Salvo excepciones, los grupos españoles que, en mi opinión, tienen más calidad y son más arriesgados, no tocan en los grandes festivales, no llenan salas y su presencia mediática es nimia comparada con el “indie”, entre comillas, que copa toda la atención. Y muchos de los que me molan y reciben atención han tenido que petarlo fuera para que les hiciesen caso aquí. Pero no lo digo como algo grave, es lo que hay: otros circuitos y otras maneras de hacer las cosas.