“El Power Ranger Rosa” de Christo Casas se ha convertido en uno de los éxitos literarios de la temporada… Y es necesario analizar por qué.
“El Power Ranger Rosa” es un librito de pequeñas dimensiones que tiene poco más de cien páginas. Y cualquiera podría pensar, por lo tanto, que este es precisamente el secreto del éxito del manuscrito que ha convertido a Christo Casas en uno de los nombres fundamentales para entender la temporada literaria. Al fin y al cabo, la editorial niños gratis* lanzó su primera edición en diciembre de 2020 y, ya en 2020, ha tenido que reeditar la novela en dos ocasiones para satisfacer una demanda cada vez más creciente.
Lo dicho: el éxito de “El Power Ranger Rosa” puede quedar explicado por el hecho de que es un libro que no presenta ningún tipo de desafío lector y que se lee como quien bebe una cerveza una tarde calurosa de verano. Es decir, de forma rápida y refrescante. Pero quedarse con esta idea es un verdadero pecado reduccionista, porque lo cierto es que los logros de Casas en su debut literario van mucho más allá de su condición de lectura fácil.
Para empezar, Christo consigue condensar no una sino dos vidas en poco más de cien páginas: la vida del protagonista (¿el mismo autor?) y la de su abuela. La novela alterna presente y pasado. En el presente, un chaval que no encuentra salida laboral en España se muda a Berlín para buscarse la vida. En el pasado, ese chaval es un niño al que llaman el Power Ranger Rosa en el pueblo en el que están sus raíces familiares. El chaval que llega a Berlín lleva horas de conversación con su abuela a modo de grabación que quiere transcribir y convertir en un libro. El niño conversa con su abuela en tiempo real. Y, entre uno y otro, el retrato de la abuela acaba siendo igual de poderoso que el del mismo protagonista.
Es justo en la tensión entre la visión del mundo que se desprende de ambos relatos donde nace la identidad del protagonista. La abuela opina: “Mira, yo sé que el muñeco ese rosa lo has roto para que no te digan que eres una niña. Pero tú lo que tienes que hacer es jugar con lo que quieras y con quien quieras, y si te pega ese niño pues tú no le pegues porque tú no vas a ser un hombre como él. Porque yo, si le pegara a todos los hombres que me han puesto la mano encima en esta vida, hijo, no estaría viva. Y ganas no me faltaron. Pero los que no somos como ellos, tú, y yo, y tu tía, tenemos que aprender a retirarnos a tiempo y a correr más rápido. A ser más listos. Y a ser más fuertes. No hay nada más débil que un hombretón“. Y, a continuación, el protagonista responde: “Me llamaban el Power Ranger Rosa, ¿sabes? ¿Esa serie de los noventa? En el pueblo. Mi abuela me dijo que pusiera la otra mejilla y que aprendiera a callarme, pero yo me hubiera ahogado vivo en esa estrategia. He optado siempre por morder de vuelta. Supongo que hay muchos modos de sobrevivir“.
Un diálogo entre dos posiciones cercanas pero incompatibles que viene a ser como una tortura medieval en la que dos caballos estiran un cuerpo en direcciones contrarias. Y un diálogo, al fin y al cabo, que es urgente en los tiempos que corren. A nadie se le escapa que vivimos una nueva oleada de violencia homófoba en la que han caído muchas máscaras y en las que se han destapado muchos fantasmas del pasado que creíamos totalmente enterrados. La conexión entre el discurso de la derecha y el empoderamiento de ciertas actitudas LGTBIQfóbicas que se sienten legitimadas desde el flanco político es innegable.
En este clima, resultan francamente necesarios libros como “El Power Ranger Rosa“, en el que Christo Casas reflexiona sobre ese momento crítico en el que la comunidad LGTIBQ+ siente que ya basta de poner la otra mejilla y que es necesario devolver los golpes. Lo hace, además, sin dogmatismos e hilvanando su discurso dentro de una ficción que atrapa y que hipnotiza. Y que, de hecho, tampoco se aleja demasiado de otra de las grandes preocupaciones del autor: la conciencia de clase, algo que ya explora en su podcast “Pobres Ratas“.
A ese respecto, Casas deja caer reflexiones realmente afiladas: “Esto es algo común en mis padres. Cuando uno no tiene mucho, lucha desesperadamente por aparentarlo. Cuando alguien es rico, puede permitirse salir con un chándal roído porque todo el mundo sabe que tiene el armario lleno de prendas mejores. Puede pasearse por el pueblo en un coche viejo porque todo el mundo sabe que guarda uno brillante en su garaje. Podría ir desnudo y todos sabríamos que lo hace porque quiere y no porque no le queda más remedio. ¿Pero un pobre? Un pobre no puede permitirse parecerlo. Si pareces pobre nadie te quiere dar trabajo y si parece que no tengas trabajo nadie te va a alquilar un hogar. Si pareces y eres pobre es porque no te esfuerzas en dejar de serlo. Y entre dejar de serlo y dejar de parecerlo, sale más barato lo segundo“.
Reflexiones que se perciben más afiladas todavía porque añaden capas de complejidad a la psicología de su protagonista y profundidad a una trama que sobrepasa la cuestión de identidad sexual y se atreve con otros horizontes como la mencionada conciencia de clase o la identidad de género. A este respecto, y sin ánimo de caer en spoilers innecesarios, solo puedo decir que “El Power Ranger Rosa” incluye una escena sexual que debería considerarse canónica a la hora de representar la identidad de género en la ficción contemporánea.
Sea como sea, la conclusión es aplastante: “El Power Ranger Rosa” esun librito de pequeñas dimensiones que tiene poco más de cien páginas… Pero el secreto de su éxito hay que buscarlo más bien en el hecho de que Christo Casas consigue comprimir dentro de él gran parte de las grandes cuestiones que avivan los múltiples debates que hierven en el interior de la comunidad LGTBIQ+ a día de hoy. [Más información en el Twitter de Christo Casas y en la web de niños gratis*]