Comparar un disco con un árbol debe ser uno de los recursos más baratos y trillados del periodismo musical. Pero… ¿y compararlo con un árbol genealógico? Porque, además, en el caso de la “Obra Apócrifa” (autoeditado, 2013) de löpez, la referencia no es para nada gratuita: es este el proyecto en el que Carlos Lopez (la mitad de Corazón junto a Nando Quesada) ha volcado todas las sesiones en las que, durante años, ha ido grabando a su madre mientras recitaba textos o tocaba el piano. De casta le viene al galgo: Gloria Bernabéu, la madre de Carlos, aprendió a tocar el piano en los años 50 e incluso se atrevió a introducir la punta del dedo gordo del pie en las (por aquel entonces) revueltas aguas de la locución radiofónica. Ahora, medio siglo después, el binomio familiar formado por López y Bernabéu sirve como rizoma sobre el que crece löpez, un proyecto sin parangón en el panorama musical español por lo que tiene de humilde, pero también por lo que tiene de emocionante y magistral. Pero volvamos al árbol. Volvamos al árbol genealógico: si “Obra Apócrifa” fuera la disección de un pedazo de este arbol, está claro que sería una copa frondosa. Pero no una copa donde las ramas y las hojas se mezclan caótica e incómodamente, sino más bien una armonía melodiosa y natural en la que todo parece ordenado en una mezcolanza dulce.
En cualquier otro disco podríamos hablar de la tensión entre pasado y presente, simplificando el ejercicio de löpez a la contraposición de la solera tradicional aportada por Gloria y el baño (post)moderno de la mano de Carlos. Pero aquí, como en las buenas familias, no hay tensión alguna: pasado y presente conviven de forma tan sosegada como para revelar el tejido de interconexiones que, de otra forma (de otra forma en tensión, entendemos), sería imposible percibir. Es fácil rastrear el pasado en “Obra Apócrifa“: no sólo las aportaciones vocales de Bernabéu remiten al poemario humorístico tradicional castellano (como en la sublime “La Célebre Serenata de Dos Besugos“), sino que las líneas de piano sobrevuelan el álbum como una brisa de un pasado que no huele a cerrado (la reconstrucción del “Yo Te Diré” de Nani Fernández es sublime). Incluso la elección del material de partida de muchas de las composiciones responde a unas coordenadas aparentemente fascinadas por la canción melódica y por el acerbo cultural más castizo: aquí hay tonadillas que tus propios padres reconocerían a la primera (como la de la apertura y el cierre con “Introducción: Dí, Mamá” y “Epílogo: ¡Oh, Mamá!“, respectivamente), pero también remodelaciones tan chocantes como la del “Se Tiene Que Ir” de Tijeritas entrelazada con Schubert.
Todo lo dicho podría sonar apolillado… Pero aquí reside el principal acierto de “Obra Apócrifa“: el pasado presente en el disco por alusión directa se ve vestido con ropajes magníficos que traen todas las referenicas al aquí y ahora más actual. Y no estamos hablando de los ropajes nuevos del Emperador, ni mucho menos. löpez hace apuestas tan fuertes como el electro-pop bailable de la mencionada “Se Tiene Que Ir” (¿el single pluscuamperfecto del disco por lo que tiene de adictivo?), los patrones repetitivos e hipnóticos de “Instinto de Jauría“, el juego postmoderno de la letra de “El Amante del Casiotone, por el Traductor de Google” (cantado, efectivamente, por el traductor de Google) navegando sobre la dulzura aniñada de su melodía (¿la más Corazón del lote?) e incluso las versiones de dos invitados ilustres en el álbum: Single llevan “Instinto de Jauria” al terreno de un drum’n’bass primigenio, cavernoso y casi cavernícola; mientras que Lince apuesta en “El Amante Imaginario” por un chill ambiental repleto de glitches ensoñadores y abiertamente sexuales.
Repito… La apuesta era arriesgada: ¿aparejar destellos deslumbrantes de música tradicional popular (melódica, boleros y demás) con la música popular de ahora (electropop, digresiones sintéticas)? Pero es que sólo de las apuestas arriesgadas surgen las ganancias supremos. Y, recurriendo a otra expresión popular, con la apuesta de su “Obra Apócrifa“, löpez ha conseguido hacer saltar la banca.
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