“Aprendiendo a Caer” de Mikael Ross es una joyita de cómic que probablemente te pille por sorpresa debido a tres motivos.
No estás preparado para la sorpresa que supone la lectura de “Aprendiendo a Caer“. Y no estás preparado (entiendo aquí que estoy hablando tanto de ti como de mí como de cualquiera que caiga ante el cómic recientemente publicado en nuestro país por Reservoir Books) por tres motivos principales.
El primero de ellos es el hecho incontestable de que, a no ser que te distingas como un fanático del cómic europeo habituado a rastrear a nuevos autores, lo más probable es que el nombre de Mikael Ross no te diga nada. El suyo es uno de esos casos que vienen avalados por tal ristra de premios que, cuando por fin atrae tu atención, es inevitable que te pregunte:s “¿cómo puede ser que no me enamorara antes de este autor?”.
A saber… junto Nicolas Wouters, Ross publicó las novelas gráficas “Les Pieds Dans Le Béton” (en 2013) y “Totem” (2016), siendo esta última finalista del Prix Révélation ADAGP en el Festival Quai des bulles de Saint-Malo y haciéndose con el premio Pépites en el Salon du Livre et de la presse Jeunesse de Montreuil. En el año 2019, sin embargo, el autor decidió volar libre y publicar su primera novela gráfica en solitario, “Der Umfall” (la presente “Aprendiendo a Caer“), que fue nominada al Deutscher Jugendliteraturpreis de la Feria del Libro de Frankfurt y que ganó el Max und Moritz-Preis en 2020 al mejor cómic alemán en el Festival del Cómic de Erlangen.
Una verdadera mascletá de premios que se ve coronada por otro hecho sorprendente: a la hora de la verdad, resulta que Mikael Ross ya es un autor publicado en nuestro país. En el año 2022, Reservoir Books editó “El Joven Ludwig“, un encargo de la Beethoven Society que se enmarcó en la celebración de los 250 años del nacimiento del mítico compositor. Aquel fue un pequeño cómic que ayudó a situar al autor en el mapa comiquero de nuestro país… Pero, sinceramente, la mencionada publicación no preparaba para la sorpresa que supone “Aprendiendo a Caer“.
Y aquí ya llegamos a los otros dos motivos por los que el cómic de Ross resulta tan sorprendente: la forma y el fondo. Porque la forma ya pudo intuirse y gozarse en “El Joven Ludwig“, pero el apartado visual de “Aprendiendo a Caer” es, simple y llanamente, una gozada tanto para los ojos como para el alma. Porque el trazo de este autor puede describirse a través de las comparaciones habituales (una mezcla del realismo expresivo de Frederik Peeters con los cuentos vaporosos de Sfar a la que hay que sumar unas gotitas de, cómo no, el humor gráfico del compatriota Ralf König).
Pero, a la hora de la verdad, Mikael Ross consigue operar alejado de cualquier tipo de comparación habitual para construir un universo visual propio, original y, sobre todo, fascinante. A través del uso expresionista del color (los calmos azules que invaden el bosque en el que el protagonista se evade mentalmente tras el accidente de su madre, el rojo de la ira en el concierto en el que el mismo prota pierde los nervios y la compostura…), el autor conduce al lector a través del abanico de emociones de la novela gráfica, invitándole a habitar un lugar mágico en el que la realidad se difumina para permitir que se filtre la mágica concepción del mundo de Noel.
Y así, a través de Noel, llegamos al tercer motivo por el que no estás preparado para la sorpresa de “Aprendiendo a Caer“: el fondo que late bajo la historia protagonizada por este chaval con neurodiversidad cuya madre sufre un accidente que le hace caer en un coma profundo. Imposible de valerse con autonomía, Noel es trasladado al pueblo de Neuerkerode, en la Baja Sajonia (Alemania), para vivir junto a otras personas con diversidades similares a la suya.
Noel debe adaptarse a su nueva realidad, y eso significa sintonizar con las obsesiones de Valentín, dejarse apadrinar por la figura cálida de Robert y por la figura autoritaria de El Bigotes, enamorarse de Penélope, escuchar las historias de Irma, dejarse cortejar por Alice… Todo un conjunto de aventuras que mantienen ocupado al protagonista y que hacen que, igual que él mismo, el lector acabe olvidando a la madre del protagonista. Hasta que, al final, la realidad se impone y es necesario hacer las paces con ella.
Ahí está la última sorpresa de “Aprendiendo a Caer“: en que es una historia con la que la mayor parte de lectores creerán no tener nada en común, ningún hilo del que tirar para conectar, pero que al final revela que, de alguna forma u otra, siempre ha estado hablando de algo que nos atañe a todos los seres humanos. Porque es evidente que el cómic de Mikael Ross contiene un delicadísimo, bello y necesario retrato de la realidad de las personas con diversidad funcional y que incluso se permite un delicioso y fascinante punto de fuga hacia el pasado de Alemania (con la impactante historia de Irma durante la Segunda Guerra Mundial) que sirve para reenmarcar el presente, pero esta novela gráfica es mucho más que esto.
Al fin y al cabo, cuando llegas a las últimas páginas de “Aprendiendo a Caer“, te das cuenta de que Ross siempre ha estado hablando de aprender a caer. Noel aprende a caer de forma literal (cuando, a mitad del cómic, empieza a practicar karate y sufre una aparatosa caída que se duplica en una caída mucho más controlada en las últimas viñetas) y de forma metafórica (cuando, al final de todo, deja de huir de la realidad y acepta el destino de su madre… y el suyo propio).
Noel somos todos. Y “Aprendiendo a Caer” es la historia de todos nosotros, tengamos o no neurodiversidad. Porque así es la vida: un entretenerte en otras cosas que te van enseñando a vivir y que te entrenan (el cuerpo y el alma) para que, cuando por fin estés listo, puedas enfrentarte a aquello que has estado apartando de tu mente de forma voluntaria o involuntaria. Es por esto por lo que “Aprendiendo a Caer” es una sorpresa tan dulce y por lo que Mikael Ross consigue por fin resaltar en la nueva generación de cómic europeo. [Más información en la web de Mikael Ross y en la de Reservoir Books]