Llegados a este punto, se impone quitarse el sombrero ante Spike Jonze y distinguirlo de una vez por todas como el rey absoluto de aquella generación de directores de videoclips que se pasaron al cine en un subidón de egolatría. Con el tiempo, pocos han sabido justificar aquel subidón-subidón, pero está claro que Jonze se ha labrado, a base de tesón y maestría, un lugar en el olimpo del séptimo arte. Siguiendo sus últimas obsesiones, «I’m Here» es un cortometraje en el que el director explora las capacidades evocativas y emocionales de seres y ambientes que no deberían evocar tales cosas. En «Where The Wild Things Are» y «We Were Once A Fairytale«, Jonze dejaban al descubierto los monstruos (arrebatadoramente entrañables) que viven dentro de la cabeza de los niños y del estómago de las estrellas del show-business, respectivamente. «I’m here» es un corolario a esa teoría basándose en el mundo de unos robots que bien parecen la versión analógica y nada glamourosa de Daft Punk. El corto es una maravilla en la que el director sigue demostrándose como un genio de la textura y del punto de vista (ese concierto, esa operación a meca-pulmón abierto); y, sobre todo, como un artesano de las emociones: es esta una historia que prueba que el amor es fusión, dejar de saber dónde acabas tú y dónde empieza el ser amado… Y todo gracias a Absolut Vodka, que subvencionó el proyecto dándole libertad creativa absoluta al realizar. El resultado les da la razón: «I’m Here» es, desde ya, el mejor cortometraje del año. Para disfutarlo, haz click aquí. Eso sí, coge kleenex porque es un rompe-corazones puro y duro.
A love story in an absolut world
