Los extremos tienen la culpa de que no hayamos sabido valorar nunca los matices, los detalles, las zonas intermedias. El centro. Ahí es donde Patrick James Grossi ha decidido ubicarse desde hace un par de años: detrás de un alias, el de Active Child, que además de coronarlo como un cerebelo inquieto y poco aturdido por el ruido, ha generado expectación casi sin saberlo. La diferencia entre su pop de habitación y el del resto quizá resida en la técnica: Grossi prefiere rellenar los huecos con milimétrica presión, excavar hoyos extra y embaucarse en un sinfín de subatmósferas que lo convierten en un erudito de la magia del pop digital, pop radical, retrófilo y, a la vez, moderno. La banda sonora de una película imaginaria que, por favor, esperamos que haga alguien. Ya.
Toda materia en estado de cambio permanente necesita de una transición. Algo (o, en este caso, alguien) que decida tomar parte en el asunto y hacer de un ente firme una cosa moldeable. Y ahí es donde entra Grossi: reconquistando un género como el chill wave, que se preveía caduco tras dos perfectos epílogos, el “Within and Without” (Domino / PIAS Spain, 2011) de Washed Out y el inminente “Era Extraña” (Static Tongues / Music as Usual, 2011), de Neon Indian; conectándolo (ejercicio no demasiado difícil) con el pop baleárico y añadiendo misturas de defensa que juegan entre el indie-pop de cabaret moderno de los 80, la electrónica atmosférica de elementos inteligentes como Brian Eno o Daniel Lopatin (de un extremo al otro) y un jugueteo personalista que bien se puede comparar a proyectos como Zola Jesus, Tamaryn, Avey Tare, Panda Bear o Perfume Genius, entre otros. Estos últimos quizá no por un exceso en su materia sónica, sino por una conexión armónica comparable a la de estos artistas en su empleo de elementos electrónicos (o digitales) y acústicos; una especie de soniquero ambulante que juega con bases, con loops, con instrumentos tangibles y con lanzamientos ventriculares de teclas que nada tienen que envidiar a las de Roxy Music, Talking Heads u OMD o, sin escaparnos demasiado del ámbito, a ejercicios de witch house moderado, haciendo del oscurantismo un medicamento paliativo para iluminar la dark-wave, el bedroom pop y hasta el lo-fi sofisticado.
En esas pasea Active Child en su álbum debut, “You are All I See” (Vagrant, 2011), tras aquel espléndido EP del año pasado, “Curtis Lane” (Filter US Recordings, 2010): como una orquesta perenne y una maquinaria incansable e híper-conectora de elementos, matices y expresiones que se coloca a la altura de Bon Iver en lo que a gesticulación de la garganta se refiere, haciendo un teatro excesivo similar al de Antony Hegarty, Fever Ray o Baby Dee pero menos marica en canciones donde el falsete simula una ópera poppy, como se aprecia en “Shield & Sword” o “You are All I See“, mientras que matiza en ejercicios de bailoteo moderado en “Call Me Tonight” (hola sintetizador, hola orgullo gay: un hit descarado), “Paying House” (con la colaboración de How to Dress Well en todo) o “Ivy” (más cuadrada rítmicamente, pero muy pop, en definitiva) o, por lo general, una utilización del espacio donde se convive con un movimiento constante, vivo, real: así lo atestiguan “Ancient Eye” (probablemente la mejor canción y una oda a la exclamación de los subgraves y a la post-producción vocal y el auto-tune como método de supervivencia moderna), “Johnny Belinda” (una ópera fantasmal digna de ser representada por un elenco neoclásico), “See Thru Eyes” o “Way Too Fast“, auténticas maravillas las tres, de una labor súper meticulosa a la hora de generar tratados de una aridez emocional y expresiva digna de los grandes héroes del pop moderno. Pat, líbranos del mal.
[Alan Queipo]