El arte como corrupción del propio medio a través del que se expresa no es algo nuevo en el mundo de la cultura; pero hay que reconocer que, en los últimos años, está llevándose hasta unos extremos particularmente interesantes. Unos extremos que, al contrario de lo que pudiera pensarse, están calando de forma poderosa entre el público precisamente por el hecho de resultar incomprensiblemente accesibles pese a su dificultosa forma. No hace falta pensar en las prácticas de degeneración formal de las vanguardias literarias: aquello, al fin y al cabo, y pese a su incontestable importancia en lo que respecta a la historia de las artes, nunca llegó a filtrarse en la cultura popular. Lo verdaderamente sorprendente es que, a día de hoy, el cine se haya visto completamente trastocado por cómo David Lynch abordó la realidad digital a través de “Inland Empire“: la posibilidad de rodar las horas que quisiera gracias a las cámaras digitales llevó al director a practicar el cine no como un acto de precisión basado en un guión de hierro, sino más bien como una acción de síntesis y de orden sobre el caos de la vida misma. Otro ejemplo: el año pasado llegó a España “Reproducción por Mitosis” de Shintaro Kago, donde una de sus historietas más memorables planteaba la propia viñeta como una unidad narrativa susceptible a la reproducción y, evidentemente, a la corrupción en un proceso degenerativo inquietantemnete orgánico.
¿Y en la música? Sólo hace falta echar un vistazo a la cosecha de los últimos meses para detectar este síntoma en discos de diverso pelaje. Blue Hawaii, por ejemplo, jugaron en “Untogether” (Arbutus, 2013) a plantear las canciones en sus primeros segunods y deshacerlas sobre la marcha en el minutaje que le sigue. E incluso Justin Timberlake ha desafía a propios y extraños convirtiendo su “The 20/20 Experience” (RCA, 2013) en un campo de batalla en el que los temas nunca se cierran cuando parecería que han de cerrarse, sino que ven cómo les crecen apéndices extraños que prologan el sonido propuesto con diversas variaciones. En esas estamos, y The Knife han llegado para (como es habitual en ellos) impulsar el presente hacia el futuro. Una primera escucha de “Shaking The Habitual” (Mute, 2013) basta para localizar ejemplos de lo anteriormente dicho: “Full of Fire” consigue que la repetición metronímica de un patrón rítmico tan característico de la música electrónica actúe de rejilla de hierro sobre la que se van arrojando elementos sonoros que pueden alcanzar el surrealismo a la hora de dinamitar / dinamizar la base del tema; “A Cherry On Top” se abre como un drone ambiental que, hacia la mitad de la canción, parece que se repite de nuevo desde el principio para acoger una canción totalmente nueva; “Raging Lung” arranca como la balada / lamento de una civilización perdida y, en cierto momento, se disgrega por completo para, después, jugar al menos es menos e ir apagándose como un fuego que se extingue por falta de aire; “Stay Out Here” demuestra que la voz es otro instrumento más que puede someterse a múltiples vejaciones con tal de destapar diferentes estados emocionales…
Esta voluntad de pegar volantazos (a veces a cámara rápida, a veces en slow motion) debe entenderse dentro de la prerrogativa bajo la que los hermanos Karin Dreijer Andersson y Olof Dreijer han realizado su nuevo disco y que se anuncia abiertamente desde el título: “Shaking The Habitual“. Ellos mismos han admitido que su punto de partida era precisamente cuestionar todo lo que habían hecho en discos anteriores: dejar escapar lo que sabían y encontrar nuevas inspiraciones (así lo afirman literalmente en la video-entrevista que han colgado en su propia web). Para ello, no han dudado ni un momento en lanzarse de cabeza a la improvisación y, de hecho, muchos de los hallazgos del álbum son precisamente el resultado en crudo de las sesiones en las que los hermanos se dedicaban a abordar instrumentos tradicionales de forma no tradicional y a abrir la mente en lo que respecta a la predictibilidad de las estructuras habituales a la hora de componer. “Silent Shout” (Mute, 2006) fue una de las cimas de la electrónica, así que el desvío de salida por el que The Knife han escapado ha sido por el de la analogía, por el de la realidad y lo orgánico en contraposición a la virtualidad y lo sintético.
De nuevo, The Knife no sólo le toman el pulso a lo que está pasando, sino que lo llevan más allá: si en los últimos años hemos visto cómo le electrónica se empeñaba cada vez en parecer menos electrónica (desde los patrones de la electrónica aplicados a las bandas de instrumentos como LCD Soundsystem o Soulwax hasta la hipnagogia que practicó la bruma como revulsivo de la melancolía), “Shaking The Habitual” supone un nuevo hito a la hora de sonar analógico sin dejar de ser sintético. El disco al completo flota sobre una base electrónica, evidentemente, pero también está repleto de instrumentos ancestrales, desde sitares orientalistas hasta algo parecido a mandurrias medievalistas pasando cuerdas japonesas y percusiones tribalistas africanas. Pero lo más importante es que muchas de las canciones de “Shaking The Habitual” parecen ser precisamente el resultado sonoro de un ritual de trance atávico: su larga duración, su capacidad para hacerte caer dentro de sus espirales hipnóticas, su ímpetu a la hora de arrancar desde dentro de tí sentimientos primigenios… Si con “Silent Shout” los Dreijer se convirtieron en sacerdotes eléctricos de la era digital más oscura, “Shaking The Habitual” supone el advenimiento de The Knife como chamanes de una nueva época en la que la oscuridad empieza a dar paso a una luz desquiciada y desquiciante (por cegadora). Antes de que el orden mundial entrara en crisis, ya anunciaron un Apocalipsis negro y deshumanizado, así que se agradece que ahora muestren que lo que nos espera en los próximos años es la resurrección de un mundo donde las máquinas que crean música dejan caer sus máscaras robóticas y dejan al descubierto que aquí siempre hubo un ser humano. En esta caso, un hombre y una mujer que no muestran ninguna vergüenza a la hora de señalarse como niños mimados de una clase privilegiada y que, a partir de ahí, apuestan por otro mundo posible. Por ñoño que suene: por un mundo mejor.
Y es que “Shaking The Habitual” es el disco más político de The Knife. Recordando lo básico (es decir: que la política es todo lo relativo a la ciudad y a los temas que afectan a los ciudadanos), el nuevo disco de los Dreijer se atreve con absolutamente todo: monarquía, patriarcado, separatismo, racismo, ecologismo, feminismo, socialismo… Un mundo de ismos que Olof y Karin quieren ver arder: una sociedad anquilosada en el confort de lo habitual que necesita que alguien pegue un meneo a sus cimientos y demuestre que otras vías son plausibles. Los hermanos se enterraron entre libros sobre cuestiones de género, sobre feminismo y sobre política avanzada. Es por ello que no extraña que las proclamas ideológicas y contestatarias se lancen por encima de las canciones como fuego cruzado: “Liberals give me a nerve itch” (“Los liberales me provocan un tic nervioso“) protestan en “Full of Fire“; “Rewrite history / to suit our needs” (“Reescribamos la historia / para que se adapte a nuestras necesidades“) declaman en “A Tooth For An Eye“; “There’s something in the system, that snail circulates / Dig a hole in the backyard / And dream of blood” (Hay algo en el sistema, un caracol que circula / Cava un agujero en el jardín trasero de tu casa / Y sueña con sangre“) llaman a las armas en “Raging Lung“; “What if we can’t make it but we say that we can / Shaking the habitual” (“¿Qué pasa si no podemos hacerlo pero decimos que sí que podemos, agitando lo habitual?“) se preguntan en “Without You My Life Would Be Boring“.
¿Sospechoso viniendo de unos niños de alta cuna? Más bien al contrario, cuando son ellos mismos los que nunca han ocultado su procedencia y los que creen que pueden utilizarla para cambiar los estándares. Más sospechas: ¿puede el discurso político de un disco calar hondo en quien escucha cuando dura más de hora y media y cuando la mayor parte de las canciones se acerca peligrosamente a los diez minutos? De nuevo, ellos mismos lo explican: “Es interesante jugar con el tiempo de la gente hoy en día“, afirman en una entrevista en Pitchfork. Y habrá quien vea de nuevo a los niños mimados haciendo lo que les sale de las pelotas, pero mejor preguntémonos: ¿no es la sobrevaloración del tiempo (de lo finito de la vida y la absurda preponderancia del carpe diem como máxima vital de baratillo) uno de los principales males de la sociedad que The Knife pretenden cambiar? ¿No deberíamos agradecerles que relativicen y revaloricen nuestro tiempo cuando tienen los cojones de meter en medio de “Shaking The Habitual” ese delicioso drone de veinte minutos que es “Old Dreams Waiting To Be Realized” (que, por otra parte, también revaloriza todo lo escuchado y todo lo que queda por escuchar al ofrecernos el espacio mental necesario para que, a mitad del camino, nos detengamos a reflexionar sobre la experiencia)?
Muchas preguntas. Puede que demasiadas para todos aquellos que han esperado siete años desde “Silent Shout” a que The Knife se dignen a ofrecernos un sucesor digno de temazos del calibre de “Heartbeats“, “Pass This On“, “Like a Pen” o “We Share Our Mother’s Health“… Sin embargo, estos acólitos en potencia de “Shaking The Habitual” no deberían dejarse ahuyentar por duraciones excesivas ni discursos políticos, ya que en el álbum hay pildorazos de electrónica (analógica) de baile: “Networking” lubrica un tekno durillo que se enriquece gracias a una percusión que parece practicada con huesos de animales; “Stay Out Here” debería ser el himno máximo de la nueva generación que está creciendo fascinada con las propuestas oscurantismo ochentero de Trust y Light Asylum; “Full of Fire” lleva el industrial a un nuevo escalón de intensidad al convertirlo en la práctica de una tribu a la que nadie ha encontrado todavía en su selva mágica; y, por encima de todas, la magistral “Without You My Life Would Be Boring“, el canto de lluvia de una tribu prehistórica en la que el chamán está deseando que le caiga un rayo encima, hace pensar que el tribal, por mucho que acabara sufriendo la maldición de los pies negros y los bongos, sigue presentando un rango sublime de posibilidades. Y, sobre todo, que nadie me pregunte cómo lo consiguen The Knife, pero “Shaking The Habitual” es un disco accesible que se escucha del tirón siempre que entres en el juego de dejar que noqueen tu concepto de la temporalidad (con todo lo que tiene de contradictorio que para que algo sea “accesible” haya que aceptar una premisa previa, lo sé).
Aquí, además, es cuando todo adquiere un nuevo sentido: el discurso político de “Shaking The Habitual” apela a la destrucción de las convenciones de la misma manera en la que las propias canciones obvian lo usual para buscar nuevas fronteras creativas, todo coronado por el hecho de que, como las viñetas de Kago o las imágenes de Lynch, todas y cada una de las canciones de este disco juegan a corromperse a sí mismas. Al fin y al cabo, la destrucción, el fuego hasta las cenizas, el virus informático, la metástasis de lo orgánico es la única forma de forzar el proceso de la reformulación y la resurrección.
[soundcloud url=”http://api.soundcloud.com/playlists/4473095″ params=”” width=” 100%” height=”450″ iframe=”true” /]