El retrato de la vida nómada que hace “Nomadland” es excepcional, pero es necesario preguntar: ¿es una vida liberada o más bien resignada?
Amanece. Los pasos de Fern se escuchan sobre la gravilla al acercarse todo lo que puede a la línea amarilla del horizonte sin alejarse demasiado de su furgoneta. Es pronto, y su figura todavía permanece a oscuras. Así comienza el tráiler de “Nomadland“, la película que ganadora del Globo de Oro a mejor drama: con la imagen enigmática de una mujer parada en mitad de la naturaleza. La vida de Fern, interpretada por Frances McDormand, cambia drásticamente cuando la colonia industrial en la que vivía desaparece por completo al cerrar la fábrica de la que toda la comunidad dependía. Próxima a la jubilación, decide (o puede que no le quede otra) adoptar un estilo de vida nómada a lo largo de la geografía estadounidense en busca de trabajos temporales.
En “Las Uvas de la Ira“, otra gran historia americana que muestra las consecuencias personales que tiene los fallos en la organización de la estructura económica de un país (en este caso en concreto, la Gran Depresión), la familia Joad también se veía obligada a mudarse por circunstancias económicas. Pero, en su caso, el sueño americano todavía les ofrecía un lugar concreto a dónde ir. Por aquel entonces, California era el territorio sobre el que depositar todos los sueños y esperanzas (aunque la novela de Steinbeck ya recogía en sus páginas la decepción de las expectativas no cumplidas), pero hoy en día conocemos demasiado del mundo como para creernos que existe un “lugar mejor”.
Basada en el libro de Jessica Burden titulado “Nomadland: Sobrevivir a América en el siglo XXI“, la película dirigida por Chloé Zhao actualiza la metáfora bíblica de la tierra prometida, manifestando que, ahora, la alternativa para aquellos a quienes el modelo socio-económico imperante ha dado la espalda ya no es mudarse o emigrar otro lugar, sino que es cambiar por completo su estilo de vida.
Lo más probable es que la vida ambulante que documenta la película nos sea completamente ajena y que, de primeras, entremos en ella empujados por la curiosidad de saber qué ocurre más allá de los confines de nuestra realidad. Algo así como voyeurs que disfrutan de observar a los otros desde cierta distancia. Pero de manera sutil, a través de planos contemplativos y un estilo narrativo a caballo entre la ficción y el documental, Zhao nos facilita el acceso a estos mundos hasta que la distancia que habíamos establecido con la historia desaparece, se difumina completamente y acabamos percibiendo en ese entorno a priori extraño nuestras propias preocupaciones y anhelos, viéndonos perfectamente reflejados en una mujer que vive en una caravana.
En un artículo de The Guardian que analizaba “The Rider“, su anterior película centrada en el mundo de los cowboys en Dakota del Sur, Peter Bradshaw decía algo que también se puede aplicar a “Nomadland“: “Puede que se puedan recortar diez minutos o así de película, y puede que esta edición le proporcionase un enfoque más convencional. Sin embargo, hacerlo sería sacrificar algo de su honestidad, autenticidad y atmósfera. Tienes que dejar que te cautive poco a poco“.
Me pasé gran parte de la película dándole vueltas a si el estilo de vida ambulante había sido una decisión personal de Fern o una imposición por las circunstancias socio-económicas de un mercado capitalista que, si no te fagocita, te escupe. Era tan importante para mí averiguarlo porque quería discernir si ella se sentía liberada o resignada en su “nueva vida”, pero la ambigüedad narrativa de la película no me ponía fácil saber qué era exactamente lo que necesitaba y/o quería su protagonista.
Me equivocaba al querer tenerlo todo tan claro: este no es el tipo de película que te deja con preguntas claras y respuestas absolutas. En Caimán Cuadernos de Cine escribían al respecto que “No hay una tragedia reciente (la que hay sucedió hace ya tiempo), ni un hecho impactante que redireccione el rumbo que toma Fern. Aunque puede que este planteamiento atente contra las normas de estilo de un guion convencional, “Nomadland” resulta completamente coherente con la realidad que representa”. Es más, es coherente con toda la realidad, no solo con la que representa.
La realidad es ambigua. Somos nosotros los que nos empeñamos en simplificar emocionalmente nuestras experiencias para poder clasificarlas, y tengo la sensación de que a Zhao le interesa más ajustarse a la realidad que a nosotros. No le quita mérito ni autoría no ser más concreta. Más bien al contrario: es profundamente generoso por su parte crear algo de lo que no quiere apropiarse, dejando que su significado dependa más que nunca de los ojos y la sensibilidad de quien lo vea.
Para “Nomadland” no supone un problema que Fern no tenga claro en todo momento lo qué quiere o necesita, y también es perfectamente válido que unos días se sienta liberada y otros resignada. De hecho, es lo más lógico, sabiendo que su particular periplo por las carreteras estadounidenses es una metáfora de su huida emocional y búsqueda vital de sentido. Además, y para ser justos, tampoco tengo claro cómo de libre es la decisión de querer llevar una vida más convencional o si lo que realmente hacemos es acatarlo por costumbre, presionados inconscientemente por un sistema que no ve con buenos ojos otras opciones.
He tenido que ver a Fern aprendiendo a vivir fuera del sistema para plantearme si yo misma me siento liberada o resignada viviendo dentro de él… A esto me refería cuando decía que Chloé Zhao consigue difuminar las distancias que hemos establecido con todo aquello que consideramos diferente. No voy a decir que son más las cosas que nos unen que las que nos separan, porque es cierto que nos separan muchas cosas… Pero sí que es verdad que descubrir aquellas que nos unen es emocionante. Entre ellas, que nuestro hogar nunca ha sido un lugar que nosotros hayamos elegido. [TEXTO: Cristina Blanco] [Más información en la web de “Nomadland” // “Nomadland se estrena en cines el día 26 de marzo]