¿Te imaginas un restaurante en el que decides si prefieres una experiencia de fast food gourmet o sentarte para disfrutar de slow cooking de alta cuna? Pues deja de imaginar y corre a probar el Bicnic.
A poco que te interesen las listas de lo mejor del año, seguro que en las últimas semanas te has tragado miles de selecciones cada vez más específicas: los mejores disco de folk rumano del año, las mejores películas protagonizadas por personajes de género no binario… Y cosas así. Sí. A ese nivel hemos llegado. Por suerte, esta especificidad también nos regala listas tan gozosas como, por ejemplo, las de los mejores nuevos restaurantes de ciudades concretas. A ese respecto, una cosa os digo: no me parece para nada extraño que el Bicnic haya aparecido en posiciones destacadas en todas y cada una de las listas que he visto a este respecto.
Al fin y al cabo, nos encontramos ante un restaurante que, aunque es nuevo, puede fardar de una trayectoria que viene de lejos. Es esta la aventura conjunta de Víctor Ferrer (chef que ha puesto en el mapa el Betlem como bar de tapas) y el estudio de diseño Toormix (que de diseñar entienden un buen rato, pero a la vista queda que también entienden del buen beber y del mejor comer). Una aventura que empezó, de hecho, en forma de uno de los food trucks que más comentarios -y fidelidad- han acaparado en el área de Barcelona en los últimos tiempos.
De aquellos polvos estos lodos, que suele decirse. Y, en este caso en concreto, el food truck fue el polvo y el Bicnic es más bien un lodazal maravilloso en el que chapotear como el cerdo más feliz del mundo. Abierto en el número 68 de la calle Girona (puerta con puerta con el Betlem), el Bicnic fue ideado desde el principio como una bestia parda de dos cabezas, ya que el espacio en U del local alberga de esta forma dos sub-espacios bien diferenciados. Es el visitante el que tiene que decidir cómo quiere que sea su experiencia en este verdadero picnic gastronómico… Por un lado, el espacio FAST para aquellos que no pueden detenerse mucho tiempo y que prefieren platos para comer deprisa y de forma informal (platos que, evidentemente, tienen mucho que ver con la experiencia de Bicnic como food truck). Por otro lado, el espacio SLOW está destinado a los que pueden emplear un buen rato en llenar la panza y que, por lo tanto, esperan una experiencia sosegada y en profundidad.
Evidentemente, los dos espacios están diferenciados siguiendo un elocuente código de decoración (al cargo, por cierto, de la firma del arquitecto Narcís Font en compañía de los propios Toormix). El rincón FAST tiene su espina dorsal en una barra que puede recordar a un área de descanso, pura urbanidad; mientras que la zona SLOW es, directamente (y que nadie se extrañe), un verdadero bosque mediterráneo. Es aquí donde la decoración florece realmente, articulando el espacio como un entorno natural en el que brillan las siluetas iluminadas del Pedraforca y de Sant Llorenç de Munt.
La decoración de cada uno de los espacios, además, acompaña a la perfección a cada una de sus propuestas gastronómicas diferenciadas. Haz parada rápida en la zona FAST para meterte entre pecho y espalda maravillas como las costillas de cerdo hoisin con ensalada de apio nabo, el súper ravioli de jarrete de ternera sobre un caldo de shiitake o las opciones estrella e inevitables: la patata brava y el chuletón burger. (Y, si no tienes tiempo de sentarte, tranquilo: estos platos son puro take-away y te los puedes llevar a donde te dé la gana). Pero, sobre todo, no dejes escapar las delicias de la carta SLOW: el steak tartar de vaca y anguila servido sobre el tuétano del hueso horneado, la aleta de raya a la plancha con allioli de ajo negro sobre un suquet de pescado de roca, el calamar relleno de buey de mar sobre un caldo denso de bacalao… Se nota en la carta que, después de inyectar una buena dosis de maestría a las tapas del Betlem, Víctor Ferrer va a hacer lo mismo con los platos del Bicnic, en los que conviven los toques de puro futuro con una base clásica que el chef adquirió junto a grandes como Alain Ducasse o Santi Santamaría.
Más innovaciones todavía: en vez de menú diario, entre semana el Bicnic ofrece una fórmula de mediodía que incluye un plato de la carta SLOW acompañado de una ensalada o crema, bebida y postre o café. Así que no tienes excusa: si el Bicnic ha aparecido en todas las listas de los mejores nuevos restaurantes de Barcelona en el año 2018, tendrás que probarlo, ¿no te parece? Bueno, probarlo y repetir una y otra vez. Lo bueno en este caso es que, con su propuesta bicéfala, cada vez que vayas vas a vivir un pícnic gourmet diferente. ¿Quién da más? [Más información en la web de Bicnic]