Hay que reconocer cuando se tiene una severa tendencia a irse por las ramas, y vamos a intentar (sin éxito, me temo) dejar las pajas mentales para el primer párrafo esta vez, porque cuando se trata de Wild Beasts y su último álbum, a uno lo que realmente le apetece es hablar sobre su música. ¡Oh, la música! “Present Tense” (Domino, 2014) respira música por todos sus poros, y es que a veces nos da por aderezar las reseñas con sal, pimienta y una buena dosis de salsa rosa, y nos olvidamos un poco de que esto, en definitiva, es arte. Pocos detalles personales conocemos sobre Hayden Thorpe, Tom Flemming, Ben Little y Chris Talbot, pero podemos decir que son artistas. Como la copa de un pino, además. Es inusual ver reunidos este nivel compositivo, este lirismo, esta exquisita sensibilidad en los arreglos, con un sonido actual fruto de una producción donde ni falta ni sobra nada… todo reunido en un mismo paquete. “Present Tense” es la cima de una banda al máximo de sus facultades, pero que tiene pinta de seguir creciendo.
Sólo hay que volver a su debut para comprobar cómo su carrera ha ido siempre hacia arriba. En “Limbo, Panto” (Domino, 2008), Wild Beasts parecen querer enseñar al mundo lo buenos que son; y buenos eran, buenísimos, pero todo sonaba un poco a niño listo que empieza a dar sus primeros pedales y va “mira mamá sin manos” por la vida. Una demostración de cualidades ciertamente admirable; pero cuidado con los excesos, que muchos terminan en caída y golpetazo en el suelo. Una vez esquivada la primera curva peligrosa, prosigue la ascensión al cielo: si con “Two Dancers” (Domino, 2009) ya han domado al animalito, en el tercer disco demuestran la madurez de quien ya no necesita morder para llamar la atención. “Smother” (Domino, 2011) sigue haciendo gala de las prodigiosas voces de sus vocalistas, claramente lo que más llama la atención a primera escucha, rara avis dentro del panorama indie. Sin embargom ya no destacan tanto sino que empastan, virtuosas pero recatadas, con el conjunto como sólo los mejores Antony and the Johnsons saben hacer. Nunca se les había visto tan certeros, tan seguros de sí mismos, tan contenidos. Y, al mismo tiempo, tan intensos.
Y ahora, inmensos, nos regalan “Present Tense”. Su anterior trabajo parecía insuperable, pero los de Kendal rehusan dejar de crecer. Parecen más alejados que nunca de su prometedor comienzo y de esa nueva hornada de bandas británicas de tejido pop pero ambiciones artísticas que incluye gente como Everything Everything, Foals, Alt-J o Dutch Uncles. En esta ocasión, Wild Beasts dan un suave giro a la izquierda, un ligero pero letal cambio de ritmo y en cuanto te descuidas, ¡bam!, ya está el pelotón descolgado mientras ellos marchan en solitario, únicos, magníficos. El cambio se hace visible desde el comienzo: “Wunderlust” enseña las garras, unas aristas en el sonido antes desconocidas en su música, una inclinación por la electrónica que alumbra lugares recónditos y oscuros. Cuando “Daughters”, que suena a James Blake antes de que Hayden Thorpe tome las riendas con su voz, termina con el nivel de industrialismo a tope, se hace obvio que Wild Beasts son otros. Entre los “new romantics” y el folk de alta alcurnia, su estilo es intensamente familiar pero extrañamente elusivo: como la niebla, la puedes ver pero cuando la quieres agarrar, se escapa.
Decir que “Present Tense”, tan esquivo, tan misterioso, es el mejor disco en la carrera de Wild Beasts será disputado por muchos. Sus anteriores trabajos son excelentes, sin duda, y este tarda en brillar. Es difícil enamorarse a primera vista de él, pero repetidas escuchas desvelan una extraordinaria obra de arte. Una joya que lo que pierde en accesibilidad, lo gana en quilates. Un trabajo al que lo único que se le puede achacar es la falta de un himno, un hitazo que ponga el mundo patas arriba pero que crece, compacto, ensimismado, con el paso firme y seguro, según va elevándose hacia la cumbre. Como aquel gran ciclista, una máquina casi perfecta.