“Kingdom Hearts 3” no es el excelente juego que esperábamos desde hace 14 años… Sino que es mejor que eso: ¡son nueve juegos excelentes juntos en uno!
Antes de que se lanzara “Kingdom Hearts 3“, me propuse pasarme todos los juegos anteriores de la saga. Bueno, todos, todos, tampoco. Que no estoy tan loco. Inicialmente, mi idea era pasarme las dos primeras entregas y, si me sobraba tiempo, lanzarme de cabeza a alguno de los capítulos contenidos en “Kingdom Hearts HD 2.4 REMIX“, porque está claro que toda la historia que se ha desarrollado en estos títulos a modo de corolario es tan canon y fundamental como la de los capítulos principales.
Pero la realidad suele golpearte fuerte cuando te embarcas en este tipo de proyectos megalómanos, así que a nadie le sorprenderá descubrir que solo llegué a la mitad del primer “Kingdom Hearts“… Lo que, de hecho, me sirve para arrancar esta reseña de la tercera entrega de la saga haciendo notar el enorme abismo que separa el primer capítulo del tercero que se acaba de lanzar para PS4 y Xbox One. Un abismo que se hace más impresionante cuando sales de jugar del Agrabah del primer “Kingdom Hearts” y aterrizas directamente en el Olimpo de “Kingdom Hearts 3“.
Porque es precisamente ahí donde arranca esta tercera entrega. Parece ser que tanto Square Enix como Tetsuya Nomura han interiorizado las críticas que no asimilaron demasiado bien aquello de que en “Kingdom Hearts 2” tardáramos tanto tiempo en ver aparecer a Sora, Donald y Goofy. Esta vez, el juego no remolonea para nada, sino que prefiera abrir fuego in media res, con Sora lamentándose por haber perdido parte de sus poderes después de lo sucedido en la segunda entrega y planteándose como volver a dominarlos. Su ocurrencia no podría ser más acertada: correr a ver a Hércules para que le explique cómo hizo él para reconectar con su poderío.
El resultado es que, a menos de diez minutos de haber empezado la partida, ya nos encontramos ante una vertiginosa aventura que nos llevará por una ciudad de Tebas al borde del colapso, por zonas con fuego que tendremos que sortear surfeando a lomos del escudo de Goofy y por áreas que se van destruyendo a medida que nosotros vamos pasando. El choque comparativo con el primer “Kingdom Hearts” es un poco de infarto… Porque, sinceramente, al volver a jugar aquella entrega tengo que admitir que he llegado a la conclusión de que, aunque su energía entrañable permanece totalmente intacta, el recuerdo es mejor que la propia experiencia de un juego con mapas limitadísimos y con puzzles aleatorios imposibles de descifrar de forma natural.
En “Kingdom Hearts 3“, ya de entrada, nos topamos con un primer mundo formado por la ciudad de Tebas, el camino por la montaña hacia el Olimpo y un propio Olimpo dividido en diferentes niveles. La extensión del mapeado es inconcebible y los meandros por los que puedes escaparte, sin llegar a un nivel de sandbox, son realmente divertidos y variados. Y, de hecho, el propio mundo implica algunas mecánicas internas (el mencionado escudo de Goofy, por ejemplo) que lo convierten en un mini-juego en sí mismo dentro del macro-juego que es “Kingdom Hearts 3“.
Ahí está lo verdaderamente impactante de esta tercera entrega: que consigue aunar un macro-juego “Kingdom Hearts“, con su trama y sus personajes plenamente reconocibles evolucionando, con ocho mundos que son mini-juegos en sí mismos. Todo en uno. Cada uno de los mundos de esta tercera entrega no solo ostenta la duración de lo que podría ser un juego indie que te descargas en la online store pertinente (en serio, hay mundos que pueden necesitar hasta cuatro o cinco horas para ser resueltos de forma meramente superficial y sin entrar en el completismo de hacerse con todos los cofres y otras locuras), sino que implica mecánicas internas que van de lo cosmético a plantear verdaderos juegos paralelos, como son las fases de luchas navales en mar abierto de “Piratas del Caribe“, la cocina de “Ratatuille“, la batalla de robots “Verum Rex” dentro de “Toy Story” o las propuestas cercanas a “Candy Crush” de “Winnie The Pooh“.
En cada uno de los mundos que visites en “Kingdom Hearts 3“, el nivel de inmersión será absoluto. Ya no solo porque la apariencia de Sora y sus amigos cambia radicalmente y de repente son juguetes en “Toy Story” tan pronto como son monstruos en “Monstruos S.A.“. Tampoco solo porque te acompañen algunos de los personajes más icónicos de la historia reciente de Disney y Pixar, como Anna de “Frozen” o la princesa de “Enredados“. Sino que la inmersión va más allá de lo estético: los mapas extensos van en relación a arcos argumentales igualmente complejos. Algunos de ellos propondrán versiones alternativas a la historia conocida, como pueden ser los casos de “Frozen” y “Enredados“; mientras que otros seguirán la historia más allá del final que le conocemos en sus casas originales, Disney y Pixar, como es el caso de “Toy Story” o “Hercules“.
Sorprendentemente, “Kingdom Hearts 3” consigue hacer avanzar todos estos mini-juegos a la vez que también hace avanzar la trama propia de la saga. Una trama que, admitámoslo, ha alcanzado unos niveles de complejidad realmente extremos… Pero que en esta tercera entrega consigue cerrar por completo todas las subtramas abiertas tanto en los capítulos principales como en el resto de capítulos más secundarios. Puede que, mientras transcurren nuestras aventuras en los mundos de Disney y Pixar, esta evolución sea más lenta e imperceptible. Pero, de repente, llegamos al final y todo se acelerar de una forma realmente impactante: todos los personajes se reúnen, incluso los que estaban desaparecidos, para hacer frente a la Organización XIII, en la que se congregan todos los Ansems y Xehanhort y derivados de diferentes tiempos y espacios.
Lo hacen para no dejar cabos sueltos una vez te los cargues… Pero, antes, tendrás que afrontar un tramo final en dos espacios particularmente fascinantes (el Cementerio de Llaves Espada y Scala ad Caelum) en el que, más que explorar el mundo, te enfrentarás a una sucesión de batallas a cada cual más espectacular. Eso sí, no te preocupes: esto no significa que se cierren las puertas a un “Kingdom Hearts 4“, ni mucho menos. Esto significa más bien que se da por cerrada la etapa de la Organización XIII y, quién sabe, a lo mejor la cuarta entrega, que ya se intuye en el vídeo final post-créditos, podría prescindir por completo de Sora y explorar nuevas posibilidades. De hecho, ¿por qué no un “Kingdom Hearts” que explore más juegos de Square Enix (posibilidad que en esta entrega están un poco desaprovechada, la verdad)? Por soñar, ¿por qué no una entrega en la que quepan locuras de la Marvel ahora que la Marvel pertenece a la Disney y ahora que algo como “Spider-man: Un Nuevo Universo” casaría tan a la perfección con los mundos de Tetsuya Nomura?
Pero no nos dejemos llevar por los sueños de futuro… Y disfrutemos del presente. Un presente en el que “Kingdom Hearts 3” resulta ser el juego que hace catorce años que esperábamos desde que se lanzó la segunda parte de la saga. Resulta ser nueve juegos disfrutables en sí mismos en los que la mecánica hack and slash alcanza unas cotas de delirio máximo convirtiendo hasta el menor de los combates contra sincorazones random en un festín de luces y colores y ataques especiales y fuegos artificiales y tiovivos y esa mezcla pluscuamperfecta entre lo naif y lo puramente cachondo que sigue siendo lo mejor de “Kingdom Hearts“. Que sigue siendo el culpable de que alguien como yo, con casi cuarenta años, siga considerando esta saga como una de sus preferidas en toda la historia de los videojuegos. [Más información en la web de “Kingdom Hearts 3”]