“Peregrino Transparente” es la novela en la que Juan Cárdenas se embarca en la aventura de cartografiar la geografía humana de Colombia.
“En estos días he dejado que mi cabeza se pierda en una fantasía irresponsable, sin ningún propósito intelectual. Es algo que sencillamente sucede dentro de ella, de esa cabeza, en forma de imágenes que se van desplegando por sí solas, arrastradas por un ansia oscura. Paso horas sentado en mi mesa con la mirada perdida en la ventana, dejando que la historieta se desarrolle como quien deja leudar la masa viva de un pan que nadie amasó. Es una especie de aventura, un western, quizá, acerca de un humilde pintor de iglesias.“
De esta forma tan evocadora se abre “Peregrino Transparante“, con el mismo Juan Cárdenas fantaseando y fabulando sobre la historia que va a contar. Y, a partir de ahí, esa historia que va a contar se va abriendo paso a través de la niebla de la hoja en blanco. En un delicioso y elocuente ejercicio narrativo, el escritor parece construir su novela en vivo y en directo, como si la estuviera pensando mientras está ocioso mirando por la ventana y esos pensamientos se trasladan directa e inmediatamente a su manuscrito.
Hay cierto componente de magia en este proceso. También, obviamente, hay cierto componente de engaño. Basta llegar a la tercera página de “Peregrino Transparente” para darse cuenta de que la complejidad de la novela de Cárdenas no es fruto de la espontaneidad que evocan sus primeros párrafos. Aquí hay mucha investigación de campo y, sobre todo, un sublime trabajo literario con el que el autor consigue construir fascinantes estructuras narrativas que contengan a su vez tres exploraciones magistrales: la construcción del relato, la riqueza del lenguaje y la reivindicación de un paisaje concreto. Vayamos por partes.
Pero empecemos por lo básico: ¿de qué va “Peregrino Transparente“? Tal y como deja caer Juan Cárdenas en la introducción, este es el retrato de “un humilde pintor de iglesias” que nace de la lectura del autor de “Peregrinación de Alpha“, de Manuel Ancízar. Es esta la crónica de viajes a traés de Colombia por parte de la Comisión Corográfica a mediados del siglo XIX. El objetivo de la Comisión era cartografiar la geografía humana del país, y para ello era necesario contar con un pintor en el equipo. Y aquí es donde la narración empieza a retorcerse sobre sí misma.
El libro se compone de tres grandes partes, de tal forma que la primera de ellas está protagonizada por el inglés Henry Price, al que sus compañeros llaman a veces Enrique y que hereda de su predecesor, Carmelo Fernández, la fascinación por el mencionado pintor de iglesias: José Rufino Pandiguando. La segunda parte es un interludio en el que el relato se fragmenta de forma especular y quiebra el concepto de continuo tiempo para llegar hasta el presente. Y, finalmente, la tercera parte se centra en un abogado que debe sacar a Pandiguando de la cárcel y llevarlo de vuelta a Bogotá. Por desgracia, el pintor se escapa… y la épica reacción del abogado se sale de madre.
En conclusión: tenemos a un escritor en el presente que, a modo de peregrino transparente, acompaña a sus protagonistas a través de una historia del pasado. En su empeño, trocea esta historia en tres piezas que dialogan las unas con las otras en una verdadera master class sobre cómo construir un relato en un presente literario en el que la post-modernidad nos ha dejado sin asideros narrativos clásicos. Juan Cárdenas no se anda con chiquitas, y su exploración de los andamios del relato literario es tan solo uno de los grandes logros de “Peregrino Transparente“.
De hecho, sobre estos andamios se asienta también la segunda gran exploración de esta novela: la del lenguaje. Y es que no es para nada casual que los protagonistas de la novela (ya sean retratados desde sus propios ojos, como Henry Price, o desde los ojos de los demás, como Pandiguando) sean pintores. Más todavía: son pintores obsesionados con la difícil tarea de trasladar la naturaleza al lienzo. El mise en abyme es evidente si consideramos que esa obsesión tiene mucho que ver con la obsesión del mismo Cárdenas por encontrar las palabras adecuadas para plasmar la exuberancia tanto de los paisajes colombianos como de las pinturas de sus protagonistas.
En cierto momento de la primera parte de “Peregrino Transparante“, Price por fin descifra qué es lo que le fascina de la técnica de Pandiguando: el pintor de iglesias nunca pinta figuras simples, sino que un hombre, por ejemplo, si lo miras de cercas, verás que contiene otro paisaje natural que contiene otro paisaje y otro más… y así hasta un infinito que viene a demostrar no solo la complejidad de la Naturaleza en sí misma, sino que sobre todo pone en relieve el hecho de que el ser humano, por muy importante que se crea, por mucho que se empeñe en ordenar el mundo a su alrededor en base a teorías androcentistas, no es más que una parte de esa misma Naturaleza y, por lo tanto, un contenedor de Naturaleza en sí mismo.
El lenguaje que utiliza Juan Cárdenas en este libro, en tanto que herramienta para destripar las obsesiones de estos pintores, también se embarca en una aventura en la que plasmar la belleza de la Naturaleza en sus propios términos y no en términos humanos. Y, de nuevo, de la misma forma en la que la primera y la segunda exploración de “Peregrino Transparente” solo pueden ser entendidas una junto a la otra, lo mismo ocurre con la tercera gran exploración: la de la reivindicación del paisaje histórico de Colombia (desde, básicamente, el uso del lenguaje escrito).
Al fin y al cabo, el objetivo de la Comisión Cartográfica para la que trabaja Henry Price es precisamente ofrecer un retrato fiel y apetecible de Colombia para seducir al ojo foráneo. De esta misma forma, la novela se convierte en un ejercicio de justicia histórica (y poética) en la que Cárdenas inmortaliza un paisaje (tanto geográfico como humano). Hay en el libro una lucha directa para evitar que el verdadero ADN de Colombia y sus gentes caiga en el olvido barrido por dos siglos de historia política y social convulsa.
Esta pericia para destrenzar el ADN colombiano y descifrarlo utilizando el bisturí da la palabra ya estaba presente, por cierto, en la anterior novela del autor. Y, de hecho, en “Peregrino Transparante” también están presente otros rasgos de “El Diablo de las Provincias”, especialmente aquella deslumbrante capacidad para lanzar oscuridad sobre el realismo mágico y trocarlo en pesadilla. Los grand finales tanto de Price como del abogado son apoteósicos por lo que tienen de ruptura con la verosimilitud en dos escenas fascinantes que fracturan lo que hasta el momento parecía un relato realista.
Pero, de nuevo, Juan Cárdenas no da puntada sin hilo: ¿no es esta conversación entre el realismo y los mitos colombianos otra forma más de hacer dialogar al pasado con el presente para reivindicar que Colombia no es nada sin esas leyendas que siguen habitando en el fondo del estómago de sus habitantes? “Peregrino Transparente” asume, al final de todo, que el retrato más realista es el que acepta la magia con la que tantos siguen conviviendo en su día a día. Una magia que, tras una lectura tan apasionante como la de esta novela, hay que desear que no muera nunca. [Más información en el Twitter de Juan Cárdenas y en la web de Periférica]